lunes, 28 de marzo de 2011

Tierra y migración: No va a ser fácil sacarnos de aquí

"A comer mierda nos habituamos  y a pasar hambre y frío también.
Pero a que poco a poco nos vayamos quedando sin suelo
para los orientales, correspondería no acostumbrarse".
La migración es un fenómeno con raíces económicas y es en este cielo donde se deberían resolver los problemas de los hermanos que se ausentan. Si no somos capaces de generar una nación que nos una a lo mejor de nuestro pasado, estamos condenados a desaparecer, dándole la razón a quienes han sostenido que nunca deberíamos haber sido un país como tal.

La ley que la Unión Europea (UE) aprobó recientemente respecto a los inmigrantes ha situado a la defensiva a este rincón subdesarrollado del mundo. Quien más, quien menos, todos los gobiernos pusieron el grito casi en el cielo exigiendo una pronta eliminación de tan xenófoba disposición.  Y está bien que así sea. Pero como una cosa no quita la otra, hay que señalar que la migración es un fenómeno con raíces económicas y que es en este cielo donde se deberían resolver los problemas de los hermanos que se ausentan.


De acá somos

En un mundo donde las fronteras se han debilitado gracias a la tecnología y a la movilidad del capital especulativo, suponer que el hombre nace y muere bajo el mismo árbol es de un primitivismo mayúsculo. Pero en torno a cómo un hombre construye raíces que le posibiliten encontrarse con aquello que le da identidad es que deberíamos entrar a preocuparnos.
Somos parte de un país que se extranjeriza, no sólo cultural sino materialmente, tanto que el suelo que pisamos y nos da de comer se ha vuelto ajena en un porcentaje que debería inquietarnos. Mi amigo Eduardo Flores sostiene que es un anacronismo pensar que hoy el hombre se pueda vincular a la tierra por elementos que trasciendan la mera inmediatez económica. Y ése es un eje que une el abandono que hacemos de la tierra de los abuelos, en algunos casos por consumismo exacerbado y en otros por las urgentes necesidades que padecemos, con la desidia con la que asumimos la extranjerizacion.
Cuenta la historia que nuestra América está llena de ejemplos de culturas que defendieron con la vida la usurpación de sus territorios. No demasiado lejos de acá, todavía hoy la protegen los mapuches en la patagonia argentina o en el sur chileno, con enfrentamiento directo al capital que los arrincona. Culturas enteras que resisten y plantean con firmeza “No va a ser fácil sacarnos de aquí, de esta tierra, la de nuestros abuelos”.


¿Y nosotros?

Si nos afiliamos a la tesis del anacronismo, no hay derecho al pataleo. Si no somos capaces de generar una nación que nos una a lo mejor de nuestro pasado, estamos condenados a desaparecer, dándole la razón a quienes han sostenido que nunca deberíamos haber sido un país como tal. O bien puede ser que el origen basado en inmigrantes nos esté proporcionando hoy un revés al haber cambiando de rumbo, y que ahora que va en el sentido opuesto, tal cual un péndulo, termine por desintegrar estos pueblos sin identidad. Pero más que todo eso, estos gobiernos que se autoproclaman progresistas deberían saber que la Constitución de la República otorga un montoncito de derechos, que deben ser cumplidos, a los ciudadanos por el solo hecho de haber nacido en la banda oriental del río Uruguay. Y si no se satisfacen los hombres buscarán un sitio en el mundo donde cumplirlos y los gobiernos quedarán así, como ocurre por estos tiempos, desautorizados. En estos campos fértiles hay una clase de hombres y mujeres estériles que ganan 80.000 pesos y más, que dicen que el común de los trabajadores no puede ganar 8.500 pesos, como con total justicia exigen. ¿Con qué cara estos gobiernos levantan voces contra otros gobiernos cuando legitiman la desigualdad a cada paso?


Al rescate

Es verdad, a comer mierda nos habituamos y a pasar hambre y frío también. Pero a que poco a poco nos vayamos quedando sin suelo para los orientales, correspondería no acostumbrarse.
Una pueblo digno debería hoy estar en pie de guerra contra un gobierno que favorece un modelo casi neocolonizador, que perpetua la injusticia del hambre, la pobreza y la exclusión. La solución pasa por promover viejas vinculaciones con la tierra que (literalmente) nos mantiene, acercándonos más a formas de relación que vienen de las entrañas misma de estas pampas. Son las misma que sostenían sus antiguos habitantes hasta que en nombre del progreso se resolvió hacerla desaparecer, aunque parezca que eso sea como arar en el mar.

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Jorge Azziz (ruta90km9@adinet.com.uy)
Ingeniero agrónomo. Pequeño productor rural.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

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viernes, 18 de marzo de 2011

Paysandú: Barranca abajo

Por Juan Manuel Arreseigor

“El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad”. José Ingenieros

Eduardo Flores: "Los síntomas de la crisis
que tenemos como comunidad
son la escasez de una construcción colectiva
de un discurso de medios, la pauperización del mensaje,
la escasez de dirigentes políticos y empresariales,
 la pobreza de los cuadros que propone Paysandú
políticamente,  la intrascendencia que ha tenido
 en los últimos quince o veinte años en ese sentido
 y la incapacidad de generar ideas o liderazgos,
 aunque sean exclusivamente carismáticos”.
“Paysandú es una ciudad chata”. La frase no corresponde a uno, sino al noventa y nueve por ciento de los sanduceros con los que uno habla. No refiere, sin embargo, a una descripción geográfica del lugar ni a un concepto urbanístico; es, por el contrario, la imagen que tienen hoy de su propia ciudad.

No existen datos claros ni oficiales de cuántos sanduceros emigraron al exterior antes y después de la última gran crisis, la del año 2002. El Aeropuerto de Carrasco es la única vía de exilio de la que se llevan datos, pero éstos no diferencian a las personas por su lugar de origen ni tampoco por el motivo de su migración. En ese entonces, la sangría también fue brava por la frontera terrestre con Argentina (con opción a Estados Unidos vía Ezeiza), pero de eso no se llevaba -ni se lleva- estadística alguna. Es decir: de eso no se hablaba ni de eso se quería escuchar. La sensación general es que fueron muchos, demasiados, y toda una generación en ese momento perdió muchos elementos productivos en sus filas; el golpe se sintió bajo y la brecha fue profunda. Sólo regresaron unos pocos y pocos son también los jóvenes profesionales que hoy vuelven a ejercer su profesión al departamento que los vio nacer y crecer.
Pablo Porzella es contador público egresado de la Universidad ORT y se fue a Estados Unidos con la ola migratoria del año 2000. Aunque sólo duró dos semanas, la experiencia desde adentro es válida. Cuenta que viajó con más de veinte sanduceros en un vuelo que lo depositó en Atlanta, Georgia, en un barrio residencial de cincuenta casas repleto de gente de Paysandú. Recuerda que se instalaron cinco en una casa con todos los servicios: luz, agua, gas, teléfono, cocina y heladera; “pero no teníamos muebles ni camas, dormíamos en colchones inflables comprados”. En un principio, el tema del transporte fue complicado, porque al no tener vehículo propio, dependían del transporte público, confinado al centro de la ciudad. Los muchachos tuvieron que comprar identidades falsas por treinta dólares, el costo de una tarjeta trucha del seguro social, pero no podían mostrarla para no despertar sospechas. Consiguieron, a través de una agencia de trabajo, una oportunidad en el aeropuerto, cargando camiones container con cajas de ropa marca Gap. Duraron un día y medio ya que su ilegalidad fue descubierta. Al regresar a la casa todos los servicios habían sido cortados, menos el teléfono. “Ningún sanducero se ofreció a ayudarnos”, me dice Pablo. Fue entonces que decidió regresar y los que se quedaron “hoy lograron establecerse, tener un buen pasar y que no los molesten mucho”. Diez años después, tiene la particularidad de haber regresado a trabajar a Paysandú: “en octubre de 2008 me contrata Paylana y, a los dos días de haber entrado, El Telégrafo saca el titular de que la empresa dejaba de vender por dos millones de dólares”. La crisis fue tan brava que “había momentos que no había nada para hacer y sentía que mi empleo corría peligro”. Después le surgió la posibilidad del estudio contable, “al que yo no me animaba todavía por falta de experiencia”. Hoy se siente un privilegiado, “porque mucha gente no se viene porque no sabe qué hacer acá, porque no tiene oportunidades; haber agarrado un estudio contable armado fue toda una bendición”. En términos monetarios, dice que gana más o menos lo mismo que su último trabajo en Montevideo pero que tiene la mitad de los gastos. Aunque no es su caso, me reconoce que los profesionales que regresan “es porque tienen un camino allanado por los padres, de la misma profesión”. Al final, me confiesa que si no fuera por su actual esposa y las circunstancias de ambos, nunca hubiera regresado a Paysandú.
Por causa de la emigración, ni a Eduardo Flores, un docente de Filosofía del bachillerato local, ni a Guillermo Caraballo, abogado, le quedan muchos amigos de la adolescencia en Paysandú. Caraballo estudió la carrera de abogacía en Salto, a 120 kilómetros de la ciudad. En esa misma cercanía encuentra una de las explicaciones al hecho de que ser profesional en Paysandú haya dejado de ser un asunto de la elite local: “no digo que se ha popularizado, pero el esfuerzo constante de la clase obrera por sus hijos además de la proximidad con Salto, han posibilitado que más gente se vaya”. Flores, por su parte, enseña Filosofía en la orientación Ingeniería del bachillerato y han sido muchos, cientos, los estudiantes que ha visto desfilar por ese corredor sin retorno. “Estudiantes de Ingeniería no hay ninguno que haya vuelto (sic) ni de la Argentina -refiriéndose al corredor universitario del litoral entrerriano, básicamente las ciudades de Concepción del Uruguay y Concordia- ni de Montevideo; capaz volvió algún analista de sistemas… Resulta interesante plantearse el problema porque las llamadas 'Ciencias Duras' están en el cerno de lo tecnológico y lo tecnológico está en el cerno de lo que significa desarrollo hoy por hoy, innovación tecnológica. Si no vuelven los que manejan la tecnología es claramente porque acá el mercado no tiene nada que ofrecerles”. Después volverá sobre el tema cuando me explique que “todo departamento que se basa principalmente en un Producto Bruto Interno público, es expulsor de jóvenes”.(1) La migración interna uruguaya se decanta hacia el sur cuando en otras épocas iba hacia las fronteras con los países vecinos.


La industria de ya no ser

Paysandú fue sinónimo de industria, lo que lo llevó en su momento a posicionarse como la segunda ciudad en importancia de nuestro país. Las largas colas de camiones que esperaban en la avenida Salto para descargar la remolacha en la fábrica de Azucarlito ya no están. Hoy las fábricas operan a unos pocos sanduceros, cientos, y dependen invariablemente de la danza del mercado internacional. En 2007, antes de la última gran crisis global del año siguiente, su participación en el Valor Agregado Bruto (VAB) sanducero era de aproximadamente un treinta por ciento y empleaba a un seis de la población económicamente activa. Diez años atrás, la industria ocupaba casi a un catorce por ciento de los trabajadores, a pesar de tener una participación en el VAB menor, del veinticinco. La cantidad de gente empleada por la industria había descendido en ese período a menos de la mitad y el desempleo en el departamento se encontraba a más de dos puntos porcentuales por encima del nivel nacional y más de uno con respecto al promedio del interior. La tasa de actividad estaba más de dos puntos por debajo del resto del país.(2) Rodrigo Morales, periodista independiente y ex redactor responsable del semanario local Tres Puntos (hoy fuera de circulación y del que Eduardo Flores fuera colaborador) me explica que las fábricas “fueron perdiendo sus referencias locales al vender sus activos a inversores del exterior porque los gerentes –aunque fueran extranjeras- estaban acá y los directores y la gerencia general estaban en Montevideo; ahí se perdió anclaje local y los técnicos se contrataban en Montevideo en lugar de Paysandú. Hoy por hoy las fábricas también tienen sus estudios jurídicos y contables en la capital”.
En 1992, la fábrica Azucarlito dejó de emplear como materia prima la remolacha y comenzó a importar el azúcar en bruto desde Brasil, para abaratar costos. Hasta entonces, el profesor Flores la reconoce como un signo de liderazgo empresarial, “que pagaba los mejores salarios del país y construía viviendas; era un gran vínculo el que había con el trabajador y la ciudad, que eran parte del proyecto. Tenía un tipo de producción que generaba muchísima mano de obra, en diferentes lugares… Acá venían camioneros de todo el país durante la zafra veraniega y generaba muchos puestos de trabajo indirectos, desde los prostíbulos hasta los supermercados”. “Las colas de los camiones llegaban hasta acá”, me indica Rodrigo Morales –y nos encontramos aproximadamente a cuatro kilómetros de la fábrica, casi en línea recta-. La pregunta, para Flores, es natural e inevitable: “¿No vale la pena subvencionar una industria que producía ese movimiento aunque el azúcar sea más barato en Brasil?”.
Refrescos del Norte SA, la planta embotelladora de Coca-Cola en Paysandú, cerró sus puertas a fines de los noventa. Norteña, otro de los íconos de la industria sanducera, fue adquirida en el año 2004 por el gigante multinacional cervecero Compañía de Bebidas de las Américas (AMBEV, por sus siglas en inglés), quien destinó la planta únicamente para el tratamiento de la cebada y dejó de producir la popular cerveza.(3) La identidad local fue dañada en su más puro orgullo. En la Semana de la Cerveza de Paysandú, identificada históricamente con la cerveza Norteña, comenzó a beberse Pilsen. “¿Cómo puede ser que una empresa como AMBEV resuelva tener un montón de capital obsoleto porque por razones de logística no puede hacer cerveza en Paysandú? Ahora, los argumentos de logística cualquier gobierno departamental con un poco de visión puede decir: 'mirá loco esto lo solucionamos, con algunos impuestitos por acá…' Pero nadie dijo nada; me parece que es sintomático la incapacidad de defender algunas cosas”, se cuestiona Flores en tono de sentencia.
Paylana, por su parte, fue golpeada por las sucesivas crisis y por la supresión del sistema de cuotas de importación que regulaba el mercado mundial de textiles, lo que liberó la bestia china y dio por tierra el sueño americano de exportación. Hoy, acumula una deuda de 17 millones de dólares con el Banco República y la firma italiana Mazotto negocia desde el año pasado adquirir la mayoría del paquete accionario.(4) Es una de las pocas textiles de lana que quedan en el mundo. Tanto para Flores como Morales, “el proceso de Paylana es inevitable, muy vinculado a una gerencia muy paternalista, que sigue porque hay un viejo Soloducho atrás, que cuanto más viejo esté peor va a estar la fábrica”. Me cuentan ambos que Isaac Soloducho se hizo sanducero por adopción y que la fábrica es su vida. Que no entienden cómo no se cancela esa deuda, que para el mercado textil “es un vuelto” y que temen que cuando se haga el negocio con los italianos sea tarde y Paylana termine corriendo la misma suerte que Campomar y Soulas (hoy Agolan), Sudamtex o Dancotex.
Paysandú siempre fue una comarca fértil y próspera en la actividad agropecuaria. Todavía lo es, si nos guiamos por las grandes camionetas 4 x 4 cero kilómetro que transitan la ciudad, símbolos inequívocos de que el campo sanducero sigue cosechando lo que siembra, aunque tengan patente de otro departamento. “Paysandú no tiene capacidad de inversión en sí misma”, agrega crítico, el docente de Filosofía. “Las inversiones que han venido no han sido de capitales locales, que por otro lado siguen existiendo; por ejemplo sigue habiendo mucha plata que viene del campo y nuestros productores; pero no hay un modelo para que esto permanezca y se desarrolle. Porque si ese grupo, que es el que tiene la capacidad de generar ideas, emprendimientos, no le da para adelante… ¡Aunque sea el lucro el afán que los mueva! Más que el prestigio social… Yo no creo que se hayan agotado las posibilidades de Paysandú como polo industrial, como ciudad tecnológica, ¡cómo ciudad turística! No se puede entender como esto no está explotado”, concluye al borde de la indignación. Rodrigo Morales pone de ejemplo a la familia Darricarrere, franceses Pied-Noir que vinieron desde Argelia y que con todos los beneficios logrados en Uruguay luego invirtieron en Brasil y Estados Unidos.
Al igual que los inmigrantes franceses, Mario Macri, empresario referente del departamento, invirtió mucho de sus ganancias en el exterior. Macri, quien tiene una curtiembre en Brasil con medio millar de empleados y un centro de distribución de su marca Starsax Brasil en Miami, es descrito por Flores como “un líder sólo de su empresa, un tipo que ha ordeñado a Paysandú”. “Macri monopoliza y se queda en ese tipo de actividades estrictamente comerciales. El liderazgo va por la innovación y por generar nuevas cosas, no por abrir supermercados y zapaterías; no se compra la publicidad de la camiseta de Nacional con la inversión de acá”.(5) Abre la cancha Morales, agregando el ejemplo claro de lo que ha hecho con los medios: “compró el canal 3 -el antiguo canal de aire- y dos radios, y en vez de invertir en hacer algo profesional es una porquería lo que hace, pudiendo ser por lejos el mejor medio, con la mejor producción y tecnología, no le devuelve a Paysandú algo de todo lo que le ha sacado”. Y remata Flores: “la filosofía del proyecto empresarial es ésa: del único lado que se puede ahorrar es del lomo de la gente”.


Líderes al medio

Paysandú fue sinónimo de industria pero ya no lo es. Hoy esas industrias han pasado a manos ajenas o han modificado sus dinámicas y lejos están de brindar los puestos de trabajo que antes brindaban y que tan bien pagaban. La falta de movimiento es patente en la ciudad del litoral uruguayo y los locales comerciales, vacíos, esperan un buen emprendedor que los alquile, que los saque a flote y que los vuelva a depositar en el iluminado carrousel céntrico. Sin embargo, las señales de la decadencia hay que buscarlas en otros lugares: “el cierre de la industria es casi que un mito de la ciudad”, me comenta Flores, “es como decir: nos quedamos atrás porque están cerrando las fábricas, cuando en realidad no sé si algún día estuvimos adelante… El mejor indicador de que la ciudad va para atrás tampoco son los locales vacíos, que es un enfoque puramente de mercado. Yo creo que los mejores síntomas de la crisis que tenemos como comunidad son la escasez de una construcción colectiva de un discurso de medios, la pauperización del mensaje, la escasez de dirigentes políticos y empresariales, la pobreza de los cuadros que propone Paysandú políticamente, la intrascendencia que ha tenido en los últimos quince o veinte años en ese sentido y la incapacidad de generar ideas o liderazgos, aunque sean exclusivamente carismáticos”. Entre mate y mate, y con la atenta participación de Morales, la charla se desarrolla amena en la galería que tiene el hogar casi suburbano del docente. Se remite a Platón, cuando me dice que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece, porque nuestros dirigentes no son ovnis caídos del cielo, son producidos por el mismo modelo, reflejan lo que somos nosotros”. Critica la falta de autocrítica, valga la redundancia, y la mediocridad del sanducero, el que te dice “aguantá, no corras riesgos, vamos bien”.
En términos de medios, Paysandú cuenta en la actualidad con seis estaciones FM, cuatro AM, dos radios comunitarias autorizadas, dos canales de televisión y un único medio de prensa: el popular diario El Telégrafo, fundado el 1 de julio de 1910 y que tiene actualmente un tiraje de 7.800 ejemplares para una población cercana a los 115.000 habitantes.(6) El fenómeno del matutino explica para Flores parte de la mediocridad de la sociedad sanducera: “acá creemos que hay democracia en los medios porque hay muchos medios, pero en realidad no hay diferentes enfoques ni puntos de vista: hay uno solo y es el de El Telégrafo, tal vez el mejor exponente de la subjetividad que hemos construido, y que por algo sigue estando ahí”. “Se descalifica al disidente y se lo trata como loco; hay miedo al debate, a la discusión política y a la polémica”, agrega Morales, otrora responsable del último representante de esa disidencia a la que hacen referencia: el semanario Tres Puntos.
El calor de un mediodía sanducero de enero es realmente agobiante y, junto con el ruido de las motos, es un denominador común de esta ciudad del Litoral. “En general, la sociedad sanducera es una sociedad que no reclama –sí tal vez desde el discurso, pero no desde los hechos-, que no es emprendedora, que se mantiene quieta, que 'no hace olas' y donde prima el criterio de la comodidad general”, opina Guillermo Caraballo, quien además de abogado fue director de Promoción Social de la Intendencia de Paysandú (IP) y es el actual presidente del Frente Amplio (FA) en el departamento. Caraballo, joven doctor de profesión pero viejo periodista por afición, continúa con el diagnóstico de una sociedad que, a su criterio, está partida en dos: “hay un Paysandú más vinculado con la parte social que el Paysandú en su conjunto no ve: uno sumergido, el que no reclama, el que está quieto. Y por otro lado está el Paysandú de clase media y media alta que esto no le interesa, que prioriza otras cosas, que se vincula mucho más con la infraestructura y mucho menos con el desarrollo. Un amigo me decía que ése es un voto caro”.
El abogado de treinta y cinco años aborda el asunto, inevitablemente, con una óptica política que va mucho más allá de sus cristales. Transitando la misma línea del profesor Flores, la política lo lleva, inevitablemente, a apuntar a la falta de liderazgo en los últimos gobiernos departamentales, particularmente los de Álvaro Lamas (Partido Nacional, 2000-2005) y Julio Pintos (FA, 2005-2010): “el Partido Nacional pierde el gobierno departamental con Lamas porque tenía una ausencia de liderazgo absoluto y un equipo que no lo ayudaba, aunque era un buen tipo. Comenzó a circular entre la gente que era un incapaz y eso le hizo mucha mella. Luego con el Frente pasó una lógica similar. Perdió la Intendencia un poco por eso. La gente reclama liderazgos más fuertes”. Caraballo, quien no para de jugar con las manos sobre la cuerina verde de su escritorio, se acomoda los lentes y continúa refiriéndose a los que estuvieron antes, pero no mucho, en la historia del gobierno sanducero: “¿por qué la gente se acuerda tanto de Larrañaga y de Belvisi? En términos de eficacia yo siempre digo que vos lo ponés a Belvisi a hacer calles y es mejor que los blancos y el Frente. Fue el tipo que tuvo mayor visión estratégica, bastantes años atrás. Lo de Larrañaga fue distinto: lo que tuvo fue impronta, un tipo joven, con ganas, que sabía adónde quería llegar y además ejecutivo. Con una cantidad de cualidades que hizo valer”. “Y además Belvisi le había dejado plata, la Intendencia saneada, que no es poca cosa”, agrega Morales con la agudeza de apuntador periodístico que lo caracteriza.(7)
Nadie, absolutamente nadie, duda de la capacidad de Walter Belvisi como líder departamental, más allá de su ideología política. El arquitecto de setenta y tres años estuvo trece al frente de la Intendencia, cinco en democracia y ocho en dictadura –su espada de Damocles- lo que, a pesar de todo, le da la potestad suficiente para hablar de la gestión departamental. “Esta era una comunidad muy fermental en todos los aspectos. Antes de culpar a la sociedad sanducera, yo creo que alguien mató, distorsionó o mal usó ese espíritu tan fuerte que había. Porque aquí había un localismo mucho más fuerte que en otros lados; Paysandú tenía aquello del 'Espíritu de Paysandú' y todo eso. Obviamente que faltó liderazgo en los actores desde el punto de vista de la comunidad y también en algunos referentes importantes del comercio y la industria. La comunidad necesita líderes y aquí faltan”. Además de todo, Belvisi es director de CX-142 Radio Felicidad, una de las 4 estaciones de radio AM del departamento. El escenario para conversar sobre la falta de líderes, nuestra sociedad y la gestión política departamental es el propio estudio de la radio, con los micrófonos apagados pero el aire acondicionado encendido. “En el noventa estábamos igual con Salto, cabeza a cabeza. Era el mismo desarrollo. Acá hay una gestión pública que me parece perdió impulso, perdió visión, perdió una estrategia de lo que quería y cómo quería insertarse en la región”, relata el arquitecto Belvisi. Alude, claramente, a los cuatro gobiernos departamentales posteriores a su gestión, ampliando la diana también a los dos de Jorge Larrañaga. Un fogonazo directo a los últimos veinte años de historia sanducera.


La sociedad muda

En Paysandú se erigen varias obras arquitectónicas, monumentos vacíos de éxito: el estadio 8 de Junio, de básquetbol, el Artigas de fútbol, que son símbolos del fracaso deportivo y social de los últimos años, y el Anfiteatro del Río Uruguay, un coloso con capacidad para veinte mil personas, que se erige cual pirámide de Giza de espaldas al Río Uruguay y que tiene una escasísima actividad artística -casi nula- a lo largo del año, excepto en la Semana de Turismo.(8) El estadio Artigas, por ejemplo, fue usado como telón de fondo para la campaña política televisiva del actual gobierno blanco, en un spot publicitario donde Alfonso Lodeiro, padre del jugador de la Selección uruguaya de fútbol, exponía las bondades de los gobiernos blancos anteriores. El estadio fue construido para la Copa América entre los años 1994 y 95, durante el primer período de Larrañaga, cuando Bertil Bentos, el actual intendente, era director general de Servicios.(9) El mismo tiene su tribuna principal, la oeste, clausurada por peligro de derrumbe y un estudio de ingenieros de la Facultad de Ingeniería aconsejó derribarla debido a las fallas estructurales que tiene. Fuentes privadas consultadas aseguran que el costo de solucionar las fallas existentes es altísimo, lo que apoya aún más la teoría de la implosión. “De eso no se habla”, dice Eduardo Flores, “pero esa es una estrategia que tenemos como sociedad”.
Entre otras cosas, tampoco se habla, me cuenta el docente, del derrumbe financiero de la Cooperativa de Ahorro y Crédito de Paysandú (CACDU), absorbida por COFAC en 2003 y de la Cooperativa de Ahorro y Crédito de los Trabajadores de Paycueros (CAYCTRAP) fusionada con otras cooperativas para formar ACAC en 1986, y luego adquirida en su totalidad por el Banco Crédit Agricole: “era algo de la gente, no era la Famosa de Cerini y Pesce que le vendieron a Nabisco Brands; miles de dólares sacados del bolsillo de la gente que se juntaron en dos cooperativas macro y una cosa hecha piedrita a piedrita por toda la gente de Paysandú, se la metieron en el bolsillo cuatro o cinco burócratas que se ubicaron ellos y la cambiaron por nada… Y acá, todo el mundo muzzarella”.


El río suena

En cada discusión sobre Paysandú surge siempre el tema turístico. La comparación con Salto, que siempre parece estar no uno, sino veinte pasos por delante, es inevitable. Belvisi me jura y perjura que las termas tenían su impronta, su marca, y que el turismo estaba cabeza a cabeza con Salto en el año 1990, cuando culminó su gestión departamental. “Paysandú tiene que aprovechar sus recursos, porque si tú visualizás la potencialidad que tiene -desde el punto de vista de la coyuntura de conexiones y vinculaciones-, encontrás al propio río Uruguay como un vector de desarrollo social y económico. Estaremos retrasados, habremos perdido algunos trenes, habremos marcado diferencia en contra nuestro con respecto a comunidades más cercanas como puede ser Salto pero si encontramos algunos liderazgos, hacemos algunos cambios y asumimos algunas responsabilidades mayores -y dejamos de lado la política partidaria menor-, yo soy entusiasta”, afirma el ex Intendente.
Caraballo, por su parte, reconoce que Salto ya no es medida, que hay que dejar de ver el turismo desde una óptica termal y comenzar a apuntar al río Uruguay aunque “se necesita inversión que no sea sólo pública”. Cree que en el turismo “no se ha sido audaz” y que “no se ha buscado un esquema que contemple el movimiento interno pero que también capte gente de afuera”. “Pareciera que el referente es Salto y Salto ya se disparó, y aparte acá estamos pensando en el esquema de las termas. A mí me parece que el tema de la playa es una cosa que se puede potenciar más pero no sé si acompaña la gente de Paysandú”. Frente a las playas de Paysandú se encuentra la isla de la Caridad, con largas extensiones de arena blanca a las que sólo se puede acceder si uno tiene embarcación propia, ya que no hay medio de transporte público o privado que haga el traslado. Diez kilómetros al norte de Paysandú pero en la ribera de enfrente se encuentra Colón, una pequeña ciudad entrerriana que ha sabido explotar turísticamente sus playas y una economía comercial que se apoya en la sociedad sanducera, debido al tipo de cambio favorable. El mismo río y las mismas playas, diferentes sociedades, ideas y proyectos.
“Tenemos un río espectacular, el cual ni siquiera conocemos; todas las costas de Paysandú son usadas turísticamente por los argentinos”, tira línea el profesor Flores, que habla con conocimiento de causa: la pesca es su gran afición. Y recoge experiencias, increíbles y exóticas: “vos estás acampado en El Zanjón, en la boca del río Queguay y aparece un gomón con un tipo vestido de Indiana Jones, con doce personas… Pim, Pim -gesticula señalando con el dedo índice- y explicando… ¿De dónde? De Colón. ¿Cuánto? Veinte pesos argentinos por cabeza. Entonces vos vas a la página web del diario Clarín, entrás en Turismo y ves El Caribe Entrerriano, y El Caribe Entrerriano son islas del Queguay, que son uruguayas”. “¿Es tanta la guita que se precisa?”, se pregunta al borde del enojo, “nooo… hacer una marina pedorra en el Saladero -se refiere al Guaviyú, a 70 kilómetros al norte de la ciudad de Paysandú- y hacer un campeonato de pesca y poner los ranchos para alquilar y para vender… Hay luz, hay agua, lo que falta es la iniciativa”. El río como denominador común; el agua trae una posible solución al turismo.


Una solución en el horizonte

El nombre de Guillermo Caraballo está plenamente identificado con los proyectos Paysandú Innova y Guichón Innova, programas público-privados de la anterior administración frenteamplista para la capacitación de jóvenes técnicos en el área de software e informática. El plan piloto de Guichón -una ciudad de cinco mil habitantes a 90 kilómetros al este de Paysandú capital- es el paradigma porque además promovió en 2009 la inserción laboral de quince de los treinta jóvenes seleccionados, en las dos empresas privadas inversionistas: Artech y Bantotal, “grandes empresas de informática que tienen una gran necesidad de técnicos y para ellos es lo mismo que estén en Montevideo o acá, incluso es más barato que estén acá”. Infla el pecho el abogado, con orgullo por demás comprensible; la puerta fue abierta y no precisamente para que los “gurises” se vayan: “ahí tenemos un esquema de buena formación, capacitación y producción en el Interior para un grupo de gente que se puede quedar acá; estoy convencido de que tiene que funcionar”. La única inversión pública fue el alojamiento de los profesores que venían de Montevideo en un motel de las Termas de Almirón. Además del vínculo virtual, esta fuente de trabajo también permitió a algunos de estos jóvenes guichonenses viajar a otros países de la región.
En la capital sanducera la experiencia fue distinta: el dinero venía enteramente de la esfera pública y hubo que empezar de cero, desde las instalaciones hasta los programas de cursos, la capacitación y la implementación de la “incubadora de empresas”. Al no contar con inversionistas privados –a pesar de que hubo negociaciones con la empresa Topsystems, competidora de Artech y Bantotal- la inserción laboral fue difícil. A pesar de todo, Caraballo es optimista porque “si vos podés ver y comprender lo que es trabajar desde un lugar para otro lugar podés atar otro tipo de propuestas, como lo que va surgir con el polo de la televisión digital, que va estar centrado en Montevideo pero se va a descentralizar una parte vinculada a la formación y la capacitación en el Interior”. Aunque ahora, se instaló la incertidumbre con el cambio de gobierno, una nueva interferencia en la comunicación: “un poco por esa lógica comarcal de 'éstos hicieron esto, nosotros no le vamos a dar bola', pero también porque creo que no saben qué hacer, porque para llevar adelante Paysandú Innova tenés que estar en sintonía con el gobierno nacional y si en seis meses de gobierno no llamaste al presidente del LATU, solo no lo vas a hacer”. Posibles grandes soluciones pueden tener un destino a la basura por idealismos arcaicos y comarcales. “La chatura”, me dice Caraballo, “no la levantamos con el circo del nuevo gobierno”. “Porque qué pasa: con fuegos de artificio vos lográs pasarla y pasarla bien, pero no atacás el problema de fondo”.
“En el fondo, creéme, es un tema de cabeza”, me dice Belvisi con la semblanza del viejo sabio. Desde el hombre mediocre de Ingenieros hasta la actitud para abajo, chata, del sanducero medio. La falta de continuidad contra el progreso y una sociedad politizada atentando contra el desarrollo de nuevas tecnologías. La búsqueda del entusiasmo perdido del que me habla el arquitecto Belvisi. El hacer con entusiasmo para salir de la chatura. Innovar y proyectar.
Un cambio en la actitud y en la estructura, junto con el pedido a gritos de nuevos líderes, políticos y empresariales, asoman hoy en el horizonte, barranca abajo, del río Uruguay.


Referencias: 

(1) Según el entrevistado, las dos empresas más grandes de Paysandú son: primero, la Intendencia de Paysandú, y segundo, COMEPA, la mutualista local.

(2) Según datos de la Dirección Nacional de Industrias, en 2007 la tasa de actividad en Paysandú era de 59,1%, más de tres puntos por debajo del promedio nacional (62,7%) y dos con respecto al interior (61,6%). La tasa de desempleo, por su parte alcanzaba 11,8% (promedios del interior 10,6% y nacional 9,6%).

(3) AMBEV fue producto de la fusión en 1999 de las empresas Brahma y Antarctica en Brasil. En 2004, se asocia con la belga INTERBREW y crea INBEV, la mayor cervecera del mundo en volumen de ventas.

(4) Según datos de la Dirección Nacional de Industrias.

(5) Se estima que Macri invirtió en la publicidad de la camiseta del Club Nacional de Fútbol de Montevideo 350.000 dólares anuales.

(6) Según datos del propio medio publicados en la página web del Correo Uruguayo: www.correo.com.uy, en conmemoración por los cien años del matutino.

(7) Ambos se refieren a los períodos de gobierno de Walter Belvisi (Partido Colorado, 1985-1990) y Jorge Larrañaga (Partido Nacional, 1990-2000).

(8) El anfiteatro del Río Uruguay, la obra magna de Larrañaga durante su segundo período, fue inaugurado el 22 de marzo de 1997 y es “una obra única en Latinoamérica” según el portal www.paysandu.com.

(9) Datos extraídos de la página web del intendente: www.bbentos.depolitica.com.uy


SEMINARIO TALLER DE PERIODISMO
REPORTAJE PARA PRENSA

LICCOM - UDELAR
Juan Manuel Arreseigor Norbis
jmarrese@gmail.com

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