Héctor Amodio Pérez, el traidor que posibilitó el desmembramiento del MLN-Tupamaros, sería el
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Héctor Amodio Pérez |
autor de una carta que hace un par de semanas recibieron tres diarios de Montevideo. ¿Por qué ahora rompe un silencio de 40 años? ¿Con qué propósito? ¿La carta es falsa o verdadera?
Héctor Amodio Pérez volvió a sorprendernos. Es su estilo, convengamos. Un par de semanas atrás, y a pocos meses de cumplirse 40 años de que fuera visto “oficialmente” por última vez en el Uruguay, varios medios de prensa escrita de Montevideo recibieron una carta con -lo que parecería ser- su firma al pie de la última hoja. Vinculado al Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) casi desde los inicios del grupo guerrillero, Héctor Amodio Pérez pasó de ser una leyenda dentro de la organización por su coraje y valentía, principalmente en las acciones militares, a convertirse -a cambio de inmunidad para él y su compañera, Alicia Rey Morales- en el gran traidor y pieza clave de su destrucción.
Crónica de una carta sorpresa
La (supuesta) carta de Héctor Amodio Pérez fue recibida en las redacciones de los diarios montevideanos El País, La República y La Diaria. Aunque los tres esgrimieron similares argumentos para no publicarla, básicamente que no se podía corroborar quién la envió, que no había forma de contactar al remitente y que era imposible comprobar que el firmante fuese quien decía ser, en los artículos de los dos primeros se hicieron algunas referencias al contenido de la misma. En La Diaria, en cambio, su director, Marcelo Pereira, explicó pormenorizadamente cómo ocurrieron los hechos pero no dio ningún detalle del tenor de la carta. “Cuando llegué a trabajar el miércoles 27 de marzo, un sobre blanco sobre mi mesa tenía matasellos de Madrid pero una etiqueta de remitente con los datos ‘André Touan, Avenida de Mayo 725, Buenos Aires, Argentina’. En el interior había un texto de poco más de siete páginas impreso en computadora, con una firma manuscrita acompañada por la aclaración ‘Héctor Amodio Pérez’”, dice Pereira en el artículo titulado “Sin saber quién ni por qué”(1). Y agrega: “La carta no indica ninguna manera de hacer contacto con quien la envió. La dirección en Buenos Aires es la del famoso Café Tortoni, y Google no registra la existencia en ningún sitio de internet del nombre ‘André Touan’. Jean Touan fue el fundador del Tortoni en 1858, pero lo vendió unos 20 años después y la empresa ha cambiado de propietarios varias veces más”.(2) El director de La Diaria explica luego que intentando rastrear el origen de la carta llamó a España: “’Si tiene un código de barras con una numeración encima que comienza por ‘RR’ y acaba en ‘ES’ puedo intentarlo, pero si no lo tiene es totalmente imposible’, fue la respuesta de Naiara Pastor Vegas, directora adjunta de la sucursal 99 de correos de Madrid, cuando le preguntamos si podía ayudarnos a saber quién envió el sobre, con matasellos de esa oficina pero sin código de barras”, señala Pereira.(3)
Los tres diarios sostuvieron haber consultado distintas fuentes, entre ellas varios ex compañeros del MLN-Tupamaros del supuesto autor, que opinaron que es posible que la carta haya sido escrita por el propio Héctor Amodio Pérez, principalmente por la forma y por el contenido, por lo que dice y por cómo lo dice. En coincidencia con esto último, si bien hasta el momento no se sabe si se ha hecho -o si se piensa hacer- una pericia caligráfica profesional de la firma que aparece en la carta, la comparación visual con registros antiguos de Héctor Amodio Pérez realizada por neófitos apuntarían a que sería auténtica.
Un hombre inescrutable
Oscuro, contradictorio, misterioso, son algunos de los adjetivos que se podrían utilizar para describir la compleja personalidad de Héctor Amodio Pérez.
Nacido en 1938 en Montevideo, vivió hasta su casamiento en 1960 junto a sus padres y hermanos en una casa del barrio Brazo Oriental. Hincha fanático de Nacional como toda su familia, Héctor no jugaba ni al fútbol ni al básquetbol. El deporte que practicaba era ciclismo, y si bien entrenaba todos los días, jamás compitió. Sus compañeros del liceo Nº 3 Dámaso Antonio Larrañaga -al que concurrió entre 1955 y 1958- lo recuerdan como un morocho petiso, de pocas palabras, por momentos hosco y difícil para el trato.(4)
Habiendo aprendido el oficio del padre, en 1959 ingresa como obrero gráfico en Cromograf. Un año más tarde se casa con Nelly Marchisio y en 1962 nace su único hijo, Daniel Héctor. Ese año deja Cromograf y pasa a trabajar en el taller del diario BP Color. Allí, además de conocer y hacer una relativa amistad con el entonces joven periodista Federico Fasano Mertens, entre 1963 y 1965 se desempeña como delegado obrero del diario ante el Sindicato de Artes Gráficas (SAG).
Afiliado al Partido Socialista (PS), Héctor Amodio Pérez milita en uno de los Centros de las Juventudes Socialistas, específicamente en el Alfredo Caramela, cuyo local se encontraba ubicado en Batoví casi Antonio Floro Costa, muy cerca del liceo Miranda. Fue en ese lugar y en ese tiempo tan fermental de principios de la década del ’60 que se produce su acercamiento e incorporación al MLN-Tupamaros.
Aunque Héctor Amodio Pérez carecía casi por completo de formación política teórica y en consecuencia sus aportes en debates y reuniones eran muy pobres, exhibía otras condiciones que lo fueron convirtiendo en un elemento clave dentro de la organización guerrillera: capacidad de organización, meticulosidad al momento de trazar planes, ejecutividad para llevarlos a la práctica y valor personal. Estas cualidad -reales en alguna medida, aunque también sobredimensionadas por él y muy amplificadas por sus incondicionales de la columna 15- fueron las que lo proyectaron como uno de los más importantes cuadros militares tupamaros.
El caso Cukurs, la primera alerta
Herbert Cukurs era un aviador letón que colaboró con los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Acusado de la deportación y asesinato de 30.000 judíos del Gueto de Riga, poco después de la rendición alemana huyó a Brasil, radicándose en las cercanías de San Pablo, donde instaló una empresa de vuelos panorámicos.
A fines de febrero de 1965 la oficina de Bonn, entonces capital de la República Federal Alemana (RFA), de la agencia de noticias Reuters recibió una carta anónima donde se daban los detalles precisos de una vivienda del balneario de Shangrilá (Canelones) donde se encontraría el cadáver de Herbert Cukurs. La misiva estaba firmada por “Los que nunca olvidarán”, una organización hasta entonces desconocida.
El 6 de marzo la noticia llega a la Jefatura de Policía de Montevideo, concretamente al comisario Alejandro Otero, el mismo que estaba a cargo de la lucha contra el MLN. Presente en el lugar, Otero se encuentra con un macabro escenario, con sangre salpicando las paredes y el piso, signo inequívoco de que la víctima se había resistido, y comprueba que el cuerpo de Cukurs, ya en descomposición porque fue muerto el 23 de febrero, se encontraba dentro de un baúl.
El letón había sido tentado a viajar a Uruguay para formalizar un negocio, la instalación de una empresa aérea que uniría San Pablo con Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile, por quien decía llamarse Antón Kunzle. Lo cierto es que muchos años más tarde, en 2004, el Mossad reivindicó la operación con la publicación del libro La ejecución del verdugo de Riga.
Sobre la participación de Héctor Amodio Pérez en este episodio que conmovió al Uruguay existe abundante -y a la vez contradictoria- información. Algunos ex compañeros del MLN aseguran que por esa fecha eran frecuentes las operaciones de vigilancia a grupos neonazis, que se reunían principalmente en el barrio de Pocitos, las que estaban a cargo de Amodio Pérez, quien al parecer se encontraba muy interesado en el tema. Señalan también que poco tiempo después de que fuera hallado el cuerpo de Cukurs, Amodio Pérez apareció con el fichero completo de la Guardia Republicana, dando a entender que había sido una especie de “retribución” –no queda claro de quién- por la colaboración prestada por él en el caso del criminal nazi.(5) Esta hipótesis, que me ha sido ratificada en el último año por al menos dos importantes integrantes de entonces del MLN(6), es similar a la sostenida por Tabaré Rivero Cedrés, un histórico tupamaro. “Averigüé que Amodio participó en la acción Cukurs, él conducía el coche del comando. Usó documentos falsos que le había dado probablemente el Mossad. Él también estaba en la casa en Shangrilá. Amodio Pérez es judío. Y en aquella época había muchos contactos entre la comunidad judía y la izquierda uruguaya porque tenían un enemigo común. Los nazis locales atacaron locales de la oposición y de la comunidad con bombas. El hecho que haya participado en una acción del Mossad, sin embargo, no ha ocurrido por orden de la organización”(7), le contó Rivero Cedrés a la periodista y documentalista alemana Gaby Weber, y señaló que él “se enteró después de la acción”.(8)
Por el contrario, el abogado Marcelo Silva sostiene que como (a Amodio) “había que culparlo de muchas cosas”, se le endilgó también el asesinato del nazi letón(9), mientras el ex comisario Alejandro Otero asegura “no poseer información de que Amodio tuviera relación con el caso Cukurs.(10) “Más aún -dice Silva-, integrantes del MLN actual confían en la afirmación de Otero”.(11)
Un mar de dudas
Los cuestionamientos a la moral de Héctor Amodio Pérez, las dudas sobre su accionar y su conducta se arrastraron desde entonces. También de aquel tiempo vienen sus desencuentros con Raúl Sendic. Un año después del caso Cukurs, Amodio Pérez, sospechado de robar un televisor de la casa de Violeta Settelich, es detenido por habérselo vendido a un reducidor. Aunque el caso no tuvo consecuencias, a partir de ese momento el sector más político del MLN desconfió de él. Razones no faltaban, ni faltarían. Aunque Héctor Amodio Pérez estaba requerido desde el 6 de enero de 1967, en la clandestinidad no dejó de disfrutar de las motos, de la buena ropa, del whisky importado, del tabaco holandés para su pipa ni de las buenas casas que alquilaba para vivir aduciendo que “eran la mejor cobertura para no despertar sospechas”.
En abril de 1970, tras el espectacular robo de las libras de oro de la sucesión Mailhos, a Héctor Amodio Pérez le entregan 3000 para que las escondiera en una chacra que por entonces arrendaba en la zona de Pando. El 30 de junio de ese año, en circunstancias confusas, Amodio es detenido por primera vez. En la cárcel se le pide que haga un mapa indicando el lugar donde escondió las libras, pero los planos eran siempre equivocados y las monedas de oro nunca aparecieron.(12)
Segunda caída y rendición
El 6 de setiembre de 1971 Héctor Amodio Pérez es uno de los 106 tupamaros que se fugan del Penal de Punta Carretas. Ya afuera es desplazado de los cargos de dirección. Se vuelve pesimista y pide ser sacado del país e ir a Chile. En ese ínterin, el 24 de febrero de 1972, es capturado por segunda vez. Inmediatamente después de ser detenido, le dice al jefe de la patrulla militar: “Te la hago cortita y al pie. Les entrego la cárcel del pueblo, a todo el MLN-Tupamaros, yo sé a quién tocar y cómo tocar, a cambio de mi libertad y la de mi compañera Carmela (alias de Alicia Rey Morales) en un país donde se hable español”. Héctor Amodio Pérez cumplió con creces; los militares también.
Cumple y le cumplen
Si bien existen testimonios de personas que aseguran haber visto a Héctor Amodio Pérez en Buenos Aires entre 1974 y 1975 trabajando junto a grupos de tareas de la represión, no parece ser que haya sido así. Existe casi certeza de que en noviembre de 1973 Héctor Amodio Pérez y Alicia Rey Morales viajan a España. Lo hacen vía Brasil, acompañados por quien luego sería Comandante en Jefe del Ejército, el entonces coronel Juan Vicente Queirolo.(13). Antes, obvio, había terminado de consumar su traición, esto es, entregar todo lo que conocía del MLN-Tupamaros y hacer, por un lado una evaluación de la coyuntura política en la que, premonitoriamente -aunque ahora me pregunto si en su elaboración no habrá colaborado Alicia Rey Morales, quien sin dudas tenía muchísima mayor capacidad política que su compañero-, decía que si las causas que habían dado origen al nacimiento del MLN no eran resueltas a la larga la izquierda iba a ser gobierno en el Uruguay, y por el otro un análisis de las capacidades y debilidades de los tupamaros más relevantes, conceptos que 40 años después vuelve a repetir en la carta que envió desde España unas semanas atrás.
El fantasma
Héctor Amodio Pérez y Alicia Rey Morales parecen haberse desvanecido. A la traición de ambos se suma la de Mario Píriz Budes, para algunos más relevante en el desmantelamiento del MLN, por lo menos en lo que respecta a su estructura en el interior del país. Después será el turno de los traidores del Partido Comunista. La situación política uruguaya es tan caótica que nadie parece recordarlos. Sin embargo están ahí. En 1976, año en la que la pareja se disuelve, Héctor Amodio Pérez es visto varias veces en Madrid, en el Colegio Mayor, en el bar La Castellana, en una oportunidad en compañía de Miguel Sofía, integrante del Escuadrón de Muerte.(14) También frecuenta la embajada de Uruguay; el embajador es Jorge Pacheco Areco.(15)
Pasan luego 7 años, hasta que en 1983 lo ven en Madrid, en los alrededores del Ministerio de Guerra. Ha vuelto a ser el de antes, anda muy bien vestido; la traición, cada vez más lejana en el tiempo, lo hace sentir seguro.(16)
Al año siguiente se produce lo de Edén Pastora en Costa Rica. Desde el Uruguay el comisario Alejandro Otero dice no tener dudas de que es Amodio el que le ha puesto la bomba al ex sandinista. Pero se equivoca. Es una operación, y aunque viene de Suecia, los autores son uruguayos, de la agencia de noticias Conosur Press.(17)
Expiación
Tengo casi plena certeza que la carta que recibieron los tres diarios de Montevideo fue escrita por Héctor Amodio Pérez. Es más, su reaparición no me sorprendió demasiado.(18)
Pero, ¿qué motivos puede tener un hombre como él para romper un silencio de 40 años?
Por supuesto que no descarto que atrás de esto haya alguna intencionalidad política o una operación de inteligencia. Sin embargo, me inclino a especular que se trata de una cuestión mucho más personal, de índole existencial o moral.
Desde ya que no es para asegurarse un lugar en la historia. Por eso, en un primer momento pensé que siente y tiene necesidad de justificar sus actos, de mitigar, aunque sea en parte, su responsabilidad. De hecho, en la carta reconoce su traición, dice que colaboró, un poquito, como otros, como tantos, quizás más, pero tampoco es para tanto, el tiempo cicatriza, diluye.
Pero si es cierto lo que dijo Napoleón Bonaparte de que “Si existe un pecado imperdonable es el de la traición, pues acompaña al que lo comete hasta el día de su muerte”, Héctor Amodio Pérez siente que su vida se termina y que antes de irse necesita borrar las culpas, purificarse de ellas.
Notas
(2) Ibíd.
(3) Ibíd.
(4) Fontana, Hugo; La piel del otro; Montevideo, Cal y Canto, 2000.
(5) Ibíd.
(6) Información propia; fuente confidencial.
(8) Ibíd.
(9) Silva, Marcelo; El baúl de Yahvé; Montevideo, Carlos Álvarez Editor, 2010.
(10) Ibíd.
(11) Ibíd.
(12) Al precio actual del oro, las 3000 monedas valdrían U$S 930.000 aproximadamente.
(13) Lessa, Alfonso; Estado de guerra; Montevideo, Debate, 2010.
(14) Fontana, Hugo. Op. cit.
(15) Ibíd.
(16) Ibíd.
(17) Ibíd.
(18) Hace más o menos un año investigo la vida de Héctor Amodio Pérez con el propósito de algún día poder realizar un documental. En este tiempo he tenido decenas de encuentros y entrevistas. El mes pasado, en el transcurso de una de ellas, mi interlocutora, la más rigurosa investigadora de nuestro pasado reciente, me sugirió que no descartara la posibilidad de entrevistar al mismísimo Amodio. “Vive y quiere hablar”, me aseguró. Esa es la principal razón que me lleva a creer que la carta es auténtica.
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Rodrigo Morales Bartaburu. Artículo publicado el 19/04/2013 en el semanario 20/Once de Paysandú (Uruguay).
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