UBICACIÓN (ESPACIO GEOGRÁFICO)
En el antiguo territorio del Virreinato del Río de la Plata los conflictos de
intereses desatados tras el fin de la dominación española terminarán por acabar
con la antigua unidad político-administrativa de origen colonial, dando lugar
al surgimiento de cuatro países: Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. En
ciertas regiones con marcadas afinidades geofísicas, históricas, culturales, productivas
y humanas, estos cambios geográficos e institucionales provocarán el
resquebrajamiento -cuando no
directamente la ruptura- de los hasta entonces sólidos y estrechos
vínculos.
Creemos que la importante región del Litoral conforma el ejemplo más
relevante de este peculiar y trastornador fenómeno. Compuesta hasta el fin del
período virreinal por Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe, sur de
Córdoba, la Banda
Oriental y las Misiones Orientales, se verá luego fragmentada
y dividida entre tres países: Argentina, Brasil y Uruguay(18).
Este breve marco introductorio, aparte de conducirnos al asunto que nos
proponemos analizar ahora, resulta imprescindible para comprender la magnitud y
significación que el Litoral tuvo como espacio geopolítico autónomo -y a la vez
contrapuesto- al proyecto hegemónico porteño, no sólo en el período colonial
sino también más tarde, en el sinuoso transcurso de organización de las nuevas
estructuras nacionales, y que en el último cuarto del siglo XIX aún se
conservaba pese a la atomización sufrida.
No es casual entonces el sitio elegido por la Compagnie Kemmerich para instalar su planta industrial. Santa Elena, al igual que Fray Bentos, lugar donde desde 1865 funcionaba la empresa Liebig’s, estaban inscriptas dentro de la misma región o espacio geográfico.
Pero eso no era todo: las dos localidades exhibían sorprendentes similitudes topográficas y socioeconómicas. Es evidente que las principales características de la geografía física y humana presentes en 1865 en Fray Bentos se reiteran quince años después en Santa Elena, y que éstas influyeron fuertemente en la decisión de los cuñados Kemmerich y Giebert de instalar en ese sitio y no en otro la fábrica de extracto de carne. Comunicación fluvial ágil y rápida a partir de puertos profundos que permitían operar barcos de carga interoceánicos a capacidad plena, entorno de campos fértiles con abundancia de ganado criollo o poco mestizado y lejanía de los centros de poder gubernativos fueron particularidades que compartieron ambos complejos agroindustriales. Este conjunto de elementos, centrales y definitorios para delinear el posterior perfil corporativo de las empresas, accionando con independencia de las jurisdicciones nacionales e incluso en muchos casos contraviniendo leyes, decretos o disposiciones de Argentina y Uruguay, los países que les daban albergue, posibilitaron que Kemmerich en Santa Elena y Liebig’s en Fray Bentos implantaran un rígido sistema de relaciones sociales sustentado a partir del absoluto control que ejercieron sobre los distintos actores sociales y factores de poder. De ese modo, la dependencia o compromiso de los obreros y empleados con las empresas excedió el ámbito físico del lugar trabajo y el horario estipulado para efectuarlo.
Una breve anécdota sirve para ilustrar esa particular (y desventajosa, para los obreros) relación. Por lo menos hasta la década de 1910, en Santa Elena y Fray Bentos existió una “entrometida” prohibición referida al domingo. Aunque para los trabajadores era jornada de asueto, en época de zafra éstos no podían disponer libremente del día para hacer o dejar de hacer lo que quisieran ya que estaba vedada la realización de fiestas, reuniones sociales o cualquier otro tipo de festejo que incluyera baile y/o consumo de alcohol. ¿La razón? Muy simple, evitar el ausentismo del lunes. Pero qué pasaba si alguien desafiaba la veda. Sencillo, actuaba la policía... privada de la empresa.