lunes, 26 de agosto de 2013

Decadencia I: Barraca Americana (vídeo)

Oficinas y depósitos abandonados de la Barraca Americana, en la zona portuaria de Paysandú. La empresa fue fundada en esta ciudad en 1870 bajo la razón social Hufnagel, Plottier & Compañía y el nombre de fantasía “Barraca Americana”. En su momento de mayor apogeo -fines del siglo XIX y primeras décadas del XX- la firma operaba un muelle propio sobre el río Uruguay para movilizar sus cargas de importación y exportación. Por esos años poseía además sucursales en las ciudades entrerrianas de Concordia y Concepción del Uruguay y oficinas en Buenos Aires, Montevideo, Baltimore (Estados Unidos) y Amberes (Bélgica).
Las imágenes de este vídeo fueron tomadas en julio de 2012.

Más información sobre la Barraca Americana en:



lunes, 19 de agosto de 2013

Director de Promoción y Desarrollo: El hombre inoxidable

Cuando el gran cineasta polaco Andrzej Wajda nos asombró con "El hombre de mármol" (1977) y "El hombre de hierro" (1981) lejos estaba de imaginar que muchos años más tarde el Gobierno Departamental Blanco (GDB) de Paysandú le ofrecería el escenario  y el protagonista ideal para cerrar la trilogía: “El hombre inoxidable", con el director de Promoción y Desarrollo, Ramiro Díaz, en el rol principal dadas sus peculiares dotes actorales que le permiten pasar entre las gotas de la lluvia sin mojarse. Debutó temprano en la TV por abonados, en Tambores, en la época del Cuqui Lacalle (celoso guardián de la libertad de los medios). Después, en la administración Lamas incursionó en "Las fuentes ornamentales", filme mal recibido por la crítica, que unánimemente reprobó la estética, y de poco éxito de taquilla por el tufillo a negociado que envolvió el proceso de realización. Luego lo ganó el ostracismo y debió vivir su “traversée du desert”, algo que a muchos artistas les ocurre. Fueron cinco años en los que casi no tuvimos noticias de él. Felizmente los blancos retornaron al Palacio y entonces su mentor, protector y cómplice, Bertil el Triste, lo volvió a encaminar a la fama. Como había que borrar el agujero económico dejado por  "Las fuentes ornamentales", el Triste (¡para eso están los amigos!) le hizo pagar a todos los contribuyentes sanduceros el "error" presupuestal de esa película, unos miles de dólares nomás que se abonaron alegremente. En el nuevo GDB el “Inoxidable” tuvo un inicio fulgurante, participando en numerosos cortos publicitarios virtuales. Un día sí y otro también anunciaba con bombos y platillos que hipotéticas empresas se instalarían en el casi inexistente Parque Industrial. Muy afecto a las proclamas, reiteraba machaconamente la inminente llegada de inversores brasileros, argentinos, estadounidenses… En un momento los sanduceros pensaron que si todos esos versos, perdón, proyectos, se concretaban, Paysandú se convertiría en la zona industrial más importante de América Latina después de San Pablo. Pero la alegría duró poco, porque algunos cuentos de hadas no tienen final feliz, como en este caso, que nadie invirtió nada. Pero aún así el "Inoxidable" no aflojaba en su sueño de la industrialización y durante un tiempo todo tipo de personajes -desde encantadores de serpientes a vendedores de obeliscos- eran recibido, a instancia de él, en el salón Rojo del Palacio por Bertil el Triste y todo el coro de extras, que de brazos cruzados y con caras compungidas escuchaban crédulamente al versero de turno. 
Hiperactivo, nuestro actor fetiche -que no descansaba- se lanzó a la producción de  "Semana de la cerveza", obra en la que incursionó en el cine policial. En este momento de la crónica importa remarcar el destacado -y casi anónimo-  papel que desempeñó HC, gran maquillador de números del Gobierno Departamental Blanco (GDB), en la concreción de “Semana de la cerveza”. Sin su ayuda, a la que hay que sumarle también el apoyo constante del Gran Pasquín del Norte (GPN), este filme no hubiera dado un resultado económico positivo, como dice el "Inoxidable". Pero hay más, porque el talento y creatividad de este genio parece no tener fin. Recientemente lanzó "El gran golpe a la DGI", una película con todos los condimentos para arrasar en la taquilla, como ser estafas, mentiras y robos de carpetas y computadoras con datos, información y números extraviados por el maquillador. 
El cine nacional tiene buenos tiempos por delante y el GDB puede ser una fuente inagotable de inspiración para, por ejemplo, continuar la serie Los Sopranos. Es más, tenemos al actor para reemplazar al eterno James Gandolfini, porque estamos convencidos de que nuestro "Inoxidable" no nos dejará mal parados en el rol de capo mafioso. Algunos piden a gritos que se vaya (a Hollywood, claro), pero Bertil el Triste no está preparado para dejarlo ir. Es que hay tanta complicidad entre ellos, ¿verdad?

jueves, 15 de agosto de 2013

El vicecónsul alemán asesinado (vídeo)

Augusto Von Graëvenitz, vicecónsul del Imperio Alemán en Paysandú, fue asesinado el 18 de setiembre de 1875. El móvil del crimen fue la venganza. 
Poco tiempo antes del trágico suceso Von Graëvenitz había denunciado a Diego Dungey, quien a la postre sería su matador, como autor del asesinato de Diego Busch, un compatriota suyo que se desempeñaba como puestero en la estancia Bichadero, propiedad de la compañía anglo-belga-germana Liebig´s Extract of Meat Company Limited.
El crimen de Von Graëvenitz generó una airada protesta del Imperio Alemán. De hecho, como forma de presión, el cónsul en Montevideo del gobierno de Guillermo I se trasladó a Paysandú en una cañonera de guerra de su país.
Unos meses después Diego Dungey fue capturado, juzgado y fusilado. 
Para recordar al vicecónsul el gobierno de Uruguay levantó un panteón en el Cementerio Central de Paysandú. El 1 de noviembre de 1876 los restos de Augusto Von Graëvenitz fueron trasladados a ese lugar. Y allí permanecen, en una urna de mármol, pese a que la sepultura, abandonada desde hace décadas, ha sido parcialmente vandalizada.  
Las imágenes fueron realizadas en el mes de julio de 2013 y corresponden al Cementerio Central de Paysandú, en especial al panteón de Augusto Von Graëvenitz.


miércoles, 7 de agosto de 2013

El loco de la motosierra

Un aspecto que caracteriza el balneario Municipal de Paysandú son sus añosos eucaliptos. Pero el tiempo verbal utilizado en la frase anterior es equivocado. Por decisión del actual gobierno departamental, que aduce -con dudosa base científica- que los árboles sufren una enfermedad que no tiene cura, se ha iniciado la tala de los octogenarios eucaliptos colorados. Un verdadero crimen. Aquí las imágenes que registré un par de meses atrás. 


sábado, 27 de julio de 2013

La entrevista a Héctor Amodio Pérez

La entrevista completa (dividida en cinco bloques temáticos) que le hizo Gabriel Pereyra a Héctor Amodio Pérez en España la podés ver en los siguientes link:

Bloque 1 – “Los comienzos”
http://www.youtube.com/watch?v=Mw5PfZN4qLs

Bloque 2 – “La decadencia”
http://www.youtube.com/watch?v=CDCncu4NHDo

Bloque 3 – “El principio del fin”
http://www.youtube.com/watch?v=G8u-ksxIulM

Bloque 4 – “Pacto o traición”
http://www.youtube.com/watch?v=NFmB16zqX_Y

Bloque 5 – “España”
http://www.youtube.com/watch?v=aZRt9AXqE2o

jueves, 25 de julio de 2013

Héctor Amodio Pérez después de un silencio de 40 años: Apareció, habló y mintió

Héctor Amodio Pérez en 2013  
El silencio de cuarenta años se convirtió en verborragia. Héctor Amodio Pérez habló extensamente en un lugar secreto ubicado “en las cercanías de Madrid” con el enviado de El Observador y VTV. Al momento de explicar qué fue lo que hizo para lograr que los militares lo dejaran en libertad junto a su compañera mientras el resto de sus compañeros sufrían cárcel y tortura, el relato se hundió en un mar de contradicciones. Su intención de reconstruir la historia de su traición resultó un fiasco. A mi juicio vuelve a tomar fuerza la teoría de que colaboraba con las fuerzas represivas desde antes de ser detenido por última vez.   


El reportaje era más que previsible. Luego de que El Observador, a través de un trabajo -riguroso a mi entender- del periodista Gabriel Pereyra lograra establecer que las cartas recibidas por tres diarios (La Diaria, El País y La República) y un semanario (Brecha) de Montevideo por quien decía ser Héctor Amodio Pérez habían sido efectivamente escritas y enviadas por él, todos supimos que de ahí en adelante las “primicias” que pudiera aportar el enigmático ex líder tupamaro iban a ser exclusivas del periódico que dirige Ricardo Peirano. Y así ocurrió. El Observador, huérfano al principio de las cartas de Amodio, fue al final el único que las publicó dado que sus colegas, que desde hacía un par de meses las tenían en su poder, no lo habían hecho aduciendo cuestiones deontológicas como por ejemplo la imposibilidad de verificar que el autor fuese quien decía ser, aunque debemos convenir que por motivos que en algún caso puedo presumir, ningún de esos medios gráficos pareció poner un excesivo esmero por investigar o verificar el origen de las misivas. A la vez, Gabriel Pereyra admitía públicamente haber establecido contacto directo con Amodio Pérez.
El último capítulo de la saga (al menos por ahora, porque mucho me temo que más temprano que tarde llegará un libro… o varios) tuvo lugar el pasado jueves 11 de julio cuando la edición de El Observador -que se agotó- vino acompañada de un suplemento especial de 12 páginas con lo medular de la charla de seis horas que en “las cercanías de Madrid” Gabriel Pereyra mantuvo con Héctor Amodio Pérez. Ese mismo día, a la noche, la entrevista -que también había sido filmada- fue trasmitida por VTV en una versión compactada de dos horas y medias de duración y dividida, al igual que la escrita, en cinco bloques temáticos: “Los comienzos”, “La decadencia”, “El principio del fin”, “Pacto o traición” y “España”.                

Sin arrepentimiento
Unos meses atrás, en plena discusión sobre si la carta –porque entonces sólo había llegado la primera de las seis y su contenido se conocía por trascendidos- era o no de Héctor Amodio Pérez, escribí un artículo en este semanario del que quiero rescatar un par de conceptos desgranados sobre el final del mismo. Uno tiene que ver con la casi absoluta seguridad que tenía entonces de que el autor de la misiva era el ex tupamaro: “Tengo casi plena certeza que la carta que recibieron los tres diarios de Montevideo fue escrita por Héctor Amodio Pérez. Es más, su reaparición no me sorprendió demasiado.”(1) Y a reglón seguido, bajo el subtítulo Expiación, escribía: “¿Qué motivos puede tener un hombre como él para romper un silencio de 40 años? Por supuesto que no descarto que atrás de esto haya alguna intencionalidad política o una operación de inteligencia. Sin embargo, me inclino a especular que se trata de una cuestión mucho más personal, de índole existencial o moral. Desde ya que no es para asegurarse un lugar en la historia. Por eso, en un primer momento pensé que siente y tiene necesidad de justificar sus actos, de mitigar, aunque sea en parte, su responsabilidad. De hecho, en la carta reconoce su traición, dice que colaboró, un poquito, como otros, quizás más, pero tampoco es para tanto. Pero si es cierto lo que dijo Napoleón Bonaparte de que ‘Si existe un pecado imperdonable es el de la traición, pues acompaña al que lo comete hasta el día de su muerte’, Héctor Amodio Pérez siente que su vida se termina y que antes de irse necesita borrar las culpas, purificarse de ellas”.(2)
La convicción que tenía en abril de que la carta (luego fueron más) era de Héctor Amodio Pérez fue efectivamente acertada porque, entre otras razones, una fuente muy calificada me había confiado a fines de 2012 que “Amodio vive en España y quiere hablar”.(3) Contrariamente, todos los nuevos elementos de juicio que se conocieron desde que escribí el anterior artículo hasta ahora -el contenido textual de las seis cartas, las 15 preguntas a Amodio publicadas en la web de El Observador que el ex tupamaro respondió, los artículos de Gabriel Pereyra dando cuenta de los contactos que mantenía con él, la entrevista realizada en España, en versión papel y también televisiva (donde además de lo que dijo se pudo analizar la gestualidad, los silencios, las posturas; en otras palabras, el cómo lo dijo)- me llevan a descartar la hipótesis que arriesgué entonces del hombre atormentado en su laberinto de mentiras que viéndose cerca del fin pretende alejar sus demonios expiando sus culpas. Pero no es posible conseguir el perdón -o al menos intentarlo- sin antes reconocer las faltas, y en ese sentido, por lo que se lee y se ve en la entrevista, Héctor Amodio Pérez no muestra el menor signo de arrepentimiento. Es más, en los momentos claves trata de tontos a sus interlocutores -lectores y televidentes- al asegurar que Alicia Rey Morales y él fueron liberados debido a su habilidad para engañar a los militares haciéndoles creer que los “papeles que arregló” no sirvieron para nada, no perjudicaron a ningún compañero. Sobre este punto en particular, tras leer la entrevista, un amigo que vive en París me escribió: “Esa imagen que (Héctor Amodio Pérez) pinta de las FFAA o de los oficiales del batallón Florida, medio ingenuas, a las que puede engatusar fácilmente, se me hace tan difícil de creer. Un tipo como él, sindicado como un jefe importante es favorecido con la libertad, cambios de identidad y documentación falsa así como viaje al extranjero sin haber entregado nada, se hace muy pero muy difícil de aceptar”.

El cangrejo debajo de la piedra
Muchos cuestionamientos y reflexiones que Héctor Amodio Pérez hace en las primeras dos partes de la entrevista (“Los comienzos” y “La decadencia”) donde aborda temas como los planes, las estrategias y la oportunidad y conveniencia de ciertas operaciones del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) son materia opinables e incluso, en ciertos aspectos, compartibles. También, y justo es decirlo, su aparición incomoda a los “históricos” del MLN-Tupamaros, porque hasta ahora era él quien cargaba con todos los lastres, los que le correspondían y los que no le correspondían, al menos no exclusivamente, como el tema de la entrega de la Cárcel del Pueblo, donde todo se centra en la dicotomía Héctor Amodio Pérez-Adolfo Wassen Alaniz mientras se olvida que el arteramente engañado fue Rodolfo Wolf, a quien llevaron a desempeñar un rol tan involuntario como central en ese traumático episodio.

¿A cambio de qué? 
Un buen tiempo atrás, el actual presidente de la República, José Mujica, señaló que la traición de Mario Píriz Budes (alias “Tino”) fue mucho más perjudicial y destructiva que la de Héctor Amodio Pérez en la desarticulación del MLN-Tupamaros. Píriz Budes, quien desde hace años vive en Rivera, donde milita en el Partido Colorado y trabaja como periodista, entregó con pelos y señas toda la estructura de la organización en el interior del país. Aunque hasta ahora siempre se ha negado a ser entrevistado sobre su pasado tupamaro, fuera de micrófonos el “Tino” admite sin rodeos que al ser detenido “negoció” su libertad con los militares a cambio de información. Y él sí que tenía de la buena, fundamentalmente porque conocía al dedillo la estructura fuera de Montevideo, donde todavía los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas no habían podido penetrar tanto como en la capital. 
Cuando el 23 de abril de 1972 el Ejército detiene a Héctor Amodio Pérez, el MLN-Tupamaros se encontraba prácticamente destruido. Es cierto que algunos de sus máximos dirigentes, como Sendic y Marenales, todavía se mantenían clandestinos, pero la estructura estaba tan golpeada y maltrecha que su definitiva derrota era cuestión de meses, no de años. 
El caos que reinaba en la organización lo viví personalmente, cuando a fines de mayo de 1972 (un mes después que cayera Héctor Amodio Pérez) quedamos aislados y a la deriva en los montes de la horqueta que hace el Queguay grande con el chico, sin líneas de contacto con Paysandú, donde la debacle era total. Descartado que Amodio Pérez haya sido tan astuto como para engañar al Ejército para que los liberaran (a él y a Alicia Rey Morales) a cambio de nada, como nos quiere hacer creer en la entrevista de El Observador/VTV, quedan dos opciones, que haya entregado mucha y muy valiosa información o, y esta es mi teoría, que fuese colaborador desde antes. Si como se sabe ahora el responsable de revelar dónde estaba ubicada la Cárcel del Pueblo fue Adolfo Wassen Alaniz, la información que Héctor Amodio Pérez tenía a fines de abril de 1972  para ofrecerle a las Fuerzas Armadas no valía ni siquiera su libertad, menos aún la de él y su compañera. Toma entonces mucho más fuerza la sospecha de que actuaba como un topo. Resta saber desde cuándo lo era y  qué pasó con las libras (¿tal vez compraron alguna voluntad militar corrupta?), porque la explicación que dio en la entrevista es tan ingenua que no soporta el análisis de un niño de seis años Y también qué relación tuvo/tiene con José “Nino” Gavazzo, amigos del barrio y la juventud. 
Héctor Amodio Pérez fue más creíble y aportó puntos de vistas interesantes para contrastar con la “historia oficial” en las cartas, en la primera básicamente, que en la entrevista del pasado jueves 11 de julio. Ahí, cuando llegó la hora de explicar lo difícil, las dudas y las sospechas quedaron como estaban. Si su decisión de aparecer y hablar tras 40 años de silencio es, según sus propias palabras, para establecer la verdad de sus actos, quedó todo en el debe. Para mí sigue siendo Iscariote.  
     
Notas:
(1) Ver 20once del 19/04/2013; “Regreso sin gloria”; páginas 5 y 6.  
(2) Ibídem
(3) Tenía intención de dar a conocer el nombre de mi fuente; al final de cuentas el mérito de mi aseveración es de ella, no mío. Pero para hacerlo debo contar con su consentimiento, lo que me resultó imposible de conseguir dado que se encuentra en el exterior del país y al momento entregar esta nota todavía no ha respondido el mail que le envié.    

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Rodrigo Morales Bartaburu. Artículo publicado el 19/07/2013 en el semanario 20/Once de Paysandú (Uruguay).

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miércoles, 24 de abril de 2013

Héctor Amodio Pérez: Regreso sin gloria

Héctor Amodio Pérez, el traidor que posibilitó el desmembramiento del MLN-Tupamaros, sería el
Héctor Amodio Pérez
autor de una carta que hace un par de semanas recibieron tres diarios de Montevideo. ¿Por qué ahora rompe un silencio de 40 años? ¿Con qué propósito? ¿La carta es falsa o verdadera?
  



Héctor Amodio Pérez volvió a sorprendernos. Es su estilo, convengamos. Un par de semanas atrás, y a pocos meses de cumplirse 40 años de que fuera visto “oficialmente” por última vez en el Uruguay, varios medios de prensa escrita de Montevideo recibieron una carta con -lo que parecería ser- su firma al pie de la última hoja. Vinculado al Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) casi desde los inicios del grupo guerrillero, Héctor Amodio Pérez pasó de ser una leyenda dentro de la organización por su coraje y valentía, principalmente en las acciones militares, a convertirse -a cambio de inmunidad para él y su compañera, Alicia Rey Morales- en el gran traidor y pieza clave de su destrucción.

Crónica de una carta sorpresa

La (supuesta) carta de Héctor Amodio Pérez fue recibida en las redacciones de los diarios montevideanos El País, La República y La Diaria. Aunque los tres esgrimieron similares argumentos para no publicarla, básicamente que no se podía corroborar quién la envió, que no había forma de contactar al remitente y que era imposible comprobar que el firmante fuese quien decía ser, en los artículos de los dos primeros se hicieron algunas referencias al contenido de la misma. En La Diaria, en cambio, su director, Marcelo Pereira, explicó pormenorizadamente cómo ocurrieron los hechos pero no dio ningún detalle del tenor de la carta. “Cuando llegué a trabajar el miércoles 27 de marzo, un sobre blanco sobre mi mesa tenía matasellos de Madrid pero una etiqueta de remitente con los datos ‘André Touan, Avenida de Mayo 725, Buenos Aires, Argentina’. En el interior había un texto de poco más de siete páginas impreso en computadora, con una firma manuscrita acompañada por la aclaración ‘Héctor Amodio Pérez’”, dice Pereira en el artículo titulado “Sin saber quién ni por qué”(1). Y agrega: “La carta no indica ninguna manera de hacer contacto con quien la envió. La dirección en Buenos Aires es la del famoso Café Tortoni, y Google no registra la existencia en ningún sitio de internet del nombre ‘André Touan’. Jean Touan fue el fundador del Tortoni en 1858, pero lo vendió unos 20 años después y la empresa ha cambiado de propietarios varias veces más”.(2) El director de La Diaria explica luego que intentando rastrear el origen de la carta llamó a España: “’Si tiene un código de barras con una numeración encima que comienza por ‘RR’ y acaba en ‘ES’ puedo intentarlo, pero si no lo tiene es totalmente imposible’, fue la respuesta de Naiara Pastor Vegas, directora adjunta de la sucursal 99 de correos de Madrid, cuando le preguntamos si podía ayudarnos a saber quién envió el sobre, con matasellos de esa oficina pero sin código de barras”, señala Pereira.(3)
Los tres diarios sostuvieron haber consultado distintas fuentes, entre ellas varios ex compañeros del MLN-Tupamaros del supuesto autor, que opinaron que es posible que la carta haya sido escrita por el propio Héctor Amodio Pérez, principalmente por la forma y por el contenido, por lo que dice y por cómo lo dice.  En coincidencia con esto último, si bien hasta el momento no se sabe si se ha hecho -o si se piensa hacer- una pericia caligráfica profesional de la firma que aparece en la carta, la comparación visual con registros antiguos de Héctor Amodio Pérez realizada por neófitos apuntarían a que sería auténtica.    

Un hombre inescrutable 

Oscuro, contradictorio, misterioso, son algunos de los adjetivos que se podrían utilizar para describir la compleja personalidad de Héctor Amodio Pérez.
Nacido en 1938 en Montevideo, vivió hasta su casamiento en 1960 junto a sus padres y hermanos en una casa del barrio Brazo Oriental. Hincha fanático de Nacional como toda su familia, Héctor no jugaba ni al fútbol ni al básquetbol. El deporte que practicaba era ciclismo, y si bien entrenaba todos los días, jamás compitió. Sus compañeros del liceo Nº 3 Dámaso Antonio Larrañaga -al que concurrió entre 1955 y 1958- lo recuerdan como un morocho petiso, de pocas palabras, por momentos hosco y difícil para el trato.(4)
Habiendo aprendido el oficio del padre, en 1959 ingresa como obrero gráfico en Cromograf. Un año más tarde se casa con Nelly Marchisio y en 1962 nace su único hijo, Daniel Héctor. Ese año deja Cromograf y pasa a trabajar en el taller del diario BP Color. Allí, además de conocer y hacer una relativa amistad con el entonces joven periodista Federico Fasano Mertens, entre 1963 y 1965 se desempeña como delegado obrero del diario ante el Sindicato de Artes Gráficas (SAG).
Afiliado al Partido Socialista (PS), Héctor Amodio Pérez milita en uno de los Centros de las Juventudes Socialistas, específicamente en el Alfredo Caramela, cuyo local se encontraba ubicado en Batoví casi Antonio Floro Costa, muy cerca del liceo Miranda. Fue en ese lugar y en ese tiempo tan fermental de principios de la década del ’60 que se produce su acercamiento e incorporación al MLN-Tupamaros.
Aunque Héctor Amodio Pérez carecía casi por completo de formación política teórica y en consecuencia sus aportes en debates y reuniones eran muy pobres, exhibía otras condiciones que lo fueron convirtiendo en un elemento clave dentro de la organización guerrillera: capacidad de organización, meticulosidad al momento de trazar planes, ejecutividad para llevarlos a la práctica y valor personal. Estas cualidad -reales en alguna medida, aunque también sobredimensionadas por él y muy amplificadas por sus incondicionales de la columna 15-  fueron las que lo proyectaron como uno de los más importantes cuadros militares tupamaros.          

El caso Cukurs, la primera alerta

Herbert Cukurs era un aviador letón que colaboró con los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Acusado de la deportación y asesinato de 30.000 judíos del Gueto de Riga, poco después de la rendición alemana huyó a Brasil, radicándose en las cercanías de San Pablo, donde instaló una empresa de vuelos panorámicos.
A fines de febrero de 1965 la oficina de Bonn, entonces capital de la República Federal Alemana (RFA), de la agencia de noticias Reuters recibió una carta anónima donde se daban los detalles precisos de una vivienda del balneario de Shangrilá (Canelones) donde se encontraría el cadáver de Herbert Cukurs. La misiva estaba firmada por “Los que nunca olvidarán”, una organización hasta entonces desconocida.
El 6 de marzo la noticia llega a la Jefatura de Policía de Montevideo, concretamente al comisario Alejandro Otero, el mismo que estaba a cargo de la lucha contra el MLN. Presente en el lugar, Otero se encuentra con un macabro escenario, con sangre salpicando las paredes y el piso, signo inequívoco de que la víctima se había resistido, y comprueba que el cuerpo de Cukurs, ya en descomposición porque fue muerto el 23 de febrero, se encontraba dentro de un baúl.
El letón había sido tentado a viajar a Uruguay para formalizar un negocio, la instalación de una empresa aérea que uniría San Pablo con Montevideo, Buenos Aires  y Santiago de Chile, por quien decía llamarse Antón Kunzle. Lo cierto es que muchos años más tarde, en 2004, el Mossad reivindicó la operación con la publicación del libro La ejecución del verdugo de Riga.
Sobre la participación de Héctor Amodio Pérez en este episodio que conmovió al Uruguay existe abundante -y a la vez contradictoria- información. Algunos ex compañeros del MLN aseguran que por esa fecha eran frecuentes las operaciones de vigilancia a  grupos neonazis, que se reunían principalmente en el barrio de Pocitos, las que estaban a cargo de Amodio Pérez, quien al parecer se encontraba muy interesado en el tema. Señalan también que poco tiempo después de que fuera hallado el cuerpo de Cukurs, Amodio Pérez apareció con el fichero completo de la Guardia Republicana, dando a entender que había sido una especie de “retribución” –no queda claro de quién- por la colaboración prestada por él en el caso del criminal nazi.(5) Esta hipótesis, que me ha sido ratificada en el último año por al menos dos importantes integrantes de entonces del MLN(6), es similar a la sostenida por Tabaré Rivero Cedrés, un histórico tupamaro.  “Averigüé que Amodio participó en la acción Cukurs, él conducía el coche del comando. Usó documentos falsos que le había dado probablemente el Mossad. Él también estaba en la casa en Shangrilá. Amodio Pérez es judío. Y en aquella época había muchos contactos entre la comunidad judía y la izquierda uruguaya porque tenían un enemigo común. Los nazis locales atacaron locales de la oposición y de la comunidad con bombas. El hecho que haya participado en una acción del Mossad, sin embargo, no ha ocurrido por orden de la organización”(7), le contó Rivero Cedrés a la periodista y documentalista alemana Gaby Weber, y señaló que él “se enteró después de la acción”.(8)        
Por el contrario, el abogado Marcelo Silva sostiene que como (a Amodio) “había que culparlo de muchas cosas”, se le endilgó también el asesinato del nazi letón(9), mientras el ex comisario Alejandro Otero asegura “no poseer información de que Amodio tuviera relación con el caso Cukurs.(10) “Más aún -dice Silva-, integrantes del MLN actual confían en la afirmación de Otero”.(11)      

Un mar de dudas

Los cuestionamientos a la moral de Héctor Amodio Pérez, las dudas sobre su accionar y su conducta se arrastraron desde entonces. También de aquel tiempo vienen sus desencuentros con Raúl Sendic. Un año después del caso Cukurs, Amodio Pérez, sospechado de robar un televisor de la casa de Violeta Settelich, es detenido por habérselo vendido a un reducidor. Aunque el caso no tuvo consecuencias, a partir de ese momento el sector más político del MLN desconfió de él. Razones no faltaban, ni faltarían. Aunque Héctor Amodio Pérez estaba requerido desde el 6 de enero de 1967, en la clandestinidad no dejó de disfrutar de las motos, de la buena ropa, del whisky importado, del tabaco holandés para su pipa ni de las buenas casas que alquilaba para vivir aduciendo que “eran la mejor cobertura para no despertar sospechas”.
En abril de 1970, tras el espectacular robo de las libras de oro de la sucesión Mailhos, a Héctor Amodio Pérez le entregan 3000 para que las escondiera en una chacra que por entonces arrendaba en la zona de Pando. El 30 de junio de ese año, en circunstancias confusas, Amodio es detenido por primera vez. En la cárcel se le pide que haga un mapa indicando el lugar donde escondió las libras, pero los planos eran siempre equivocados y las monedas de oro nunca aparecieron.(12)

Segunda caída y rendición

El 6 de setiembre de 1971 Héctor Amodio Pérez es uno de los 106 tupamaros que se fugan del Penal de Punta Carretas. Ya afuera es desplazado de los cargos de dirección. Se vuelve pesimista y pide ser sacado del país e ir a Chile. En ese ínterin, el 24 de febrero de 1972, es capturado por segunda vez. Inmediatamente después de ser detenido, le dice al jefe de la patrulla militar: “Te la hago cortita y al pie. Les entrego la cárcel del pueblo, a todo el MLN-Tupamaros, yo sé a quién tocar y cómo tocar, a cambio de mi libertad y la de mi compañera Carmela (alias de Alicia Rey Morales) en un país donde se hable español”. Héctor Amodio Pérez cumplió con creces; los militares también.

Cumple y le cumplen 

Si bien existen testimonios de personas que aseguran haber visto a Héctor Amodio Pérez en Buenos Aires entre 1974 y 1975 trabajando junto a grupos de tareas de la represión, no parece ser que haya sido así. Existe casi certeza de que en noviembre de 1973 Héctor Amodio Pérez y Alicia Rey Morales viajan a España. Lo hacen vía Brasil, acompañados por quien luego sería Comandante en Jefe del Ejército, el entonces coronel Juan Vicente Queirolo.(13). Antes, obvio, había terminado de consumar su traición, esto es, entregar todo lo que conocía del MLN-Tupamaros y hacer, por un lado una evaluación de la coyuntura política en la que, premonitoriamente -aunque ahora me pregunto si en su elaboración no habrá colaborado Alicia Rey Morales, quien sin dudas tenía muchísima mayor capacidad política que su compañero-, decía que si las causas que habían dado origen al nacimiento del MLN no eran resueltas a la larga la izquierda iba a ser gobierno en el Uruguay, y por el otro un análisis de las capacidades y debilidades de los tupamaros más relevantes, conceptos que 40 años después vuelve a repetir en la carta que envió desde España unas semanas atrás.  

El fantasma

Héctor Amodio Pérez y Alicia Rey Morales parecen haberse desvanecido. A la traición de ambos se suma la de Mario Píriz Budes, para algunos más relevante en el desmantelamiento del MLN, por lo menos en lo que respecta a su estructura en el interior del país. Después será el turno de los traidores del  Partido Comunista. La situación política uruguaya es tan caótica que nadie parece recordarlos. Sin embargo están ahí. En 1976, año en la que la pareja se disuelve, Héctor Amodio Pérez es visto varias veces en Madrid, en el Colegio Mayor, en el bar La Castellana, en una oportunidad en compañía de Miguel Sofía, integrante del Escuadrón de Muerte.(14) También frecuenta la embajada de Uruguay; el embajador es Jorge Pacheco Areco.(15)
Pasan luego 7 años, hasta que en 1983 lo ven en Madrid, en los alrededores del Ministerio de Guerra. Ha vuelto a ser el de antes, anda muy bien vestido; la traición, cada vez más lejana en el tiempo, lo hace sentir seguro.(16)  
Al año siguiente se produce lo de Edén Pastora en Costa Rica. Desde el Uruguay el comisario Alejandro Otero dice no tener dudas de que es Amodio el que le ha puesto la bomba al ex sandinista. Pero se equivoca. Es una operación, y aunque viene de Suecia, los autores son uruguayos, de la agencia de noticias Conosur Press.(17)

Expiación

Tengo casi plena certeza que la carta que recibieron los tres diarios de Montevideo fue escrita por Héctor Amodio Pérez. Es más, su reaparición no me sorprendió demasiado.(18)
Pero, ¿qué motivos puede tener un hombre como él para romper un silencio de 40 años?
Por supuesto que no descarto que atrás de esto haya alguna intencionalidad política o una operación de inteligencia. Sin embargo, me inclino a especular que se trata de una cuestión mucho más personal, de índole existencial o moral.
Desde ya que no es para asegurarse un lugar en la historia. Por eso, en un primer momento pensé que siente y tiene necesidad de justificar sus actos, de mitigar, aunque sea en parte, su responsabilidad. De hecho, en la carta reconoce su traición, dice que colaboró, un poquito, como otros, como tantos, quizás más, pero tampoco es para tanto, el tiempo cicatriza, diluye.
Pero si es cierto lo que dijo Napoleón Bonaparte de que “Si existe un pecado imperdonable es el de la traición, pues acompaña al que lo comete hasta el día de su muerte”, Héctor Amodio Pérez siente que su vida se termina y que antes de irse necesita borrar las culpas, purificarse de ellas.

 

Notas

(1) Pereira, Marcelo; La Diaria del 14/04/2013; en ladiaria.com.uy/articulo/2013/4/sin-saber-quien-ni-por-que/
(2) Ibíd.
(3) Ibíd.
(4) Fontana, Hugo; La piel del otro; Montevideo, Cal y Canto, 2000.
(5) Ibíd.
(6) Información propia; fuente confidencial.
(7) Weber, Gaby; Des-información del Mossad; en gabyweber.com/dwnld/artikel/mossad/desinformation_cukurs_es.pdf
(8) Ibíd.
(9) Silva, Marcelo; El baúl de Yahvé; Montevideo, Carlos Álvarez Editor, 2010.
(10) Ibíd.
(11) Ibíd.
(12) Al precio actual del oro, las 3000 monedas valdrían U$S 930.000 aproximadamente.  
(13) Lessa, Alfonso; Estado de guerra; Montevideo, Debate, 2010.
(14) Fontana, Hugo. Op. cit.
(15) Ibíd.
(16) Ibíd.
(17) Ibíd.
(18) Hace más o menos un año investigo la vida de Héctor Amodio Pérez con el propósito de algún día poder realizar un documental. En este tiempo he tenido decenas de encuentros y entrevistas. El mes pasado, en el transcurso de una de ellas, mi interlocutora, la más rigurosa investigadora de nuestro pasado reciente, me sugirió que no descartara la posibilidad de entrevistar al mismísimo Amodio. “Vive y quiere hablar”, me aseguró. Esa es la principal razón que me lleva a creer que la carta es auténtica.

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Rodrigo Morales Bartaburu. Artículo publicado el  19/04/2013 en el semanario 20/Once de Paysandú (Uruguay).

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