lunes, 28 de marzo de 2011

Tierra y migración: No va a ser fácil sacarnos de aquí

"A comer mierda nos habituamos  y a pasar hambre y frío también.
Pero a que poco a poco nos vayamos quedando sin suelo
para los orientales, correspondería no acostumbrarse".
La migración es un fenómeno con raíces económicas y es en este cielo donde se deberían resolver los problemas de los hermanos que se ausentan. Si no somos capaces de generar una nación que nos una a lo mejor de nuestro pasado, estamos condenados a desaparecer, dándole la razón a quienes han sostenido que nunca deberíamos haber sido un país como tal.

La ley que la Unión Europea (UE) aprobó recientemente respecto a los inmigrantes ha situado a la defensiva a este rincón subdesarrollado del mundo. Quien más, quien menos, todos los gobiernos pusieron el grito casi en el cielo exigiendo una pronta eliminación de tan xenófoba disposición.  Y está bien que así sea. Pero como una cosa no quita la otra, hay que señalar que la migración es un fenómeno con raíces económicas y que es en este cielo donde se deberían resolver los problemas de los hermanos que se ausentan.


De acá somos

En un mundo donde las fronteras se han debilitado gracias a la tecnología y a la movilidad del capital especulativo, suponer que el hombre nace y muere bajo el mismo árbol es de un primitivismo mayúsculo. Pero en torno a cómo un hombre construye raíces que le posibiliten encontrarse con aquello que le da identidad es que deberíamos entrar a preocuparnos.
Somos parte de un país que se extranjeriza, no sólo cultural sino materialmente, tanto que el suelo que pisamos y nos da de comer se ha vuelto ajena en un porcentaje que debería inquietarnos. Mi amigo Eduardo Flores sostiene que es un anacronismo pensar que hoy el hombre se pueda vincular a la tierra por elementos que trasciendan la mera inmediatez económica. Y ése es un eje que une el abandono que hacemos de la tierra de los abuelos, en algunos casos por consumismo exacerbado y en otros por las urgentes necesidades que padecemos, con la desidia con la que asumimos la extranjerizacion.
Cuenta la historia que nuestra América está llena de ejemplos de culturas que defendieron con la vida la usurpación de sus territorios. No demasiado lejos de acá, todavía hoy la protegen los mapuches en la patagonia argentina o en el sur chileno, con enfrentamiento directo al capital que los arrincona. Culturas enteras que resisten y plantean con firmeza “No va a ser fácil sacarnos de aquí, de esta tierra, la de nuestros abuelos”.


¿Y nosotros?

Si nos afiliamos a la tesis del anacronismo, no hay derecho al pataleo. Si no somos capaces de generar una nación que nos una a lo mejor de nuestro pasado, estamos condenados a desaparecer, dándole la razón a quienes han sostenido que nunca deberíamos haber sido un país como tal. O bien puede ser que el origen basado en inmigrantes nos esté proporcionando hoy un revés al haber cambiando de rumbo, y que ahora que va en el sentido opuesto, tal cual un péndulo, termine por desintegrar estos pueblos sin identidad. Pero más que todo eso, estos gobiernos que se autoproclaman progresistas deberían saber que la Constitución de la República otorga un montoncito de derechos, que deben ser cumplidos, a los ciudadanos por el solo hecho de haber nacido en la banda oriental del río Uruguay. Y si no se satisfacen los hombres buscarán un sitio en el mundo donde cumplirlos y los gobiernos quedarán así, como ocurre por estos tiempos, desautorizados. En estos campos fértiles hay una clase de hombres y mujeres estériles que ganan 80.000 pesos y más, que dicen que el común de los trabajadores no puede ganar 8.500 pesos, como con total justicia exigen. ¿Con qué cara estos gobiernos levantan voces contra otros gobiernos cuando legitiman la desigualdad a cada paso?


Al rescate

Es verdad, a comer mierda nos habituamos y a pasar hambre y frío también. Pero a que poco a poco nos vayamos quedando sin suelo para los orientales, correspondería no acostumbrarse.
Una pueblo digno debería hoy estar en pie de guerra contra un gobierno que favorece un modelo casi neocolonizador, que perpetua la injusticia del hambre, la pobreza y la exclusión. La solución pasa por promover viejas vinculaciones con la tierra que (literalmente) nos mantiene, acercándonos más a formas de relación que vienen de las entrañas misma de estas pampas. Son las misma que sostenían sus antiguos habitantes hasta que en nombre del progreso se resolvió hacerla desaparecer, aunque parezca que eso sea como arar en el mar.

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Jorge Azziz (ruta90km9@adinet.com.uy)
Ingeniero agrónomo. Pequeño productor rural.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

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