jueves, 17 de febrero de 2011

Paysandú industrial: Los idus del ‘40

Fachada sur de la textil Paylana,
 con su tradicional tanque de agua. 
No es posible explicar el Paysandú industrial sin antes comprender que fue la consecuencia de un proceso anterior, incluso decimonónico. Una multiplicidad de factores se conjugaran en las décadas del ‘40 y el '50 para concretar el boom. Paradójicamente cuando el país ya no tenía lugar en el mundo.

El término “Belle époque” se acuñó en Francia para definir -desde una óptica eurocentrista, por supuesto- el período transcurrido entre el fin de la Guerra Franco-Prusiana (1870) y el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914). Se trató de un tiempo de fermento y concreciones pautado por el definitivo afianzamiento de los Estados nacionales, en el cual el positivismo (confianza absoluta en la ciencia que puede explicar todo) fue la filosofía dominante y su inevitable conclusión marcó la doctrina y la acción de los hombres de la época: progreso ilimitado gracias a las innovaciones tecnológicas.
Ese mundo ilusoriamente certero se hizo añicos el 28 de junio de 1914 con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero al trono austrohúngaro. Pretexto del agonizate doble imperio para el inicio de las hostilidades con Serbia, el 1 de agosto con el ingreso de Rusia por razones de "solidaridad paneslava", deriva en un enfrentamiento armado a escala europea para, finalmente, transformarse en la Primera Guerra Mundial.
Curiosamente, el imaginario colectivo dominante en Paysandú ubica la “Belle époque” del departamento muchos años más tarde, en un espacio temporal que no suele precisarse con demasiada exactitud pero que el grueso de los habitantes sitúa entre 1940 y fines de 1960 cuando de aquel “mundo lógico y previsible” nada o casi nada quedaba. Convertida entonces en la segunda ciudad industrial del país, los sanduceros continúan hasta el día de hoy añorando aquellos “años dorados”. Se trataba, según el relato mayoritariamente aceptado, fundante a su vez (o en todo caso funcional a él) del mito del “Espíritu de Paysandú”, de una sociedad mesocrática e integrada en la que abundaba el trabajo, calificado y no, pero en ambos casos relativamente bien remunerado, donde el Estado cumplía con relativa eficiencia los roles de asignar recursos y amortiguar diferencias, y en la que las tensiones entre capital y trabajo -cuando por alguna eventualidad aparecían- se solucionaban a través del diálogo responsable entre las partes.
Si bien es cierto que las fábricas que luego se transformarán en iconos de la pujanza sanducera fueron fundadas en la década de 1940, Azucarera del Litoral S.A. (Azucarlito) en 1943, Paysandú Industrial Lanera S.A. (Paylana) en 1946, Cervecería y Maltería Paysandú S.A. (Norteña) en 1947 y Paysandú Industrias del Cuero S.A. (Paycueros) en 1948, la actividad manufacturera en el departamento es muy anterior a ese decenio.


Prenda perdida


Hacia 1890 el conjunto de los saladeros uruguayos sacrificaba una media de 500.000 vacunos anuales, cifra que se dividía en partes casi iguales entre los ubicados en Montevideo y el Litoral. De los ocho saladeros de esta última zona que trabajaban con regularidad, los tres más importantes por conjunción de volumen de faena e infraestructura industrial estaban instalados en Paysandú: Guaviyú de Pedro Piñeyrúa, Casa Blanca (hasta 1890 en propiedad del porteño Carmelo Libarós, en 1891 éste se lo arrienda a Pedro Piñeyrúa, que realiza ese año la faena, y en 1892 se lo vende a Martín Etchebarne, a cuyo cargo quedará hasta 1927) y Nuevo Paysandú de Alberto Santa María e hijos. En esos años estos tres establecimientos aglutinaron alrededor del 80% del total de la matanza de la región con destino a la elaboración de tasajo.
Poco más de una década después y pese a que por acción del centralismo montevideano que ya se hacía sentir el establecimiento Guaviyú había paralizado su actividad (quedó inactivo en 1902 al decidir Piñeyrúa concentrar toda la faena en su saladero de la capital del país), la industria cárnica sanducera continuaba ocupando un lugar preponderante en la economía de la región. Tan es así que cuando el 26 de setiembre de 1903 el presidente José Batlle y Ordóñez llegue a visitar Paysandú dedicará casi toda la jornada del 29 -la previa a su partida a Salto vía ferrocarril- a recorrer el saladero de los Santa María, que aparte de las importantes construcciones edilicias que albergaban un puerto con muelle propio sobre el río Uruguay, contaba con un significativo equipamiento industrial que incluía energía eléctrica generada por el propio establecimiento, calderas, motores a vapor y eléctricos, sección hojalatería -para la confección de envases que serían luego utilizados en la propia fábrica-, carpintería y herrería. Además del tradicional tasajo, el establecimiento de Nuevo Paysandú producía distintos tipos de carnes en conservas que eran exportadas, mayoritariamente al mercado británico, con la marca Lasso.(1)    
La aparición del frigorífico, el encarecimiento de la materia prima y problemas en los dos casi únicos mercados receptores del tasajo oriental, suba de aranceles de importación en Brasil y guerra entre España y Estados Unidos en Cuba, hicieron que a partir de los primeros años del siglo XX la industria saladeril ingresara en una crisis que evolucionará hasta convertirse en terminal. El estallido de la Primera Guerra Mundial y la casi inmediata decisión del gobierno británico de hacerse cargo de las compras de carne congelada y conservas (básicamente corned beef) para abastecer no sólo al Reino Unido sino también a la invadida Francia, provocaron una acelerada suba del precio de la hacienda vacuna. Fue el tiro de gracia para la vieja industria. En 1915 la actividad había prácticamente desaparecido en todo el Uruguay.
En los años y décadas posteriores fracasaron varios intentos por construir en Casa Blanca un establecimiento frigorífico exportador de magnitud. En 1927 el viejo saladero es adquirido por la Sociedad Anónima Industrias Unidas Casa Blanca, integrada mayoritariamente por inversores de origen rural con estancias en la zona de influencia de la planta. Pero la nueva empresa tuvo una marcha plagada de dificultades comerciales, económicas y financieras desde el principio. En 1937 debió realizar un acuerdo de producción con el Frigorífico Nacional, que desde 1929 operaba en Montevideo el establecimiento que había sido de la anglo-argentina Sociedad Anónima Compañía Sansinena de Carnes Congeladas. Ese mismo año, para capitalizar la fábrica de Paysandú, el presidente (dictador) Gabriel Terra y su ministro de Hacienda, César Charlone, aprueban por ley una emisión de títulos por $ 2.000.000 que se denominó Empréstito Interno Frigorífico Nacional, de los cuales $ 700.000 estaban destinados a la "Sociedad Anónima Industrias Unidas Casa Blanca afiliada al Frigorífico Nacional para ser empleado en la ejecución de las obras y la adquisición de maquinaria para la planta industrial de la referida filial".(2) Finalmente, en noviembre de 1944 el gobierno de Luis Batlle Berres dicta otra norma por la que se faculta al frigorífico estatal a adquirir el establecimiento sanducero.(3)
¿Por qué los impulsores de la “vorágine” industrial del ‘40 ni siquiera se plantearon iniciativas vinculadas a una cadena productiva como la cárnica que tenía sólida y antiquísima tradición en el departamento, si todos los proyectos de mayor envergadura finalmente concretados tuvieron que ver con el procesamiento de materias primas de origen agropecuario? No existe respuesta taxativa para la pregunta, sólo algunas presunciones -basadas más que nada en el sentido común- de cuál podría haber sido el razonamiento de las principales figuras que impulsaron la instalación de las industrias en la década del '40 para no embarcarse en un emprendimiento frigorífico.
1) Por entonces la actividad en el área del Río de la Plata estaba cartelizado por cuatro multinacionales globales, de las cuales tres tenían plantas en el Uruguay, las norteamericanas Swift y Armour en Montevideo y la británica Anglo del Vestey Group en Fray Bentos.
2) La frágil situación económica de Europa (y de Gran Bretaña en particular por ser el principal mercado receptor de las carnes rioplatenses) tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la política de limitación de importaciones de productos alimentarios que ya se empezaba a vislumbrar.    
3) Todas las iniciativas fabriles que se concretaron en el departamento en la década del '40 estuvieron insertas en el esquema de desarrollo del neobatllismo (o segundo batllismo o batllismo de Luis Batlle Berres, como se lo quiera llamar), basado en la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Es por lo tanto lícito suponer que los hombres que por aquellos años imaginaban al Paysandú de "chimeneas" estuvieran embuidos de esa visión que apostaba al mercado interno (lo cual no fue óbice para que después algunas de las fábricas adquirieran un marcado perfil exportador), es decir la antítesis de a lo que apuntaba la industria frigorífica.
4) Repasando las personas que en 1927 integraron el primer directorio de la Sociedad Anónima Industrias Unidas Casa Blanca encontramos a Carlos Fraschini y Pablo Ferrés, padres de Carlos Fraschini Teado y Ricardo Ferrés Terra, que tendrán una participación trascendente en la conformación de Azucarera del Litoral S.A., la pionera del '40 aunque no haya sido la primera en entrar en funcionamiento (lo hizo recién en 1950). Es probable que los progenitores de estos dos impulsores del ingenio azucarero hayan comentado con sus hijos las dificultades de la industria cárnica, e incluso que ellos mismos en su juventud advirtieran el descalabro de Industrias Unidas Casa Blanca. Bueno es recordar también que Pablo Ferrés, integrante de la firma montevideana Pedro Ferrés y Cía., dedicada a la importación de azúcar, propietaria de un saladero y fábrica de conserva en la zona de Punta de Yeguas y vinculada a la actividad financiera, además de ocupar un cargo en el directorio de Industrias Unidas Casa Blanca también fungía como gerente general de la empresa, lo que le otorgaba un conocimiento mucho más acabado de los entretelones del negocio.            
De todas maneras, más alla de las hipótesis, lo concreto es que a casi cien años de la desaparición de la industria del tasajo el departamento nunca más pudo recuperar la relevancia nacional y regional que había tenido en el sector de las manufacturas de carnes. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que se trató de la primer gran pérdida industrial de Paysandú.  


Malos tiempos, buenos tiempos


La crisis de la Bolsa de Nueva York en 1929 y la Segunda Guerra Mundial fueron dos acontecimientos que dejaron una marca indeleble en la economía del Uruguay de la primera mitad del siglo XX. El primero, al hacerse mundial, produjo cambios en la estructura y funciones del Estado oriental: en 1931 aparecieron las primeras regulaciones en materia de cambios, comercio exterior y protección de la industria nacional; el segundo trajo aparejada una relativa y ficticia prosperidad.(4) Aunque en muy distinto grado, ambos sucesos incidieron en la conformación de lo que luego denominaríamos el “Paysandú industrial”.
Ese proceso de vertiginosa industrialización que transformará radicalmente la fisonomía sanducera es hijo directo de la Segunda Guerra Mundial, cuyos efectos sobre la economía y la estructura social de Paysandú en particular, y del Uruguay todo en general, provocaron:
1) Escasez de productos industriales y, por lo tanto, reducidas importaciones.
2) Mayor demanda y mejores precios de nuestras materias primas y alimentos, carne, lana, cueros y aceites.
3) Enormes volúmenes de exportación y reducidas importaciones significaron saldos favorables de magnitud en la balanza comercial.
4) Desarrollo de industrias sustitutivas de importaciones para abastecer la creciente demanda interna.
5) Desarrollo de industrias de exportación para satisfacer necesidades de los países beligerantes (por ejemplo aceites industriales de lino).
6) Disponibilidad de capitales nacionales que por razones obvias no podían gastarse en artículos suntuarios importados.
Pero para poder entender en globalidad por qué este proceso de industrialización tuvo en Paysandú un vigor que no se repitió en ningún otro lugar del interior del país es preciso que nos detengamos en dos particularidades autóctonas que operaron en conjunto potenciándose: una nada despreciable experiencia industrial anterior y una “burguesía local” radicada en el lugar y dispuesta a sumir riesgos empresariales que hoy se considerarían absurdos.


Capital y riesgos


El patrimonio de la mayoría de los principales empresarios locales que impulsaron la industrialización del ‘40 no estaba ni por asomo a la altura del desafío que se habían planteado. Abundan las evidencias de los riesgos que asumieron. Y no a todos les fue “bien”. El caso más emblemático en este sentido lo constituyó Pedro Harguindeguy, integrante del directorio de Azucarlito desde la fundación del ingenio y hasta su muerte. En el primer año de esa industria, cuando la remolacha era por estos lares un cultivo si quiere exótico, Harguindeguy sembró por su cuenta y riesgo en su estancia de la zona de Valdez la totalidad del área agrícola. Sin antecedentes ni experiencia anterior, la cosecha resultó muy mala. Tuvo, a su vez, la iniciativa personal de construir desde cero en la manzana ubicada entre las calles 25 de Mayo, Juncal, Ituzaingó y Europa (ahora Felippone) la aceitera Indhar (Industrias Pedro Harguindeguy S.A.), en un principio pensada exclusivamente para procesar lino.(5)
Respecto al origen de los capitales que impulsaron el desarrollo industrial de la década del '40 por lo general es atribuido al interés de un grupo de empresarios locales por convertir a Paysandú en un centro industrial "a partir de un sentido de pertenencia de tipo territorial/comunitario, el que llevaba implícito el objetivo de un desarrollo local en el sentido de la mejora de la calidad de vida de todos los habitantes".(6) Sin perjuicio de lo anterior, para Luis Thomasset Blanco, ex presidente de la Asociación de Productores de Leche de Paysandú, el grueso de los capitales que impulsaron la industrialización sanducera provenían del sector agropecuario, que “buscaron resolver la situación de crisis económica del sector ganadero, transfiriendo sus inversiones unos al sector industrial y otros al sector financiero”.(7)
El traspaso de los excedentes ganaderos -actividad vinculada fuertemente a la exportación- a la industria para el mercado interno es la hipótesis más aceptada para explicar las causas del despegue industrial en el Uruguay a partir de la década del ´30. De todas maneras no podemos dejar de señalar que otras investigaciones sostienen que las inversiones provinieron principalmente de capital acumulado por la propia industria.(8)
Otro elemento que jugó un papel determinante en la conformación del capital de por lo menos dos de las industrias (Paylana y Paycueros), pero del que poco y nada se sabe y, además, nunca se lo menciona, tal vez porque se lo considere socialmente vergonzante, tiene que ver con el origen del patrimonio que en 1946 aportaron básicamente los Boca (que también tenían intereses en el sector curtiembre en Argentina) y los  otros inversores de Milán y Turín, que podrían haber estado de una u otra manera vinculados al fascismo o al temor de que la península cayera bajo la órbita soviética.(9)


De acá

La idea de hacer una fábrica de cerveza surgió durante un paseo de fin de semana por el río Uruguay a instancias de un ingeniero industrial especializado en frío que se encontraba en Paysandú por razones particulares.(10) En pocos días se hicieron los indispensables análisis de la calidad del agua, se compró el terreno y enseguida se montó una improvisada oficina donde los interesados podían adquirir acciones de la novel sociedad anónima: Cervecería y Maltería Paysandú. El ingeniero, que había llegado al Uruguay a montar las cámaras del Frigorífico Canelones, interesó a los Ameglio a participar del nuevo emprendimiento cuyo primer presidente fue el arquitecto Nicolás F. Máscolo. Fue la única de las cuatro “mega fábricas” que perteneció en un cien por ciento a capitales nacionales, y hasta su venta en 1968 al grupo alemán Oetker, todas las decisiones empresariales se tomaron en Paysandú, donde hasta ese momento funcionó su directorio y su gerencia general. Esa fue otra de las características que distinguió el proceso. Aún en las otras industrias donde la participación extranjera fue más o menos relevante, los franceses del grupo Béghin en Azucarlito e italianos en un principio en Paycueros y Paylana, la presencia de los empresarios sanduceros dentro de los directorios le otorgaron una fuerte impronta local, consustanciando (o en todo caso intentando hacerlo) los objetivos y el destino de las fábricas con los de la comunidad en la que estaban enclavadas.          


Referencias:


(1) En 1908 los Santa María le vendieron a una empresa de Buenos Aires la hojalatería y la maquinaria para elaborar carnes conservadas. Su última faena tasajera fue la de 1913. En el lugar, donde ANCAP posteriormente construyó la planta de alcoholes y los depósitos de combustibles, aún se conserva la chimenea, parte de la casa de los propietarios y rastros de los corrales y otras instalaciones del saladero. Lamentablemente nadie se ha preocupado demasiado por salvaguardar ese patrimonio histórico. Eduardo, uno de los hermanos Santa María, murió en Paysandú en la (casi) indigencia en la década del ‘40.

(2) Artículo 2º de la ley 9677 del 03/08/1937. El texto completo en www.parlamento.gub.uy.

(3) Ley 10557 del 22/11/1944. El texto completo en www.parlamento.gub.uy.

(4) Los contemporáneos no lo advirtieron, quizás no podían hacerlo. La Segunda Guerra Mundial no hizo más que dilatar lo inevitable: ya por entonces el Uruguay era un país “sin lugar en el mundo”. Ocurrió en la década del ‘20 y se concretó a principios de la del ‘30 cuando el sistema mundial de comercio británico, que nos había dejando una hendija por donde insertarnos, colapsó. La Conferencia Imperial de Ottawa de 1932 cambió las reglas de juego al privilegiar el comercio entre la metrópoli y sus dominios. Otro dato para corroborarlo: en 1875 el Uruguay tenía 450.000 habitantes; en 1900 algo más de 900.000. El censo de población de 1908 indicó que éramos 1.041.000 y en 1930 llegamos a los 2.000.000. En el lapso que media entre estos dos últimos años la corriente inmigratoria fue la de mayor intensidad de la historia, registrándose el ingreso genuino (esto es descontando los emigrantes, mayormente a Argentina) de 881.480 personas en apenas veintidos años. En 1930 la inmigración cesó por completo, cuando los habitantes del Uruguay eran casi dos millones. Hoy apenas somos tres millones y monedas, es decir que en 80 años no hemos podido duplicar la población.

(5) Para afrontar a sus múltiples acreedores, a mediados de la década de 1960 Pedro Harguindeguy debió vender su estancia de Valdez, zona de riquísimo potencial agrícola ubicada apenas a unos 30 quilómetros de Paysandú capital. Lo hizo con el apoyo de Azucarera del Litoral S.A. en fracciones de entre 150 y 200 hectáreas. Para tener una magnitud del valor actual de la propiedad digamos que ronda entre los 18 y los 20 millones de dólares americanos.

(6) Leal, Jorge. Ver bibliografía.

(7) Al citar el sector financiero Thomasset se refiere a la fundación del Banco del Litoral. Esta institución, cuyo directorio siempre estuvo radicado en Paysandú, tuvo un fuerte crecimiento en toda la región de la costa del río Uruguay, absorbiendo bancos pequeños de distintas localidades. También abrió sucursales en Montevideo. Por entonces había cambiado en algo su nombre: se llamaba Bancos del Litoral Asociados. En 1982, en plena dictadura militar, la institución fue vendida (aunque más bien habría que decir "regalada") al Banco Santander luego de que el Banco Central del Uruguay (BCU) presionara a los directores del Banco del Litoral con mandarlos a la cárcel si no aceptaban la oferta de los españoles. Tras el retorno de la democracia nunca se investigó este oscuro episodio, que según siempre se sospechó habría enriquecido indebidamente a José Gil Día, entonces presidente del BCU.    

(8) Bértola, Luis. Ver bibliografía.

(9) Sólidas fuentes testimoniales me inclinan a dar por buena la segunda de las hipótesis planteadas, aunque aún así la primera no se invalida. Numerosos testimonios que he recogido señalan, por ejemplo, que Bruno Ugliengo, el italiano que en representación de los capitales de ese origen se desempeñó como primer gerente general de la textil, no ponía demasiado empeño en ocultar su admiración por el régimen de Mussolini.  

(10) La anécdota me fue comentada por Juan Carlos Fraschini, hijo de Julio César Fraschini, uno de los fundadores e integrante del directorio en forma ininterrumpida desde la fundación hasta su venta al grupo Oetker.


Bibliografía:


Bértola, Luis. La industria manufacturera uruguaya 1913-1961: un enfoque sectorial de su crecimiento, fluctuaciones y crisis. Montevideo, Facultad de Ciencias Sociales (Udelar), 1991.

Faraone, Roque. De la prosperidad a la ruina. Montevideo, Arca, 1987.

Jacob, Raúl. Los grupos económicos en la industria cervecera uruguaya: Una perspectiva histórica. Montevideo, Facultad de Ciencias Sociales (Udelar), 1999.

Leal, Jorge. La crisis de la sociedad salarial, un complejo tránsito desde la integración hacia la vulnerabilidad social: el caso de Uruguay. Granada (España), Editorial de la Universidad de Granada, 2010.

Morales Bartaburu, Rodrigo. Del saladero nacional al frigorífico extranjero. Paysandú, Edición electrónica (rodrigomoralesbartaburu@blogspot.com), 2010.

Narancio, Edmundo y Capurro Calamet, Federico. Historia y análisis estadístico de la población del Uruguay. Montevideo, Peña y Cía, 1939.

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Rodrigo Morales Bartaburu
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.
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lunes, 7 de febrero de 2011

Luis Thomasset Blanco: “Otro Paysandú fue posible”

Entrevista de Jorge Azziz

Ingenio de Azucarera del Litoral S.A. (Azucarlito).
Foto de la década de 1950.
Portador de una prolongada y valiosa actividad gremial a nivel local, pero con indudable proyección nacional, Luis Thomasset Blanco es una persona muy vinculada al quehacer productivo de Paysandú. Nos recibió una noche en su casa, con brasero en el piso de la cocina y tabaco sobre la mesa. “Me parece que hay muchas personas que están más capacitadas que yo para hablar de Paysandú”, se ataja diciendo. “No soy sanducero, llegué en 1955, y lo que conozco es lo que he ido haciendo a lo largo de mi vida. Es curioso como sin ser de acá pude llegar a fanatizarme tanto por la gente de un departamento, pero tuve la suerte de conocer a gente como el ‘negro’ Cejas Duarte, por decir uno”.
La cosa venía para largo y desde muy lejos. “En aquellos años la gente de Paysandú imponía un respeto, una sensación de querer aprender algo de ellos, era diferente”. Y así fue.

- ¿Cuándo fue eso?
- Creo que el esplendor de Paysandú se manifestó en las inundaciones del ‘59. Ahí vimos la dimensión de nuestra sociedad, que era muy diferente al resto del país. Lo cual tiene sus motivos. Un departamento con diferentes historias mirando desde el punto de vista de sus defensas, que fueron varias aunque solemos centramos en Leandro Gómez.
Paysandú siempre asumió como protagonista la defensa de algunas cosas. Pese a ser un departamento “invadido” por múltiples culturas han convivido juntos judíos, rusos, alemanes, italianos, españoles y muchos otros. Era una sociedad, y hablo en pasado porque hoy no es ni parecido. Había patrones que no tenían ningún problema en pasar por la esquina de 18 y 33 -donde estaba el lustrabotas- y se saludaban “¿cómo andás loco?”; y estaba el otro que vendía diario y había un sentido de hermandad. Por eso era tan normal el "¿qué hacés, cómo andas hermano?" En el ‘59 esa fraternidad se manifestó claramente, todo el mundo salió a salvar a todo el mundo: un obrero pierde la vida cuando en un tractor trataba de auxiliar a una persona anciana que no quería salir de su rancho. Uno empieza a mirar para atrás y encuentra épocas de oro, no en lo económico que se manifestó más tarde. Esa fue la preparación, en la década del ‘30, con las formas asociativas, cooperativas de trilladores, de esquiladores, sindicatos rurales.
- Hubo por esos años algunos personajes muy importantes que ahora están medio olvidados, como Horacio Meriggi. ¿Estás de acuerdo?
- Vos sabes que no creo que estén olvidados, ¡ojalá lo estuvieran! Pienso que no queremos reconocer que tuvimos gente de gran valor, que construyeron una sociedad muy diferente a la del resto del país. Que había una identidad bien clara y no era por temas religiosos ni filosóficos. Entre ellos está Meriggi, por supuesto, pero creo que él hizo lo que hizo porque acá ya había un antes. Si Meriggi no se hubiera encontrado con la gente de Paysandú capaz que no hacía nada.
- ¿Cuándo sitúas su momento de mayor auge?
- De memoria, entre el ‘30 y el ‘40. Como le ocurre a casi todas las personas interesantes, Meriggi no supo delegar, se fue y no dejó a nadie que siguiera su obra; es un error muy nuestro no saber delegar. Es casi una obligación de acá al futuro ir transfiriendo las experiencias para que viendo los errores otros los puedan corregir. Meriggi fue sin dudas muy importante. Impulsó las primeras colonias, como la San José, que hoy es Guaviyú, con fracciones importantes y adjudicadas en propiedad por lo menos en parte; las cooperativas agrarias, las cajas rurales diseminadas en varios puntos del país, que eran un sistema casi bancario; de hecho después se transforman en bancos. Mirado desde hoy, que hay computadoras y teléfonos celulares, es difícil imaginar cómo hicieron ellos. Cuando uno dice costa de Sacra, por ejemplo, piensa en el Sacra de hoy, miramos con la vista sesgada a los asentamientos y no vemos el Sacra al este de la ruta 3, en donde en una seca brutal allá por el ‘30, esa zona abasteció de fardos de alfalfa a lugares como Rivera.
- En el caso de la costa de Sacra, ¿estaba también Meriggi?
- Estaba, pero yo no quiero resaltar mucho a Meriggi más allá de mi vocación hacia él. Con el viejo Aguilera profundizamos mucho en su obra. Si bien es cierto que fue un detonante, creo que la sociedad del medio rural de aquella época era capaz de formar un trabajo asociativo, de juntarse y sacarlo para adelante.
- ¿Qué origen tenía esa sociedad rural?
- En cada zona era diferente. En la Colonia 19 de Abril estaban todos los grupos de emigrantes: más acá italiano y hasta canarios, más allá los alemanes; todos convivían.  En la Colonia 19 de Abril es donde más se resalta la convivencia, estaban los judíos y quienes eran sus perseguidores, los alemanes. Cuesta mucho poder entenderlo, pero en cierta manera me acuerdo de que en un barrio muy humilde de Montevideo se tiraba una pelota de trapo para que jugaran los gurises y después se daba un refuerzo de mortadela. Y así se captaba el aprendizaje de que se podía compartir, aún en la pobreza.
- ¿Esa época es anterior al famoso desarrollo industrial de Paysandú?
- El desarrollo de Paysandú marca el estilo de personalidades, desinteresadas en parte e interesadas en otras, pero no hay dudas de que ganaderos de aquel entonces, por circunstancias buenas o malas, transforman lo que era la Caja de Ahorro Rural en el Banco del Litoral; con otra parte de sus capitales, esos mismos ganaderos se diversifican hacia lo industrial. Cuesta mucho distanciar el estilo capitalista de aquella época del de hoy. A la larga uno aprendió a respetar y valorar a personas con la que mantuvo enormes diferencias pero que con sus capitales fomentaron el trabajo, que de otra forma no habría sido posible. Y conjuntamente a esto el país tuvo la suerte de que en el mundo se pelearan los demás.
- ¿Qué recuerdos tenés de los ejidos de Paysandú? 
- No estuve, pero te puedo decir que el gran cambio lo da la remolacha. En las décadas del ´60 y ’70, cuando los pequeños plantadores de remolacha unen esa producción a los tambos se logra una combinación de mucho impacto.
- Está buena la asociación lechería-remolacha porque en esa misma época Paysandú era pionero en la leche pasteurizada.
- Paysandú había tenido la primera leche estabilizada del Uruguay, hasta hoy andan los envases por ahí. La cuenca lechera que ahora disfrutan los empresarios e industriales del sector se debe pura y exclusivamente a aquella gente que con el barro hasta las verijas ordeñaba y, luego, repartía la leche. En un momento la leche fue demasiada y los mismos productores resuelven crear la Cooperativa Lechera de Paysandú (Colepay). Hoy esa cuenca la disfruta otra gente.
- La simbiosis entre lechería y remolacha tuvo la virtud de ocupar importante cantidad de mano de obra. ¿Había mucha gente en aquel período en la sociedad rural?
- Si hoy quisiéramos volver a plantar remolacha no lo podríamos hacer por que no tenemos la gente, se fue. Esas culturas se han ido. El número de personas que trabajaba en las chacra y en la ciudad a partir de la remolacha era impresionante, sobre todo mientras su cosecha fue manual.
- ¿Cuál era el núcleo productivo de la remolacha?
- Los ejidos de Paysandú antes que nada; luego en algún centro poblado como Quebracho, pero en general se dio en las cercanías de la fábrica, Esperanza, Porvenir, Constancia. Después, los más atrevidos empezaron a ir más lejos.
- La otra parte. Para una ciudad tan importante y en crecimiento, la producción de alimentos también debió serlo. ¿O siempre fue chica la dimensión de lo que podemos llamar granja?
- La granja siempre fue chica. Una de las cosas que me asombraba muchísimo, porque fue parte de mi vida en Sauce (Canelones), era ver el trabajo de las yuntas de bueyes. Eran culturas muy diferentes. Acá en Paysandú las quintas que se hacían eran emprendimientos bien individuales y de alguna manera hereditarios, porque eran todos inmigrantes o hijos de inmigrantes. Tampoco nadie le dio a esa producción la importancia real que tenía. Desde que éramos niños la verdura pasaba desde Salto hacia el mercado modelo en Montevideo y después volvía. Indudablemente en la chacra y en la ciudad misma, salvo algún italiano, la quinta era algo poco importante. En aquel tiempo era más fácil comprar esas cosas que pensar en producirla.
- ¿La decadencia de la remolacha está atada al desgaste del modelo industrial de sustitución de importaciones que le dio inicio?
- El tema es muy conflictivo de analizar. Allá por el año 1965 si preguntabas en la Sociedad de Remolacheros por qué había que echar la misma cantidad de fertilizante triple 15 en todos los potreros, cuando se sabe que todos los potreros son distintos, te decían que no sabían pero que era lo que mandaban hacer los técnicos de Azucarlito. No sé qué tipo de intereses creados podía haber para que nadie se preocupara de un cultivo que indudablemente era la vida de Paysandú. Y cuando digo nadie, es nadie. No había preocupación por estudiar a fondo cuál era el problema. No puedo creer que la decisión política de retirar el subsidio a la producción haya sido tomada sin evaluar el desastre que podía generarse en toda la sociedad sanducera, que fue lo que en definitiva ocurrió.
- Tú particularmente participaste del esfuerzo que significó Paysandú Entre Todos. ¿Qué evaluación hacés de esa etapa?
- El movimiento no fue un esfuerzo sino la búsqueda de repuesta a este tema: ¿por qué se nos había venido la ciudad al suelo? Lo único que intentó, sin concretarlo, fue ver cómo podía hacerse para encontrar una punta de la madeja que permitiera revertir la situación. Pero creo que lo importante fue el diálogo dentro de nuestro pueblo, volvimos a ser gente al menos durante tres o cuatro años. Diálogo que contagió luego a varias ciudades más.
- ¿El Consejo Económico Social (CES) fue un producto del Paysandú Entre Todos?
- Pienso sin arrepentirme que debo decir las cosas tal cual son. En el movimiento discutimos durante mucho tiempo la posibilidad de integrarnos al CES. Sabíamos que era una repuesta política a la movilización de la gente. Si vos sacás varias veces a la calle varios miles de personas, alguna repuesta se debe dar. Y por ahí aflora el Paysandú 2015, por ahí sale el CES. Discutimos mucho, estábamos los trabajadores y los empresarios, cosas muy distintas. El negro Duarte siempre me decía: “Ojo Luis, ojo con los universitarios”. Habrá que descifrar qué quería decir. La clave puede estar hoy en lo que es la Agencia para el Desarrollo. Ahí nos traicionó el PIT-CNT, que la terminó votando. Creo que el CES era una gran  herramienta, pero hoy yo me pregunto qué cosa concreta ha logrado Paysandú en todos estos años, algo que realmente mueva a la gente a la ciudad, que genere empleo, cuando casualmente en el primer plenario del CES -y es algo que consta en actas- se señalaba que se lo crea para mejorar la calidad de vida y el empleo de los habitantes del departamento.
- ¿Te parece que por ser una herencia del Partido Nacional, el gobierno del intendente Julio Pintos le da poca importancia?
- Hay crisis en todas las instituciones, no puedo echarle la culpa a un gobierno. El problema es de la sociedad y ésta está representada en el club Barrio Obrero, en Litoral, en el PIT-CNT o en el Merendero del Puerto. Si los dirigentes que están al frente de las instituciones son los mismos desde hace años y años, ese dirigente tendrá la culpa de no irse a la mierda, porque debería irse, pero qué hace el resto de la gente. Los dirigentes han evitado que la gente joven se integre. Es como una cadena. No podemos decir “el CES no ha dado los resultados esperados”, si estamos con los retazos en la base que es la institucionalidad. Nos sacaron tres o cuatro dirigentes que hoy están en el sistema político y no supimos qué hacer.
- Algunos de los dirigentes gremiales de los inicios hoy ocupan cargos en la Intendencia. ¿Te merece alguna reflexión su trabajo?
- Siempre discutí, y discrepé con amigos personales acerca de que un dirigente gremial no pueda tener partido político. Lo tendrá en su interior, pero el representa a todos, le guste o no le guste, debe ser transparente. Yo no puedo juzgar a un compañero porque nadie juzga a nadie. Pero si el compañero hoy es Director o está en cualquiera de los puestos, debemos ser coherentes con aquello que decíamos de que en los cargos debían estar los hombres más capacitado. Y si en realidad era el más capacitado, está bien.
- ¿Había propuestas de por dónde comenzar a caminar para revertir la situación o hace falta construirlas?
- No estamos caminando nada, somos más pobres ahora que antes. Porque antes, aún en la pobreza, teníamos la mayor riqueza: identidad, orgullo, sabíamos que éramos sanduceros. Hoy a nadie le importa un pito lo que pasa con Paysandú. ¿Qué era lo que creíamos nosotros? Aquello que decía Enrique Padrón, “vamos estudiar qué pasó con la remolacha, porque a partir de ahí funcionaban hasta los quilombos”. Si por lo menos nos dijeran “estudiamos y vimos que el problema es que nos falta mano de obra o no conseguimos la semilla todavía”, vaya y pase, pero no ha pasado nada de eso. Una vez un candidato a Intendente me preguntó qué haría yo si fuera Intendente. Le dije, “puedo ir preso con lo que te voy a decir, pero si yo sé que acá todo el mundo se salva con la remolacha, expropio la fabrica”.
- El sector productivo perdió mucha gente. ¿Se puede revertir la situación?
- Perdimos la cultura y la gente que se fue. ¿Dónde la vamos a ir a buscar? Ya no está más, no existe. ¿Convirtieron al hombre que trabajaba en un empresario? Mentira, al hombre que trabajaba lo echaron del medio y nadie hizo nada para que se quedara y ya no se habla más del tema. ¡Qué se va hablar si la gente no está! ¿Tenían razón aquellos que decían que eran inviables determinados productores? Parece que tenían razón. No me extraña, lo he escuchado muchas veces de varios compañeros, que a determinados productores les sirve más ser empleados que productores. Ese verso, lamentablemente, se hizo realidad.
- Atrás del discurso de la eficiencia hay un discurso técnico.
- El Uruguay se ha convertido en un país de curreros. Antes le echábamos la culpa a los otros, ahora a quién se la echaremos.
- ¿Hay salida?
- La salida está en los gurises y en la educación, los de 30 o 40 años ya están perdidos. Hay que empezar a educar para que en el futuro al menos, aprendamos a compartir. Sólo a partir de eso podremos plantearnos una sociedad distinta.  

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Jorge Azziz es ingeniero agrónomo y pequeño productor rural.
Esta entrevista fue publicada originalmente en el semanario Tres Puntos (número 200 del 8 de julio de 2008).
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.
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jueves, 3 de febrero de 2011

Del saladero nacional al frigorífico extranjero (Última entrega; incluye bibliografía)

X

DESPUÉS

Productos envasados producidos por el
Frigorífico Anglo de Fray Bentos,
propiedad de la multinacional británica Vestey Group.
(Archivo Nacional de la Imagen - SODRE). 
El acuerdo alcanzado en abril de 1914 por los frigoríficos británicos y norteamericanos instalados en la Argentina, denominado por ellos “Segunda Conferencia de Fletes” pero en verdad un eufemismo que pretendía esconder la concreción de un nuevo “pool”, representó para los saladeristas uruguayos una tenue luz de esperanza entre tanta tiniebla ante la creencia que la tranquilidad regresaría a los mercados de hacienda del Río de la Plata, conclusión lógica y razonable desde todo punto de vista.
Desaparecida la orgía competitiva y vueltos los frigoríficos a su tradicional demanda selectiva orientada exclusivamente a los buenos ganados mestizos, todo hacía suponer que en la zafra de 1915 los novillos criollos retornarían al redil de los saladeros para así recomponer éstos sus volúmenes de faenas.
Como sueño de una noche de verano, la quimera del renacimiento de la industria de los saladeros resultó efímera y apenas subsistió dos meses. Los sucesos desatados a partir del magnicidio ocurrido el 28 de junio de 1914 en Sarajevo lo hicieron añicos.(87)
Si bien en un principio el estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpió los envíos de carne a Europa, el comercio se recompuso con creces después de que en agosto de 1914 el gobierno británico anunciara que adquiriría todo el tonelaje que fuera necesario para abastecer a su población. En enero de 1915 la demanda se tonifica aún más al hacerse cargo los británicos de las compras de Francia.
El conflicto bélico trastornó el comercio mundial. Los requerimientos de carne en esos tiempos de guerra fueron extremadamente elevados, en particular la envasada y congelada por sus cualidades de mayor perdurabilidad.
Convertida la carne conservada en lata en producto indispensable de la ración de los soldados de infantería, su producción en gran escala reavivó el interés de los frigoríficos uruguayos por el ganado criollo o poco mestizado.
La nueva coyuntura internacional propinaba un duro mentís a la expectativa del saladero de mejorar su faena(88), agravando la crisis que cuestionaba su propia factibilidad y sobrevivencia.
Entre 1915 y 1918 la matanza total de los frigoríficos uruguayos(89) aumentó en más del doble. Los balances de esos años de La Frigorífica Uruguaya S.A., Frigorífico Montevideo S.A. y Sociedad Anónima Frigorífico Artigas reflejaron el momento de bonanza que atravesaba la industria, arrojando todos enormes beneficios. Como contrapartida, la mayoría de los saladeros que penosamente y a costa de grandes pérdidas habían logrado sobrevivir a la crisis de los años 1912-1914, ahora debieron clausurar definitivamente sus actividades. Otros más poderosos como Pedro Denis, los Tabares o Pedro Ferrés, con faenas reducidas a una expresión casi testimonial pero persuadidos de la vigencia del tasajo, aguardaron que escampara.(90)
Pero las distorsiones provocadas por la guerra tuvieron su epílogo.
Al tiempo que las hostilidades llegaban a su fin, la demanda europea de carne se derrumbaba. Consagrados a la tarea de reconstruir las economías domésticas, Gran Bretaña y sus aliados se mostraron incapaces de mantener los niveles de importación de carne de los años de conflagración. Además, hacia el fin de la guerra existían en los depósitos de Europa enormes cantidades de carne conservada y congelada, y los países decidieron consumirla antes de reiniciar las compras. Esto trajo aparejado la reducción de las exportaciones cárnicas de la región, que para el caso de Uruguay entre 1918 y 1921 cayeron a menos de la mitad.
En base al poderío económico que tenían y fortalecidas por el hecho de actuar coordinadamente en función del “pool” que conformaban, una vez más las multinacionales frigoríficas se las ingeniaron para trasladar el descenso de precios producido por la posguerra a los países del Río de la Plata. Los frigoríficos protegieron sus márgenes de rentabilidad forzando el mercado de hacienda a una dramática baja. Entre 1920 y 1922 la cotización del ganado vacuno en la Tablada de Montevideo se redujo en casi un 50%.
Enancado a esta particular circunstancia e intentando emular el ave Fénix, la industria del tasajo procurará reverdecer viejos pergaminos en la creencia que después de tantos sinsabores finalmente había llegaba su cuarto de hora.
En una especie de postrera reivindicación, las faenas de los saladeros en el trienio 1922-1924 mostrarán una mejoría. Sin embargo su certificado de defunción estaba extendido desde hacía ya muchos años y el cumplimiento era sólo una cuestión de trámite, tan inexorable como la muerte misma.
Contrariamente a lo que por lógica pueda inferirse, la irreversible desaparición de los saladeros nacionales de ninguna manera acarreó el fin del tasajo, producto que Brasil y Cuba continuaban demandando. Haciendo gala de un extraordinario pragmatismo y adaptándose a la poca calidad zootecnica de buena parte del ganado vacuno oriental, desde 1919 los frigoríficos de capital norteamericano afectaron parte de sus instalaciones a la preparación de tasajo, no así la anglo-argentina Frigorífica Uruguaya S.A. de Sansinena ni el Frigorífico Anglo del Uruguay S.A. de la británica Vestey.
Del total de 533.000 reses vacunas faenadas en el quinquenio 1923-1927 para tasajo en el Uruguay, 262.000 cabezas -prácticamente la mitad- correspondieron a los frigoríficos de Swift y Armour, dividiéndose el resto entre 8 establecimientos saladeriles, 5 radicados en la capital y 3 en el litoral.
Perdida para las empresas de capital nacional la elaboración de tasajo al convertirse las empresas de Chicago en su principal productor, termina de consumarse la extranjerización de la industria cárnica uruguaya.


Referencias:

(87) El 28 de junio de 1914 un militante nacionalista asesina en Sarajevo al archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro. Perfecto pretexto de la doble corona para el inicio de las hostilidades con Serbia, el 1 de agosto con el ingreso de Rusia deriva en un enfrentamiento armado a escala europea para, finalmente, transformarse en la Primera Guerra Mundial. Participarán en forma oficial 32 países, 28 denominados “aliados” entre los que se encontraban Gran Bretaña, Francia Rusia, Italia y Estados Unidos, que se enfrentaron a la coalición de los “Imperios Centrales” integrada por Alemania, Austria-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria. Conflicto europeo e imperialista por antonomasia, sus causas profundas nos remiten al mapa geopolítico que emergió en el viejo continente tras la guerra Franco-Prusiana de 1871, que catapultó como gran potencia al II Imperio Alemán. Por eso los verdaderos factores que desencadenaron la guerra fueron la rivalidad económica y política entre las distintas potencias, el intenso espíritu nacionalista que se extendió por Europa a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX y el proceso de militarización y su consecuente carrera armamentista, producto de la creación durante el último tercio del siglo XIX de dos sistemas de alianzas de signo hegemónico (y por lo tanto enfrentadas): una liderada por Gran Bretaña y la otra por Alemania. La guerra que provocó más de 50 millones de muertes y se extendió por cuatro años, tres meses y catorce días, finalizó el 11 de noviembre de 1918 con la firma del armisticio entre Alemania y los aliados, acto cumplido en los bosques de Compiègne (Francia).

(88) En 1915 el conjunto de los saladeros uruguayos sacrificaron apenas 48.000 vacunos, la menor cantidad de su existencia hasta entonces. En el siguiente quinquenio las faenas con destino a la elaboración de tasajo se recuperarán algo, 63.000 en 1916; 105.000 en 1917; 75.000 en 1918; 87.000 en 1919 y 88.000 en 1920. No obstante cabe anotar que del total de las 87.000 reses faenadas en 1919, 24.000 correspondieron al Frigorífico Artigas de Armour, y de las 88.000 de 1920, 26.000 fueron de los frigoríficos norteamericanos, 22.000 del ya mencionado Armour y 4.000 del Swift.

(89) Al amparo de la mayor demanda generada por la Primera Guerra Mundial, en 1916 se inauguró la planta industrial de la Sociedad Anónima Frigorífico Artigas, tercer establecimiento de su tipo en Uruguay. Ubicado en el Cerro, sobre el arroyo Pantanoso, parte de las instalaciones habían pertenecido a El Tejera, primer saladero de la firma Tabares & Cía. Aunque un porcentaje importante del capital del nuevo frigorífico haya sido aportado por inversionistas locales, muy pronto la empresa pasó a ser controlada por la norteamericana Armour.

(90) Con dificultad y no habiendo realizado las zafras de los años de guerra, los saladeros La Caballada y La Conserva de Salto y Casa Blanca de Paysandú mantuvieron operativas sus plantas industriales. Durante el “veranito” saladeril de 1922-1924 sus faenas serán más voluminosas que la de los establecimientos de Montevideo.


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Rodrigo Morales Bartaburu
Paysandú (Uruguay), diciembre de 2010.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

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