sábado, 27 de julio de 2013

La entrevista a Héctor Amodio Pérez

La entrevista completa (dividida en cinco bloques temáticos) que le hizo Gabriel Pereyra a Héctor Amodio Pérez en España la podés ver en los siguientes link:

Bloque 1 – “Los comienzos”
http://www.youtube.com/watch?v=Mw5PfZN4qLs

Bloque 2 – “La decadencia”
http://www.youtube.com/watch?v=CDCncu4NHDo

Bloque 3 – “El principio del fin”
http://www.youtube.com/watch?v=G8u-ksxIulM

Bloque 4 – “Pacto o traición”
http://www.youtube.com/watch?v=NFmB16zqX_Y

Bloque 5 – “España”
http://www.youtube.com/watch?v=aZRt9AXqE2o

jueves, 25 de julio de 2013

Héctor Amodio Pérez después de un silencio de 40 años: Apareció, habló y mintió

Héctor Amodio Pérez en 2013  
El silencio de cuarenta años se convirtió en verborragia. Héctor Amodio Pérez habló extensamente en un lugar secreto ubicado “en las cercanías de Madrid” con el enviado de El Observador y VTV. Al momento de explicar qué fue lo que hizo para lograr que los militares lo dejaran en libertad junto a su compañera mientras el resto de sus compañeros sufrían cárcel y tortura, el relato se hundió en un mar de contradicciones. Su intención de reconstruir la historia de su traición resultó un fiasco. A mi juicio vuelve a tomar fuerza la teoría de que colaboraba con las fuerzas represivas desde antes de ser detenido por última vez.   


El reportaje era más que previsible. Luego de que El Observador, a través de un trabajo -riguroso a mi entender- del periodista Gabriel Pereyra lograra establecer que las cartas recibidas por tres diarios (La Diaria, El País y La República) y un semanario (Brecha) de Montevideo por quien decía ser Héctor Amodio Pérez habían sido efectivamente escritas y enviadas por él, todos supimos que de ahí en adelante las “primicias” que pudiera aportar el enigmático ex líder tupamaro iban a ser exclusivas del periódico que dirige Ricardo Peirano. Y así ocurrió. El Observador, huérfano al principio de las cartas de Amodio, fue al final el único que las publicó dado que sus colegas, que desde hacía un par de meses las tenían en su poder, no lo habían hecho aduciendo cuestiones deontológicas como por ejemplo la imposibilidad de verificar que el autor fuese quien decía ser, aunque debemos convenir que por motivos que en algún caso puedo presumir, ningún de esos medios gráficos pareció poner un excesivo esmero por investigar o verificar el origen de las misivas. A la vez, Gabriel Pereyra admitía públicamente haber establecido contacto directo con Amodio Pérez.
El último capítulo de la saga (al menos por ahora, porque mucho me temo que más temprano que tarde llegará un libro… o varios) tuvo lugar el pasado jueves 11 de julio cuando la edición de El Observador -que se agotó- vino acompañada de un suplemento especial de 12 páginas con lo medular de la charla de seis horas que en “las cercanías de Madrid” Gabriel Pereyra mantuvo con Héctor Amodio Pérez. Ese mismo día, a la noche, la entrevista -que también había sido filmada- fue trasmitida por VTV en una versión compactada de dos horas y medias de duración y dividida, al igual que la escrita, en cinco bloques temáticos: “Los comienzos”, “La decadencia”, “El principio del fin”, “Pacto o traición” y “España”.                

Sin arrepentimiento
Unos meses atrás, en plena discusión sobre si la carta –porque entonces sólo había llegado la primera de las seis y su contenido se conocía por trascendidos- era o no de Héctor Amodio Pérez, escribí un artículo en este semanario del que quiero rescatar un par de conceptos desgranados sobre el final del mismo. Uno tiene que ver con la casi absoluta seguridad que tenía entonces de que el autor de la misiva era el ex tupamaro: “Tengo casi plena certeza que la carta que recibieron los tres diarios de Montevideo fue escrita por Héctor Amodio Pérez. Es más, su reaparición no me sorprendió demasiado.”(1) Y a reglón seguido, bajo el subtítulo Expiación, escribía: “¿Qué motivos puede tener un hombre como él para romper un silencio de 40 años? Por supuesto que no descarto que atrás de esto haya alguna intencionalidad política o una operación de inteligencia. Sin embargo, me inclino a especular que se trata de una cuestión mucho más personal, de índole existencial o moral. Desde ya que no es para asegurarse un lugar en la historia. Por eso, en un primer momento pensé que siente y tiene necesidad de justificar sus actos, de mitigar, aunque sea en parte, su responsabilidad. De hecho, en la carta reconoce su traición, dice que colaboró, un poquito, como otros, quizás más, pero tampoco es para tanto. Pero si es cierto lo que dijo Napoleón Bonaparte de que ‘Si existe un pecado imperdonable es el de la traición, pues acompaña al que lo comete hasta el día de su muerte’, Héctor Amodio Pérez siente que su vida se termina y que antes de irse necesita borrar las culpas, purificarse de ellas”.(2)
La convicción que tenía en abril de que la carta (luego fueron más) era de Héctor Amodio Pérez fue efectivamente acertada porque, entre otras razones, una fuente muy calificada me había confiado a fines de 2012 que “Amodio vive en España y quiere hablar”.(3) Contrariamente, todos los nuevos elementos de juicio que se conocieron desde que escribí el anterior artículo hasta ahora -el contenido textual de las seis cartas, las 15 preguntas a Amodio publicadas en la web de El Observador que el ex tupamaro respondió, los artículos de Gabriel Pereyra dando cuenta de los contactos que mantenía con él, la entrevista realizada en España, en versión papel y también televisiva (donde además de lo que dijo se pudo analizar la gestualidad, los silencios, las posturas; en otras palabras, el cómo lo dijo)- me llevan a descartar la hipótesis que arriesgué entonces del hombre atormentado en su laberinto de mentiras que viéndose cerca del fin pretende alejar sus demonios expiando sus culpas. Pero no es posible conseguir el perdón -o al menos intentarlo- sin antes reconocer las faltas, y en ese sentido, por lo que se lee y se ve en la entrevista, Héctor Amodio Pérez no muestra el menor signo de arrepentimiento. Es más, en los momentos claves trata de tontos a sus interlocutores -lectores y televidentes- al asegurar que Alicia Rey Morales y él fueron liberados debido a su habilidad para engañar a los militares haciéndoles creer que los “papeles que arregló” no sirvieron para nada, no perjudicaron a ningún compañero. Sobre este punto en particular, tras leer la entrevista, un amigo que vive en París me escribió: “Esa imagen que (Héctor Amodio Pérez) pinta de las FFAA o de los oficiales del batallón Florida, medio ingenuas, a las que puede engatusar fácilmente, se me hace tan difícil de creer. Un tipo como él, sindicado como un jefe importante es favorecido con la libertad, cambios de identidad y documentación falsa así como viaje al extranjero sin haber entregado nada, se hace muy pero muy difícil de aceptar”.

El cangrejo debajo de la piedra
Muchos cuestionamientos y reflexiones que Héctor Amodio Pérez hace en las primeras dos partes de la entrevista (“Los comienzos” y “La decadencia”) donde aborda temas como los planes, las estrategias y la oportunidad y conveniencia de ciertas operaciones del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) son materia opinables e incluso, en ciertos aspectos, compartibles. También, y justo es decirlo, su aparición incomoda a los “históricos” del MLN-Tupamaros, porque hasta ahora era él quien cargaba con todos los lastres, los que le correspondían y los que no le correspondían, al menos no exclusivamente, como el tema de la entrega de la Cárcel del Pueblo, donde todo se centra en la dicotomía Héctor Amodio Pérez-Adolfo Wassen Alaniz mientras se olvida que el arteramente engañado fue Rodolfo Wolf, a quien llevaron a desempeñar un rol tan involuntario como central en ese traumático episodio.

¿A cambio de qué? 
Un buen tiempo atrás, el actual presidente de la República, José Mujica, señaló que la traición de Mario Píriz Budes (alias “Tino”) fue mucho más perjudicial y destructiva que la de Héctor Amodio Pérez en la desarticulación del MLN-Tupamaros. Píriz Budes, quien desde hace años vive en Rivera, donde milita en el Partido Colorado y trabaja como periodista, entregó con pelos y señas toda la estructura de la organización en el interior del país. Aunque hasta ahora siempre se ha negado a ser entrevistado sobre su pasado tupamaro, fuera de micrófonos el “Tino” admite sin rodeos que al ser detenido “negoció” su libertad con los militares a cambio de información. Y él sí que tenía de la buena, fundamentalmente porque conocía al dedillo la estructura fuera de Montevideo, donde todavía los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas no habían podido penetrar tanto como en la capital. 
Cuando el 23 de abril de 1972 el Ejército detiene a Héctor Amodio Pérez, el MLN-Tupamaros se encontraba prácticamente destruido. Es cierto que algunos de sus máximos dirigentes, como Sendic y Marenales, todavía se mantenían clandestinos, pero la estructura estaba tan golpeada y maltrecha que su definitiva derrota era cuestión de meses, no de años. 
El caos que reinaba en la organización lo viví personalmente, cuando a fines de mayo de 1972 (un mes después que cayera Héctor Amodio Pérez) quedamos aislados y a la deriva en los montes de la horqueta que hace el Queguay grande con el chico, sin líneas de contacto con Paysandú, donde la debacle era total. Descartado que Amodio Pérez haya sido tan astuto como para engañar al Ejército para que los liberaran (a él y a Alicia Rey Morales) a cambio de nada, como nos quiere hacer creer en la entrevista de El Observador/VTV, quedan dos opciones, que haya entregado mucha y muy valiosa información o, y esta es mi teoría, que fuese colaborador desde antes. Si como se sabe ahora el responsable de revelar dónde estaba ubicada la Cárcel del Pueblo fue Adolfo Wassen Alaniz, la información que Héctor Amodio Pérez tenía a fines de abril de 1972  para ofrecerle a las Fuerzas Armadas no valía ni siquiera su libertad, menos aún la de él y su compañera. Toma entonces mucho más fuerza la sospecha de que actuaba como un topo. Resta saber desde cuándo lo era y  qué pasó con las libras (¿tal vez compraron alguna voluntad militar corrupta?), porque la explicación que dio en la entrevista es tan ingenua que no soporta el análisis de un niño de seis años Y también qué relación tuvo/tiene con José “Nino” Gavazzo, amigos del barrio y la juventud. 
Héctor Amodio Pérez fue más creíble y aportó puntos de vistas interesantes para contrastar con la “historia oficial” en las cartas, en la primera básicamente, que en la entrevista del pasado jueves 11 de julio. Ahí, cuando llegó la hora de explicar lo difícil, las dudas y las sospechas quedaron como estaban. Si su decisión de aparecer y hablar tras 40 años de silencio es, según sus propias palabras, para establecer la verdad de sus actos, quedó todo en el debe. Para mí sigue siendo Iscariote.  
     
Notas:
(1) Ver 20once del 19/04/2013; “Regreso sin gloria”; páginas 5 y 6.  
(2) Ibídem
(3) Tenía intención de dar a conocer el nombre de mi fuente; al final de cuentas el mérito de mi aseveración es de ella, no mío. Pero para hacerlo debo contar con su consentimiento, lo que me resultó imposible de conseguir dado que se encuentra en el exterior del país y al momento entregar esta nota todavía no ha respondido el mail que le envié.    

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Rodrigo Morales Bartaburu. Artículo publicado el 19/07/2013 en el semanario 20/Once de Paysandú (Uruguay).

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