viernes, 21 de enero de 2011

Del saladero nacional al frigorífico extranjero (3era. entrega)

IV

HACIA LA CONFORMACIÓN DE UN MERCADO MUNDIAL

En los inicios del siglo XIX el comercio internacional de productos agrícolas básicos, excluyendo aquellos de origen tropical como café y azúcar, tenía un volumen físico ciertamente escaso.(6) El movimiento de granos entre los países quedaba muy por debajo, en volumen y valor, de los artículos que podríamos catalogar de suntuarios, tales como el vino, las especies y los olivos.
En términos económicos -y seguramente también en otros- el largo siglo XIX significó el cenit de Europa al constituirse en la principal región del mundo en producción e intercambio de bienes. Poseedora de los medios físicos, económicos y financieros más poderosos, el comportamiento y los hábitos de consumo de la población europea incidieron de manera decisiva en la conformación y posterior desarrollo de la estructura productiva de los países proveedores.
Hasta 1880 el significado de mundo se restringía o circunscribía a Europa, y más específicamente quería expresar aquellas zonas del continente que estaban en contacto por ferrocarril, transporte fluvial o marítimo con el mercado británico y con Alemania, Francia, Bélgica, Holanda y Dinamarca, a la sazón las zonas de mayor desarrollo del continente.


LAS TRANSFORMACIONES

Si durante la mayor parte del siglo XIX las revoluciones políticas más trascendentes acaecieron en Francia o tuvieron relación con ella, la industrial lo estuvo con Gran Bretaña. El ideal y el modelo aportado por la Revolución de 1789 a la historia de los movimientos sociopolíticos tuvo su correlato en la contribución de la británica al devenir de los acontecimientos económicos y sociales.
La magnitud de las transformaciones provocadas durante la Revolución Industrial resultarían incomprensibles si obviáramos la máquina de vapor, punto de partida de una sucesión interminable de inventos y desarrollos tecnológicos. El vapor, la nueva forma de energía que sepultó los pretéritos métodos del agua y el viento, fue usado por primera vez con propósito industrial en Gran Bretaña. Hacia 1800 este país consumía 11 millones de toneladas anuales de carbón mineral; en 1845, 45 millones y en 1870, 100 millones. En hierro, materia básica madre de la Revolución Industrial, la producción británica en 1800 era de 170 mil toneladas anuales; en 1830, tan sólo treinta años después, se había cuadriplicado hasta alcanzar 680 mil toneladas, mayor a la de Francia, Alemania y EEUU sumadas.
A mediados del siglo XIX otros países europeos aprovecharon el ejemplo de Gran Bretaña, emulando muchos de sus logros industriales. Así, entre 1850 y 1870 se construyeron 80 mil quilómetros de ferrocarril que se sumaron a los 24 mil ya existentes. La producción de carbón creció decididamente sobre todo en la cuenca del Ruhr, la primera gran zona industrial de Europa continental, pasando de 1,6 millones de toneladas de extracción anual en 1850 a 12 millones en 1870.
El hierro y el carbón serán pilares de la Revolución Industrial, que alcanzará su punto culminante con la aplicación del motor a vapor al transporte, dando lugar a nuevas modalidades de buques para el tráfico marítimo -más rápidos, voluminosos y seguros- y a la invención del tren.
La construcción y explotación del ferrocarril generó fenomenales manifestaciones sociales que excedieron los rostros entre horrorizados e incrédulos de algunos contemporáneos ante esos monstruos de hierro desplazándose a velocidades inimaginables pocos años antes.
Junto a la revolución del transporte, la de las comunicaciones. El servicio de correo internacional se perfeccionó al estipularse pautas comunes para su funcionamiento en todo el globo bajo la égida de la Unión Postal Universal, primera organización supranacional de jurisdicción mundial creada en 1875. Se inventó y desarrolló la transmisión de datos a distancia, el telégrafo, que pronto superó las restricciones que le planteaban a su desarrollo ciertas barreras geográficas naturales con el tendido de los cables submarinos interoceánicos.(7)
En la época en que se construyeron en Gran Bretaña los ferrocarriles, se producía una gran transformación en el paisaje humano con el surgimiento de grandes ciudades industriales, que formadas en zonas alejadas a la capital, tenían fisonomía y vida propia.


EXPLOSION DEMOGRÁFICA Y CONCENTRACIÓN URBANA

Entre 1789 y 1914 la población de Europa creció 2,5 veces, alcanzando al final del período indicado un total de 450 millones de personas. Esta auténtica explosión demográfica fue acompañada por un proceso de concentración en ciudades, creándose verdaderos conglomerados urbanos. El fenómeno, que revolucionará las relaciones sociales e impactará decisivamente sobre los hábitos de consumo, siguió una línea directa y proporcional al grado o nivel de industrialización de cada país, encabezando la tendencia Gran Bretaña y Alemania.
En esta fase la población de París se multiplicó por cuatro, la de Londres por cinco, la de Viena por seis y la de Berlín por nueve. En los hechos, el mentado proceso migratorio campo-ciudad se produjo mucho antes de generarse el término. Manchester tenía 75.000 habitantes en 1800, 400.000 en 1850 y 810.000 en 1914; Düsseldorf 10.000 en 1800 y 380.000 en 1914; Odesa 6.000 en 1800 y 480.000 en 1914. En el mismo lapso de tiempo Estocolmo pasó de 6.000 a 350.000 habitantes, Rotterdam de 50.000 a 400.000, Amberes de 60.000 a 300.000 y Hamburgo de 150.000 a más de 1 millón.
Excepto Londres, en 1800 no existía en Gran Bretaña ninguna ciudad de más de 100 mil habitantes; en 1837, al subir la reina Victoria al trono inglés, ya había siete; en 1891, veintitrés.
Si bien recién en 1890 en Alemania y en 1900 en Bélgica la relación de población campo-ciudad se volcó a favor de estas últimas, en Inglaterra la situación era muy diferente. Allí la urbanización se había iniciado hacia 1760 y ya a comienzos del siglo XIX un tercio de la población inglesa residía en ciudades. El censo realizado en 1851 mostraba igual número de citadinos y campesinos; en 1880 las ciudades albergaban el 66% de la población británica; en 1900 más del 75%.
La gran ciudad encarnaba por aquellos tiempos la fuerza impulsora de la nueva civilización industrial y técnica que se estaba formando. A pesar de las resistencias que generaba, la ciudad moderna influía y daba forma al resto; la ciudad pequeña la imitaba.


LA APERTURA DEL MERCADO BRITANICO

En 1848 se produjo en Gran Bretaña un cambio cualitativo en relación al comercio de productos agrícolas al dictarse el “Bill del trigo” que autorizaba la libre importación de dicho cereal sin recargos aduaneros de ningún tipo, medida luego extendida a toda mercadería de origen agropecuario.(8)
Lo trascendente de la medida británica fue el tácito reconocimiento de que los días en que alimentariamente podía bastarse a sí misma estaban llegando a su fin. De ahora en adelante debería poner los ojos en todas las comarcas del mundo para sus suministros de alimentos y materias primas de origen agropecuario.(9)
Hacia 1890 los hasta entonces irregulares suministros de cereales y carne de origen extracontinental se sistematizaron, consolidándose definitivamente la presencia de los alimentos procedentes de EEUU, Argentina, Australia y Nueva Zelanda.


LOS NUEVOS PAÍSES PROVEEDORES

Las peculiares condiciones socioeconómica imperantes en Gran Bretaña tras los acelerados cambios provocados por la aplicación industrial de los adelantos tecnológicos, su nueva realidad demográfica y la imposibilidad material de continuar siendo autosuficiente en productos alimentarios básicos repercutieron de inmediato en aquellas comarcas susceptibles de convertirse en proveedoras.
Fuera de los países europeos habituales abastecedores especializados en algunos productos alimentarios para el mercado inglés(10), tres regiones de dos continentes se dispondrán a desarrollar e integrar, con diferente grado de involucramiento, ciertos sectores de su aparato productivo a los requerimientos del mercado británico.
La expansión de la demanda europea, sus mayores exigencias en materia de alimentos, provocarán una revolución a escala mundial que conectará grandes regiones del planeta. Por primera vez en la historia de la humanidad se conformará una economía internacional de mercado consagrada a satisfacer las exigencias de Europa, y muy especialmente de Gran Bretaña, en materia de víveres y productos agrícolas industriales.
Inmensas áreas de formidable potencial agrícola ubicadas a miles de quilómetros de Europa, reconvertirán, ajustaran e incrementarán su producción para constituirse en los nuevos abastecedores. En América del Norte la región centro-este de Estados Unidos, con Chicago como epicentro, y la provincia de Manitoba en Canadá; en América del Sur la provincia de Buenos Aires y parte de las de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, en Argentina, y la Banda Oriental ahora devenida en país independiente -casi la vieja subregión Litoral de la época virreinal-; en las antípoda los dominios británicos de Australia y Nueva Zelanda.
Un rol esencial en este proceso jugarán los 50 millones de europeos que se desplazaron a esas regiones en el transcurso del siglo XIX, que junto al relativamente reducido número de emigrantes de los períodos anteriores, constituyeron la concentración originaria principal para (re)poblar América y Oceanía. En vastas extensiones débilmente habitadas y poco o nada explotadas de Nueva Zelanda, Australia, Canadá, EEUU y el Río de la Plata, los emigrantes reproducirán más o menos fidedignamente los métodos de cultivo, trabajo y organización social de sus países de origen.



Referencias:

(6) Cuando en este capítulo hagamos mención al siglo XIX nos estaremos refiriendo a él con el concepto de “siglo largo” acuñado por Eric Hobsbawn para indicar el período que transcurre entre la Revolución Francesa (1789) y el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914). En oposición a la calificación otorgada al XIX, el mismo historiador británico señaló con acierto al siglo XX como “corto”, dándolo por finalizado en 1989 con la caída del Muro de Berlín.

(7) La Guerra de Crimea (1853-1856) enfrentó a la Rusia zarista con Gran Bretaña, Francia, el Reino de Cerdeña y el Imperio Otomano. Se la considera la primera gran conflagración “moderna” entre otras varias razones por la repercusión que logró en la opinión pública europea, en particular la británica. Ésta fue adquiriendo una actitud más y más crítica ante el conflicto a medida que leía las crónicas enviadas al periódico londinense The Times por W. H. Russel, corresponsal en el campo de batalla y primer periodista de la historia en relatar los horrores de la guerra en tiempo real a través del telégrafo.

(8) La política británica de libre mercado para los productos de origen agropecuario sobrevivió, no sin sobresaltos, hasta mediados de 1932. Ese año se reunieron en Ottawa (Canadá) representantes de Gran Bretaña y sus dominios para concertar un convenio destinado a promover la unidad económica del Imperio, un eufemismo que en realidad escondía medidas proteccionistas en perjuicio de los países proveedores independientes. El compromiso que se acordó, denominado Acuerdo de Preferencias Imperiales, significó para los países del Río de la Plata el cierre de la hendija por la que, bien o mal, nos habíamos insertado en el esquema capitalista liderado por el Imperio Británico. Asimismo supuso el fin del período de “crecimiento hacia fuera” al deteriorarse los términos de intercambio comercial, situación que pocos años después revertiría pasajera y engañosamente la Segunda Guerra Mundial.

(9) Esta realidad indujo a las grandes firmas europeas dedicadas al comercio de cereales y carne a instalarse en los nuevos países productores. En 1914 el 98% del total de los embarques cerealeros argentinos estaba controlado por compañías de capital extranjero: Bunge & Born (23%), Louis Dreyfus y Cía (22%), Huni y Wormser (10,5%), Weil Brothers (10%), The General Mercantile Company Ltd. (9,5%), Hardy y Mühlenkamp (7%), H. Ford & Co Ltd (7%), Sanday & Co (6%) y Proctor, Gamble & Marston Ltd. (3%). Volumen escaso y oferta inestable hicieron del Uruguay una plaza poco apetecible para las multinacionales del cereal. Bunge & Born fue la única que se instaló físicamente en el país; otras, como Louis Dreyfus y Cía y Weil Brothers, delegaron en firmas montevideanas su representación para encarar negocios puntuales. Un rápido análisis revela la débil posición que ocuparon las firmas británicas en el comercio de granos producidos en el Río de la Plata: Bunge & Born era belga-alemana (aunque por esos años se “argentinizó” parcialmente), Louis Dreyfus y Cía francesa, Huni y Wormser franco-suiza, Weil Brothers polaca, The General Mercantile Company Ltd holandesa, Hardi y Mühlenkamp belga-alemana y H. Ford & Co Ltd angloholandesa. En consecuencia, las únicas ciento por ciento inglesas fueron Sanday & Co y Proctor, Gamble & Marston Ltd. Lo acontecido en el rubro carne, donde la participación de las empresas de capital británico fue decisiva, lo veremos en detalle a lo largo de este trabajo.

(10) Lácteos y huevos de Bélgica y Holanda, carne de cerdo de Dinamarca y granos de Hungría y Rumania, los estados cerealeros de la cuenca del Danubio.




V

LA COMPAÑÍA

Por las peculiaridades que la diferenciaron de manera sustancial de los otros establecimientos cárnicos uruguayos, la compañía Liebig’s Extract of Meat Company Limited debe ser analizada por separada. Su capital e integración societaria, la ubicación geográfica de su planta, la exclusiva tecnología que contaba, los productos que elaboraba y los destinos que éstos tenían, le confirieron un carácter único.


PRECEDENTES FUNDACIONALES

Hacia 1855 el alemán barón Justus Von Liebig -considerado el fundador de la química orgánica- había logrado en su laboratorio de Giessen un producto que denominaba “extracto de carne”. A partir de carne vacuna y mediante diversos procesos de cocimiento, filtrado y evaporación que extraían los principales elementos nutritivos que ésta poseía, se llegaba a un concentrado espeso y de color rojizo oscuro, muy rico en proteínas e ideal para el consumo humano.
Empleado en el tratamiento de personas débiles o en recuperación, el producto se comercializaba con éxito en la Farmacia Real de Munich, si bien a causa de su elevado precio el consumo quedaba circunscrito a un muy pequeño y selecto grupo. El desmedido importe del “extractum carnis” no era atribuible al eventual costo industrial de fabricación sino al significativo valor, que ya por entonces, tenía el ganado vacuno del viejo continente. Esta situación que inviabilizaba cualquier tentativa de producción masiva en Europa, había desalentado los proyecto trazados por Von Liebig y sus colaboradores en ese sentido.
En aquel momento aparece en la escena sudamericana George Christian Giebert. ¿Quién es este personaje que habrá de tener tan destacado protagonismo en el proceso constitutivo de la moderna industria cárnica del Río de la Plata? Alemán de nacimiento e ingeniero ferroviario de profesión, terminando la década de 1850 lo encontramos en Brasil, presumiblemente contratado por alguna empresa británica para estudiar el tendido de una línea de ferrocarril. Poco tiempo después -fines de 1860 o principios de 1861- está en Montevideo, ya enterado del descubrimiento de su coterráneo Von Liebig. En la capital uruguaya toma contacto con Augusto Hoffman, un alemán radicado en Montevideo que al igual que él era oriundo de Hamburgo, a quien interesa en su propósito de producir en estos lares extracto de carne a partir del procedimiento desarrollado por Von Liebig.
Desde Montevideo Giebert le escribe al químico alemán planteándole la idea. Al no recibir ningún tipo de respuesta, quizás por desánimo de Von Liebig ante otra propuesta que juzgaba destinada al fracaso(11), decide viajar a Giessen para insistir en persona. La gestión rinde fruto positivo: meses más tarde Giebert retorna al Uruguay con la autorización y el asesoramiento técnico necesario para realizar pruebas experimentales en “algún sitio” del Río de la Plata.
En principio los ensayos se iban a realizar en un saladero ubicado en Paso Molino, alrededores de Montevideo, pero a instancias de Augusto Hoffman se hacen en el establecimiento que Richard Bannister Hughes tenía pocos quilómetros al sur de Fray Bentos, localidad del Uruguay a orillas del río homónimo, poseedora de un muy buen puerto hasta el cual podían acceder buques de gran calado, y por entonces apenas un pequeño villorrio recién fundado con pocos cientos de habitantes que se denominaba Villa Independencia.
Aunque las pruebas resultaron exitosas desde todo punto de vista, ratificando así la viabilidad fáctica del emprendimiento, Giebert no era un hombre de fortuna y por lo tanto carecía de suficiente patrimonio como para montar una planta industrial con las exigencias técnicas requeridas desde Alemania por Von Liebig para producir extracto en cantidad con calidad. Ante esa circunstancia, en 1863 regresa a Europa en busca de inversionistas. En Amberes (Bélgica), y con el apoyo de un grupo de comerciantes de esa plaza encabezados por Corneille David y los hermanos Otto y George Gunther, se formaliza la Société de Fray Bentos, Giebert et Cie.
Vuelto Giebert a Fray Bentos, la nueva sociedad adquiere a Hughes -en 25.000 libras esterlinas- el saladero en el cual se habían realizado las pruebas experimentales y aproximadamente 2.500 hectáreas de tierras contiguas que formaban la estancia La Pileta. Acondicionando con ingenio a los inéditos requerimientos productivos las precarias instalaciones industriales, tan sólo un año más tarde éstas resultaban insuficientes ante una ávida demanda europea que parecía no tener fin.
Frente a esta nueva circunstancia, en 1864 Giebert vuelve a Europa. Pero ahora se dirige a Londres, por entonces centro mundial de las finanzas, con el propósito de interesar a inversionistas y banqueros de sus planes de crear una planta industrial con la última tecnología disponible que pudiera abastecer un mercado europeo cada vez más ávido del ahora rebautizado, en honor a su creador, "Extractum carnis Liebig". Acogida favorablemente la propuesta, en diciembre de 1865 se constituye -con un capital de 500.000 libras esterlinas- la sociedad Liebig’s Extract of Meat Company Limited. Fijada su sede en Londres, entre los accionistas fundadores no sólo había ingleses sino también alemanes, franceses y belgas.
Al año siguiente llegan a Fray Bentos las máquinas ideadas por Giebert y construidas por Milwall & Co. de Glasgow (Escocia), que se instalan en los nuevos edificios especialmente levantados para ese fin.
Considerada la fábrica más moderna de América del Sur en su tipo, a comienzos de 1868 estaba funcionando a pleno.


LIEBIG’S

Ubicada a orillas del río Uruguay al sur de la ciudad de Fray Bentos, en una zona de suelos fértiles en que predominaba la gran propiedad rural, Liebig’s poseía el más norteño de los puertos aptos para recibir buques de gran calado.
Era una verdadera fábrica donde la fuerza la generaban las máquinas a vapor, tal como lo demuestra el consumo de carbón que rondaba las 6.000 toneladas anuales. En su interior los procedimientos estaban automatizados: luego de retirar el cuero y las menudencias del animal, éste era desosado y su carne enviada a una sección “especial” de la fábrica donde pasaba por una serie de picadoras, embudos, filtros, destiladores y condensadores para lograr, al final del proceso, aproximadamente 4 quilos de extracto de carne por cada novillo.(12) Además se obtenía grasa refinada, lengua y carne conservada, guano, aceite de patas, harina de carne y un sinfín de subproductos más. Por aquellos años se decía que no se desperdiciaba nada, excepto el último balido del animal, agregando que eso sucedía por el momento, mientras se estudiaba cómo aprovecharlo.
Los productos que elaboraba, en especial el extracto de carne(13) y más tarde el corned beef, estaban destinados al mercado europeo donde eran comercializados por la misma empresa que contaba con depósitos y oficinas comerciales propias en las más importantes capitales del viejo continente.(14)
Los principales consumidores de extracto fueron los ejércitos que encontraron en él la vitualla ideal: abundante en proteínas, concentrado, cómodo de transportar y rápido de preparar, desde el momento que con sólo 4 quilos de extracto y agua caliente se hacía una nutritiva sopa para más de 100 soldados. Pero interesada en ampliar el espectro de compradores, la compañía Liebig’s se propuso introducir el extracto de carne también en la cocina hogareña, un ámbito casi inexpugnable en el que el ingreso implicaba derribar atávicas costumbres culinarias.(15)


EL COLOSO Y SU ENTORNO

Un aforo realizado en 1898 que incluía los 12 saladeros más importantes de Montevideo, los 6 principales del Litoral y a Liebig’s pauta la importancia que el capital de esta ultima empresa tuvo sobre el total invertido en el Uruguay en el sector de la industria de las carnes:

12 saladeros de Montevideo .......... $  619.900
6 saladeros del Litoral ................... $ 192.920
Liebig’s Extract of Meat Co. Ltd. .... $  508.000


Las matanzas del “coloso de Fray Bentos”, como muchos le llamaban, eran importantes aunque desparejas. Entre 1886 y 1894 sacrificó un promedio anual de 170.000 cabezas, lo que representó el 43% de lo faenado en la región; entre 1895 y 1904 faenó una media de 134.000 (37%) y entre 1905 y 1914 el promedio anual descendió a 117.000 reses (29%).
La importancia de Liebig’s en relación a la faena total de la región resultaba significativa. Al estar ubicada en el Litoral norte del país, una zona de mucha hacienda y poca competencia, la empresa dominó una vasta región, donde impuso condiciones y precio de venta a los hacendados.
A partir de 1880 Liebig’s comenzó a comprar y arrendar estancias en Uruguay(16), las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes(17) y en Paraguay(18).
Sólo en el Uruguay, en 1898 tenía en propiedad La Pileta, Bopicuá, El Bellaco, Tres Arboles y Bichadero y arrendaba los establecimientos Haedo, Ombú y Rincón de Pérez, que conformaban un total aproximado de 97.000 hectáreas, todas colmadas de ganado. En esos años las estancias uruguayas de la empresa aportaban no menos de 20.000 reses por zafra, y hasta 1904 otro tanto provenían de las ubicadas en la Argentina.(19)
Con variaciones en función del volumen total de faena, el ganado originado en sus establecimientos ganaderos cubría anualmente entre el 20 y el 30 por ciento de los requerimientos totales de la fábrica, lo que le permitió iniciar las zafras sin necesidad de comprar hacienda, o en todo caso haciéndolo con mucha parsimonia ya que las primeras faenas estaban cubiertas con los ganados propios. Esta política empresarial apuntaba a deprimir los precios y tenía como primer perjudicado al hacendado. Urgido de dinero, en esos años generalmente los compromisos se cubrían dos veces al año haciéndolos coincidir con las ventas importantes -las zafras de lana y novillos-, o por sobrecarga de los campos que en los verano calientes “se iban muy rápido”, los estancieros se veían obligados a desprenderse de sus novilladas a los precios unilaterales que fijaba Liebig’s. En los primeros meses de zafra -lo usual era comenzarla entre mediados y fines de noviembre, si bien en ocasiones podía atrasarse o adelantarse- los saladeros del Litoral también presionaban el mercado a la baja iniciando las matanzas en base a los baratos ganados de las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes. Era una política de subsistencia, dado que ningún saladerista estaba interesado en chocar con el “coloso de Fray Bentos”.


CONCLUSIONES

Hasta acá un sucinto repaso de los aspectos más relevantes que presentó la Liebig’s Extract of Meat Company Ltd. en el Uruguay. Analicemos ahora las razones que la llevaron a instalarse en el país, el rol que desempeñó en el desarrollo de la ganadería y la industria y, en general, su aporte al progreso nacional.
Un análisis acrítico y superficial nos llevaría a suponer que ejerció un papel protagónico en el mejoramiento del sector pecuario, que contribuyó -como motor y acicate- a la modernización de la industria nacional aportando tecnología y mercados en donde colocar nuestra creciente riqueza ganadera. Una conclusión de esa índole no sólo sobrevaloraría su importancia sino que también la distorsionaría.
Poco tiempo después de haberlo descubierto, Von Liebig y sus colaboradores comprobaron que producir extracto de carne en Europa resultaba imposible por el alto valor, que ya por entonces, tenían los vacunos del viejo continente. Ganado barato y abundante, he ahí la razón básica que promovió la instalación de la compañía en el Uruguay. Lo demás vino por añadidura: ubicación geográfica estratégica con puerto de aguas profundas incluido, mano de obra asequible, abundante y disciplinada, escasas o nulas regulaciones gubernamentales, régimen tributario benigno, y por fin un Estado nacional ausente, débil y casi siempre permisivo. Barrán y Nahum la definen con admirable sencillez: “La Liebig vino a buscar aquello que le interesaba por abundante y barato: el novillo criollo; y transformándolo mediante técnicas que no propagó en el medio que la recibía, colocó sus productos en un mercado exterior ávido de alimentos, para crear grandes utilidades de las que apenas algunos restos quedaron en el país”.(20)
Por su poderío económico que la hacía independiente de los capitales locales, por colocar su producción directamente en el rico mercado europeo sin necesidad de pasar por ninguna intermediación, por recibir sus insumos de la misma manera, por remitir año tras año a Londres sus cuantiosos dividendos, Liebig’s era una especie de Estado dentro del Estado uruguayo. Y como tal se comportó. Aunque sin extraterritorialidad, en muchos aspectos su funcionamiento no difería en demasía con el observado por las empresas europeas en sus enclaves coloniales de la China de fines del siglo XIX y principios del XX.
Cuando la ganadería uruguaya inicie el camino del mejoramiento genético, se valoricen las haciendas y ya no pueda seguir imponiendo sus condiciones al mercado, Liebig’s emigrará, siempre en la búsqueda de vacunos baratos, de ganaderías atrasadas. Primero a la Argentina en busca de los novillos poco mestizados del norte de Entre Ríos, Corrientes, Chaco y Misiones; en 1924, punto final de su periplo sudamericano(21), instala la fábrica de Zeballos-cue, a las afueras de Asunción, Paraguay, país en el cual ya poseía importantes inversiones en campos y ganado.(22)


Referencias:

(11) Previo al ofrecimiento de George Giebert de producir extracto de carne en el Uruguay, Von Liebig habría intentado elaborarlo en Argentina y Australia. Aunque sin indicar fechas ni fuentes así lo señala en un paper el profesor de la Universidad de California Stephen Bell (Social networks and innovation in the South American industry during the pre-refrigeration era: southern Brazil and Uruguay in comparison. Los Ángeles, UCLA, Department of Geography, 2000). “A fines de la década de 1850 el extracto de Liebig era muy demandado en Munich, pero usado sólo como remedio o medicamento por personas de alto poder adquisitivo. El principal obstáculo para su producción industrial en Europa era el alto costo de la carne, la principal materia prima. Entre tanto Liebig buscaba interesados para producir el extracto de carne en Buenos Aires y en Australia, pero el lapso entre el descubrimiento teórico y la producción en gran escala fue relativamente largo”. (Original en inglés).

(12) Hay múltiples evidencias tanto del acceso restringido al edificio en el que se encontraban los evaporadores y condensadores, últimas etapas del proceso de elaboración del extracto de carne, como del celo que pusieron las autoridades de Liebig’s Extract of Meat Company Limited para evitar que algún extraño, “espía” o persona no autorizada lo hiciera. Lo señala Setembrino Pereda en Río Negro y sus progresos (Montevideo, El Siglo Ilustrado, 1895); también Carlos Maeso en Tierra de Promisión (Montevideo, Tipografía de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1904) y en El Uruguay a través de un siglo (Montevideo, Tipografía y Litografía Moderna, 1910).

(13) El extracto de carne producido en Fray Bentos por Liebig’s Extract of Meat Company Limited se comercializó hasta 1899 con el nombre del creador, Extractum Carnis Liebig, figurando un símil de la firma del químico alemán en todas las etiquetas de los recipientes. En junio de 1900 la compañía relanzó el producto en Londres bajo la marca Oxo, en principio como una línea complementaria del extracto original, pero con el tiempo ésta devino en la marca registrada oficial para Gran Bretaña, aunque en muchos países de Europa continental se mantuvo la antigua denominación.

(14) Hacia 1870 el extracto de carne de Liebig’s se vendía en Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Francia, Alemania y Dinamarca. En los años siguientes la empresa abrió sucursales, depósitos o puestos de venta en Nueva York, Viena, Madrid, Varsovia, San Petersburgo y Constantinopla (hoy Estambul).

(15) Según Oscar y Orlando Sanguinetti (History of Meat’s Extract. Milán, Sanguinetti Stamp Shop, 2003), Liebig’s “debió apelar a nuevas estrategias de marketing y crear novedosas formas de publicitarlo dado que el producto era percibido como revolucionario, y las amas de casa debían ser convencidas de usarlo en reemplazo de la carne fresca”. (Original en inglés).

(16) Lo hizo a través de dos sociedades, South American Cattle Farms Ltd. y Estancias y Colonias Uruguayas S.A.

(17) En un principio los campos argentinos de Liebig’s giraron, al igual que algunos del Uruguay, bajo la razón social South American Cattle Farms Ltd. A partir de la segunda década del siglo XX se produjo un cambio de estrategia y los ubicados en la provincia de Entre Ríos pasaron a depender de la Sociedad Anónima Ganadera Entrerriana y los de Corrientes de Pastoril Correntina S.A. En todos los casos se trataban de sociedad anónimas cuyas acciones tenían como único tenedor a Liebig’s Extract fo Meat Company Limited.

(18) A diferencia de Uruguay y Argentina donde las estancias de Liebig’s eran propiedad de sociedades controladas, en Paraguay estuvieron a nombre de la empresa madre.

(19) Ese año Liebig’s inauguró su fábrica en Argentina, creando desde cero una “company town” sobre la costa del río Uruguay, 7 quilómetros al norte de Colón, en la vecina provincia de Entre Ríos. Desde entonces las haciendas de sus estancias argentinas tuvieron ese destino. Aunque de la fábrica hoy sólo queden como mudo testimonio la chimenea sin humo, los grandes edificios vacíos y los corrales sin ganado -la cancha de golf, infaltable en todo frigorífico inglés, se perdió hace unos años-, la pintoresca localidad permanece y se llama Pueblo Liebig.

(20) Barrán, José Pedro y Nahum, Benjamín. Historia rural del Uruguay moderno. Montevideo, Banda Oriental, 1967-1978 (7 tomos).

(21) A fines del siglo XIX la empresa comenzó a invertir en distintas zona de África que actualmente son parte de Sudáfrica, Zimbabwe y Namibia. Allí repitió el esquema de integración vertical de sus actividades aplicado en Sudamérica.

(22) En agosto de 1924 Liebig’s Extract of Meat Company Limited vende su establecimiento de Fray Bentos al poderoso consorcio británico Vestey Group, que termina las obras iniciadas por Liebig´s para convertirlo en frigorífico. Los nuevos propietarios que ya tenían importantes intereses en la industria frigorífica de Brasil y Argentina, pasan a denominarlo Frigorífico Anglo del Uruguay. En 1935 el Frigorífico Anglo-Sudamericano de Argentina, la subsidiaria del grupo en el vecino país, será protagonista del escándalo más fantástico en la historia de la industria cárnica mundial. Conocido como el “affaire Norman Star”(nombre de un barco de la Blue Star Line, importante empresa naviera también propiedad del Vestey Group ) o el “Gran debate sobre las carnes”, el hecho tuvo su punto culminante el 23 de julio de ese año cuando en el mismísimo hemiciclo de la Cámara de Senadores de Argentina y en momentos en que el senador Lisandro de la Torre interpelaba a los ministros de Agricultura, Luis F. Duhau, y de Hacienda, César Pinedo, por su complicidad con las empresas frigoríficas extranjeras en general y con el Anglo en particular, es asesinado el senador electo por Santa Fe Enzo Bordabehere, correligionario del interpelante. Surto en el puerto de Buenos Aires, en las bodegas del Norman Star se encontraron, camuflados dentro de cajas de cartón que lucían la inscripción Corned Beef y prontos para emprender viaje a Gran Bretaña, los originales de los libros de costos del Frigorífico Anglo, aunque la empresa había negado reiteradamente que existieran. El estudio de los mismos permitió descubrir una serie de maniobras dolosas en perjuicio del Estado argentino y de algunos frigoríficos de capitales nacionales. El hallazgo y contenido de los libros fueron pilares de la trágica interpelación.


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Rodrigo Morales Bartaburu
Paysandú (Uruguay), diciembre de 2010.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

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