martes, 18 de enero de 2011

Del saladero nacional al frigorífico extranjero (1era. entrega)

Comienzo a colgar un trabajo sobre la desaparición de los saladeros en el Uruguay, proceso acaecido entre 1912 y 1912. En apenas dos años la industria hasta entonces más tradicional del Uruguay, surgida en épocas de la Banda Oriental, bastante antes de nuestra existencia como país independiente, desaparecerá casi por completo. El fenómeno, de profundas implicancias económicas, sociales e incluso culturales fue consecuencia de hechos que en muchos casos ocurrían a miles de quilómetros del Uruguay, principalmente en Gran Bretaña, potencia económica global a la cual por entonces habíamos atado nuestro destino.
Por la extensión del trabajo lo subiré en partes; en este primer post irá el Índice, la Introducción y el capítulo I.    



DEL SALADERO NACIONAL AL FRIGORÍFICO EXTRANJERO 


ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

I - EL GANADO EN LA BANDA ORIENTAL
Primeras explotaciones, primeras pugnas. El Reglamento de Libre Comercio de 1778.

II - NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DEL SALADERO
Las primeras salazones. Los saladeros formales (1781-1840). La inestabilidad (1841-1852). Paz y superproducción (1853-1865). Consolidación y apogeo (1866-1899).

III - EL NEGOCIO Y LOS MERCADOS
Bueno, pero complicado. Los compradores. Brasil. Los gravámenes aduaneros. Cuba. Otros mercados.

IV - HACIA LA CONFORMACIÓN DE UN MERCADO MUNDIAL
Las transformaciones. Explosión demográfica y concentración urbana. La apertura del mercado británico. Los nuevos países proveedores.

V - LA COMPAÑÍA
Precedentes fundacionales. Liebig’s. El coloso y su entorno. Conclusiones.

VI - LOS SALADEROS URUGUAYOS (1900-1911)
Características consolidadas de la industria. La preeminencia de Montevideo. La concentración. Incorporación de tecnología. El capital. Activos fijos. Capital de giro. Las fuentes del capital. Negocio en tiempos de crisis. El mercado de Brasil. El mercado de Cuba. Gravámenes aduaneros en Cuba. Los paliativos. Búsqueda de nuevos mercados. La emigración. Convenios saladeriles.

VII - LOS FRIGORÍFICOS EN ARGENTINA (1882-1911)
Los inicios. Los primeros establecimientos. La lenta expansión. El auge. Fin de la exportación de ganado en pie. Las ventajas argentinas. El oligopolio británico. Irrupción del capital norteamericano y primeros conflictos. La lucha interimperial. Conferencia de fletes o “primer pool”.

VIII - LOS FRIGORÍFICOS EN URUGUAY (1904-1911)
Razones para la instalación. Proceso fundacional. La Frigorífica Uruguaya S.A. Vicisitudes comerciales. Los cambios provocados por el frigorífico. El conflicto interfrigorífico cruza el Río de la Plata. Los británicos adquieren La Frigorífica Uruguaya S.A. Los norteamericanos fundan el Frigorífico Montevideo S.A.

IX - AFIANZAMIENTO DEL FRIGORÍFICO Y DECADENCIA SALADERIL (1912-1914)
El contexto internacional y la situación argentina. Presiones británicas. La postura argentina. El segundo “pool”. Evolución de la faena uruguaya. El nuevo escenario regional nos incluye. La evaluación de los saladeristas. La debacle. Reacciones. Del saladero. De los frigoríficos. Consecuencias.

X - DESPUÉS

BIBLIOGRAFÍA




INTRODUCCIÓN

La historia del Río de la Plata está íntimamente ligada a las contingencias y vicisitudes experimentadas por la explotación del ganado vacuno, tanto como la de Bolivia a sus minas de plata y estaño y a un modo similar que Cuba al cañaveral y el azúcar. La importancia cardinal del vacuno sobre el conjunto de la actividad económica del Uruguay, aunada a ciertas singularidades de nuestro proceso evolutivo donde en su génesis la hacienda precedió con largueza de tiempo a los colonizadores, condujo a que la sociedad rural profesara una peculiar y a la vez peligrosa “ganado-manía”. Convertida la propiedad del vacuno y de la tierra en valores supremos de su clase, el fenómeno finalmente terminó imbricando al conjunto de la sociedad uruguaya.
La producción de ganado ha sido la base de la economía nacional desde los tiempos de la dominación española, y el comercio de sus diferentes derivados, cuero, grasa, sebo, tasajo, extracto, carne congelada y tantos otros, representó en el período que abarca este trabajo bastante más de la mitad del intercambio exterior total del país. Por lo tanto, los problemas derivados de la producción e industrialización de la carne afectaron a los ciudadanos uruguayos de todos los estratos sociales, para quienes, además, el producto no fue sólo un alimento insustituible de la dieta cotidiana sino también un valor identitario portador de pertenencia, una verdadera fuente de orgullo nacional.
A partir del trascendente papel que desempeñó la ganadería en la historia de la Banda Oriental primero y del Uruguay después, es lícito inferir que la industria transformadora de esa riqueza se convirtiera en pieza clave del aparato productivo nacional. De igual forma, los acontecimientos, emergencias y dificultades que transiten saladeros y frigoríficos irán pautando la evolución del país hasta constituirse en componentes significativos e ineludibles de su propia tradición.
Para comprender de manera global e íntegra la violenta transformación producida entre 1912 y 1914 en la industria de la carne del Uruguay resulta imprescindible valorar debidamente la geografía del Río de la Plata, sus antecedentes históricos, los acontecimientos de esos años y las fuerzas e intereses en pugna. Sólo analizando con detención los sucesos socioeconómicos regionales y mundiales se podrá comprender el porqué de la brusca desaparición de los saladeros, de capitales orientales y cuyos propietarios por lo tanto conformaban una embrionaria burguesía industrial nacional, y la consolidación del frigorífico, en su totalidad en poder de inversores extranjeros.
Emancipado en el simple plano formal, el Uruguay continuaba siendo una endeble entelequia política surgida a partir del intrigante manejo porteño, la defección oportunista de algunos caudillos provinciales argentinos y el circunstancial interés geo-económico del Imperio Británico, en connivencia con parte del devaluado patriciado oriental y el alto comercio de Montevideo, sempiternamente habituados a proceder en función de sus intereses económicos.
A principios del siglo XX los cuestionamientos a la viabilidad del Uruguay parecían haberse acallado definitivamente, ratificándose por esta vía tácita nuestro destino como país independiente. En rigor, revalidaciones de nacionalismo vanas e infructuosas: nuestra axiomática pertenencia al área del Río de la Plata subsistía y nada podía sustraernos de ese designio ancestral. Compartiendo el mismo espacio geográfico que la República Argentina, para las empresas frigoríficas de capital extranjero allí instaladas el Uruguay representaba meramente una provincia rioplatense de mediano porte, asimilable a Santa Fe o Entre Ríos, y por cierto bastante menos importante que la de Buenos Aires. El extraordinario dinamismo puesto de manifiesto por la economía argentina a partir de 1880, trasuntado entre otros indicadores por el incremento casi exponencial de sus exportaciones agrícolas-ganaderas, proyectó al vecino del Plata como una potencia agroalimentaria de relevancia mundial. Condicionada por esta circunstancia y con márgenes de acción cada vez más estrechos y limitados, la industria de la carne uruguaya se convertirá en un satélite sin luz propia, restringiendo su evolución a los acontecimientos argentinos.
Ironía o jugarreta de la historia, esta pérdida de soberanía económica terminará de consumarse durante el segundo período presidencial de José Batlle y Ordóñez, cuya acción de gobierno es usualmente caracterizada como celosa defensora del trabajo y el empresariado nacional en detrimento u oposición al accionar de los monopolios británicos.



I

EL GANADO EN LA BANDA ORIENTAL

El ganado fue introducido en la Banda Oriental en la primera mitad del siglo XVII cuando en estas tierras los españoles aún no se habían afincado. Era, por lo tanto, una región que permanecía en poder de los pueblos originarios. El ingreso se materializó por dos vías. En 1611 y 1617 por decisión del asunceño Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) en el suroeste, siendo este ganado el que pobló el sur del río Negro. A su vez, en fecha posterior no determinada, desde las Misiones jesuíticas se produjo otra introducción de vacunos que, se supone, fueron los que se diseminaron al norte de dicho río.
La natural fertilidad del suelo, las abundantes aguadas y el clima particularmente benigno hacían de esta zona un lugar especialmente apto para el desarrollo de la ganadería, lo que posibilitó que durante el resto del siglo XVII los vacunos se reprodujeran libremente. Sobre su evolución al sur del Río Negro, Esteban Campal dice: "He podido calcular que en el período comprendido entre 1617 y la fundación de la Colonia (1680), considerando un procreo de veinte por ciento anual, habida cuenta de los estragos de los pumas y yaguaretés, la dotación de ganados pudo muy bien alcanzar a cinco millones de cabezas y esa cantidad habría inundado no sólo el sur, sino también el este, por lo menos hasta el río Yaguarón".(1)
Las pocas crónicas del siglo XVII que hacen mención a la Banda Oriental sólo dan cuenta de expediciones salidas de Buenos Aires que cruzaban el Río de la Plata en busca de madera, y para hacer sebo y grasa para uso de la población porteña. Señalan, además, la ocasional presencia de navíos de diferente origen que desembarcaban para hacer corambre.
Único aporte trascendente de España al desarrollo del Río de la Plata, la introducción de la hacienda bovina condicionó toda la posterior evolución del área. Rápidamente el vacuno se integró al hábitat de la región para convertirse en parte indisoluble del mismo, modificando de manera radical y definitiva la naturaleza del entorno.


PRIMERAS EXPLOTACIONES, PRIMERAS PUGNAS

La explotación metódica del ganado oriental comienza recién en los primeros años del siglo XVIII con las expediciones de "vaquería" procedentes de Buenos Aires y Santa Fe por un lado y de las Misiones jesuíticas-guaraníes por el otro. Este repentino interés fue una consecuencia directa del despoblamiento de los campos porteños, santafecinos y jesuíticos y de la demanda de cueros surgida en los mercados europeos.
Los pueblos jesuitas, con una población en constante aumento, necesitaban repoblar sus extensas estancias habida cuenta que la hacienda no se reproducía en aquellas tierras en cantidad suficiente. Entre tanto, el ganado cimarrón que poblaba la campaña de Buenos Aires fue paulatinamente alejándose de la zona en poder de los españoles, internándose en territorios dominados por los indios.(2) Más al norte, los hispanos apenas controlaban una estrecha franja que unía la ciudad de Santa Fe -siguiendo la costa del río Paraná- con Corrientes y Asunción, y con el noroeste por la ruta que rumbo al Alto Perú pasaba por Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Salta. Por esa razón fue necesario recurrir al ganado de la Banda Oriental, y las primeras vaquerías a cargo de porteños y santafecinos fueron en realidad arreos para repoblar sus estancias y para consumo de la población en el abasto de Buenos Aires.
Simultáneamente con la escasez de hacienda vacuna en los territorios poblados por los españoles, se genera un progresivo aumento en la demanda de cueros para exportar. De un promedio de 20.000 unidades anuales de comercio legal en la segunda parte del siglo XVII se pasa en la primera mitad del siglo XVIII a una media de 75.000 unidades. La razón es que a partir de 1701 a los habituales Navíos de Registro se agregan los de Asiento de Esclavos, cuyos barcos llevaban cueros en su viaje de retorno a Europa.
Desde 1718 todas las vaquerías se hacen en la Banda Oriental, siendo el Cabildo de Buenos Aires el autorizado a conceder las licencias respectivas. Pero a diferencia de los primeros tiempos, ya no lo hace entre los vecinos que denunciaban la pérdida de su ganado sino entre los accioneros, que no eran otra cosa que empresarios que compraban los permisos o "acciones de vaquear". El Cabildo fiscalizaba toda la operación: concertaba el precio de los cueros con asienteros y registreros y recibía un tercio de lo obtenido en la transacción.
Paralelamente a este comercio legal se desarrollaban vaquerías no autorizadas, siendo frecuentes las quejas del Cabildo por la gran cantidad de porteños y santafecinos haciendo corambre sin permiso en la Banda Oriental. Estos cueros -“ilícitos” para la autoridad colonial- eran comercializados a través de capitanes de barcos de distinto origen que llegaban a la costa de la Banda Oriental y con los portugueses. Éstos, a su vez, desde el descubrimiento de oro en Minas Gerais en 1693 arreaban ganado hacia el norte.
Los pueblos de las Misiones jesuíticas tenían tres vaquerías: 1) En Yapeyú, sobre la ribera derecha del río Uruguay (hoy provincia de Corrientes); 2) Al norte del río Negro, en la margen izquierda del Uruguay; 3) La llamada "vaquería del mar", en los actuales departamentos de Treinta y Tres, Cerro Largo, Lavalleja y Rocha.
Desde el mismo momento en que se intensifican las vaquerías surgen las pugnas entre los jesuitas de las Misiones y el Cabildo de Buenos Aires por los derechos sobre el territorio y el ganado de la Banda Oriental. La Real Cédula del 8 de junio de 1722 pone fin a esa disputa, repartiendo las cantidades de cueros a extraer y delimitando las zonas en las cuales uno y otros podían hacerlo. En términos generales quedó para las Misiones tapes-jesuíticas la explotación del norte del río Negro y "la vaquería del mar", mientras el sur le fue otorgado al Cabildo de Buenos Aires, que de corriente cedía sus derechos a los accioneros, en su mayoría capitalistas originarios de Santa Fe.


EL REGLAMENTO DE LIBRE COMERCIO DE 1778

El nuevo método de Navíos de Registro reglamentado en 1740 fue el primer paso de la política liberalizadora impulsada por los Borbones, que desde 1700 con Felipe V habían sustituido a los Habsburgos como casa gobernante de España.
Consecuentes con la nueva ideología en 1763 se constituyó en Madrid una Junta Interministerial, seguida en 1764 por otra de carácter técnica, cuyos objetivos eran estudiar los principales problemas que aquejaban al Imperio -seguridad, comercio, aspectos fiscales- y proyectar soluciones que racionalizaran los recursos que se poseían. La actuación de estos organismos estuvieron fuertemente imbuidas por las ideas de ciertos teóricos como el ministro de Hacienda de Felipe V, José Campillo y Cossío, autor en 1743 del libro "Nuevo Sistema de Gobierno Económico para América", y Bernardo Ward, quien habiendo sido enviado por Fernando VI a una gira de estudio de los sistemas coloniales de los otros países europeos, de regreso en España publicó en 1762 "Proyecto Económico", donde proponía la multiplicación de los puertos habilitados a comerciar con América y la supresión de ciertos impuestos, además de sugerir una profunda reorganización de las instituciones de gobierno colonial.
En esta línea de acción, un Real Decreto dictado en 1765 eliminó el régimen de puerto único al autorizarse el despacho de navíos desde nueve orígenes: Alicante, Barcelona, Cádiz, Cartagena, Gijón, La Coruña, Málaga, Santander y Sevilla. Su correlato americano fueron las islas de Cuba, Margarita, Puerto Rico, Santo Domingo y Trinidad. Más tarde los beneficios se extendieron y por sendos decretos reales en 1768 se incluyó Luisiana, Perú, Chile y el Río de la Plata, en 1770 Yucatán y Campeche y en 1776 Santa Marta. Por último, el 12 de octubre de 1778, rehaciendo disposiciones anteriores y desarrollando largamente otras, el rey Carlos III dicta el "Reglamento y Aranceles Reales para el Comercio Libre de España e Indias". Compuesto de 55 extensos artículos y un detallado arancel, organizaba el comercio libre y sin restricciones entre España y sus posesiones de ultramar y autorizaba el intercambio intercolonial, esto es el comercio de colonia a colonia sin necesidad de triangulación con la metrópoli. Era la versión española del "pacto colonial" que tanto beneficio le aportaba a Gran Bretaña, ya que la propuesta preveía que América basaría su economía en la exportación de productos primarios mientras España la aprovisionaría de manufacturas industriales.
Un inconveniente dificulta poder estimar con precisión el impacto que tuvo el Reglamento de 1778 en los volúmenes de intercambio. Es que entre 1779 y 1783 -apenas dictado el nuevo régimen de comercio- se produce la guerra de España con Inglaterra, provocándose en las colonias americanas una acumulación de frutos del país que no logran salir a causa del bloqueo naval británico. No obstante, y aunque difiriendo en su magnitud dado que el cálculo pesimista estima el incremento del comercio por tres mientras el optimista lo hace por ocho, todos los estudios coinciden en señalar el crecimiento de las relaciones comerciales. Las cifras percibidas por concepto de rentas aduaneras en el puerto de Buenos Aires parecen corroborarlo:


Año                                      Importe

1778 ................................... $  53.725

1779 ................................... $ 169.974

1780 ................................... $ 143.019

Las nuevas medidas de corte liberal acrecentaron en forma notoria el comercio de toda la cuenca del Río de la Plata. En el caso particular de la subregión Litoral(3), las facilidades para exportar y la expansión de la demanda internacional produjeron un rápido incremento de los embarques al exterior de productos agropecuarios, en especial el cuero -de antigua salida- y desde fines del siglo XVIII la carne salada o tasajo.
La influencia del cuero en la economía y la vida del Río de la Plata fue tan notoria que se ha hablado de una "edad del cuero", expresión que usaron entre otros Domingo Faustino Sarmiento y Dámaso Antonio Larrañaga, en una clara y explícita alusión a la importancia que tenía en su carácter de casi único producto exportable. La aparición del tasajo marcará el fin de su predominio exclusivo, aunque no su acabamiento.
El aprovechamiento integral del bovino promovió significativos cambios en la estructura productiva: el tasajo, al valorizar la carne, trajo aparejado un mayor precio del vacuno; esto valorizó la tierra y arraigó el latifundio al producirse el fin de las las vaquerías. A su vez, la necesidad de transformar la carne vacuna en tasajo condujo al nacimiento del saladero, nuestra primera y más genuina industria.

Referencias:

(1) Campal, Esteban F. Hombres, tierras y ganado. Montevideo, Arca, 1967.
(2) El territorio en poder de los españoles era exiguo y no llegaba más allá del río Salado. La extensión no superaba los 30 mil quilómetros cuadrados, apenas el 10% de la superficie actual de la provincia de Buenos Aires.
(3) La subregión Litoral comprende los siguientes territorios: Banda Oriental, Misiones Orientales, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y sur de Córdoba. Razones económicas y productivas harían incluir la provincia de Buenos Aires en esta zona, pero otras, culturales y políticas básicamente, nos llevan a no hacerlo.


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Rodrigo Morales Bartaburu
Paysandú (Uruguay), diciembre de 2010.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

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