jueves, 27 de enero de 2011

Del saladero nacional al frigorífico extranjero (6ta. entrega)

VIII 

LOS FRIGORÍFICOS EN URUGUAY (1904-1911) 

Frigorífica Uruguaya S.A. Playa de faena de ovinos (1907)
Con un rezago de casi un cuarto de siglo respecto a Australia y veintiún años más tarde que en la Argentina, en 1904 se instala en el Uruguay el primer establecimiento frigorífico.(48) 
Existieron intento previos. En los primeros meses de 1902, Juan Furtado y Jaime Castells pretendieron conseguir inversionistas en el círculo rural para crear un frigorífico. En julio del mismo año nuestra representación diplomática en Londres recibió consultas de hombres de negocios británicos sobre los eventuales beneficios, prerrogativas o franquicias que otorgaba el Uruguay a los capitales que se invirtieran en la industria de la carne.(49) Al mes siguiente la prensa montevideana dio cuenta del interés de una sociedad integrada con capitales argentinos y uruguayos por adquirir el viejo saladero Cibils para transformarlo en frigorífico. 
Aunque fracasadas, estas iniciativas, consultas y rumores demostraban el genuino e innegable interés existente en ciertos círculos empresarios de la región y Gran Bretaña por la fundación de un establecimiento de esas características. 


RAZONES PARA LA INSTALACIÓN 

En apariencias no faltaban razones para la instalación de una empresa frigorífica en el Uruguay. La demanda británica de carne proseguía en franco aumento, como lo demostraban los cada vez más voluminosos envíos que se hacían desde la Argentina. Ya consolidada, la industria instalada en el país vecino vivía desde 1900 su “época de oro” con utilidades sobre un capital a propósito exagerado del 50% anual y más.(50) 
La extraordinaria pujanza que la actividad exhibía en Argentina era un espejo en el que el Uruguay pretendía verse reflejado. Las páginas de los periódicos capitalinos daban frecuente cuenta de las novedades del sector, e incluso uno, El Siglo, que dirigía Eduardo Acevedo, vinculado a los sectores detentadores de la riqueza y con gran predicamento en ellos, en reiterados editoriales instaba al capital nacional a conformar una empresa frigorífica. 
Otros factores, básicamente externos aunque también los hubo endógenos, parecían fortalecer la viabilidad del emprendimiento. 

1 - Una gran sequía afectaba Australia provocando una sensible caída de sus embarques de carne a Gran Bretaña, que pasaron de 18 mil toneladas en 1896 a menos de 9 mil en 1904. 
2 - La guerra anglo-boer transcurrida entre 1899 y 1903, la misma que suscitó el último estertor de las exportaciones de ganado en pie desde Argentina, produjo una demanda agregada de carne con destino a las tropas británicas empeñadas en el conflicto. 
3 - Otra conflagración, en este caso la que sostuvieron rusos y japoneses en el extremo oriente de Asia entre marzo de 1904 y setiembre de 1905, generó expectativas en los frigoríficos argentinos sobre una tonificación de la demanda internacional. Si bien finalmente éstas resultaron infundadas, el hecho confirmó las enormes perspectivas comerciales del producto.(51) 
4 - La inestabilidad de la exportación de hacienda en pie a Gran Bretaña, convertida luego en prohibición definitiva, señalaba el fin de ese estilo de comercialización, quedando el producto salido del frigorífico como la única opción para ingresar carne al atractivo mercado inglés. 
5 - Merma de la faena saladeril, caída en los precios del tasajo y dificultad para colocarlo en Brasil fueron derivaciones de la crisis saladeril que se agudizaron a partir de 1901. 
6 - El 17 de octubre de 1902 el presidente de la República, Juan Lindolfo Cuestas, promulgó una ley que preveía la exoneración de los impuestos y gravámenes de importación que correspondieran a materiales, máquinas y repuestos necesarios para el equipamiento de la industria frigorífica. Además, liberaba a las carnes congeladas de todo derecho de exportación por 5 años, plazo a partir del cual abonarían una tasa similar al tasajo.(52) 
7 - Se suponía (más adelante veremos que erróneamente) que el Uruguay contaba con ovinos y vacunos mestizos en cantidad suficiente para cubrir con holgura los requerimientos de por lo menos un establecimiento frigorífico. 


PROCESO FUNDACIONAL 

El 11 de mayo de 1902 en el local de la Asociación Rural del Uruguay, institución gremial de la alta burguesía ganadera que dio explícito apoyo a la idea en artículos aparecidos en su revista, se realizó la primera reunión para establecer la sociedad anónima que habría de fundar el primer frigorífico. No obstante, la constitución formal se efectivizó recién el 3 de diciembre de ese mismo año.(53) 
Iniciada con un capital de 500.000 pesos oro, aproximadamente 110.000 libras esterlinas de entonces, estaba dividido en 50 acciones de $ 10.000 cada una, cifra importante para la época, equivalente al valor que obtenían en el saladero 650 novillos criollos. 
Al momento de suscribir el capital, numerosos hacendados que se descontaba acompañarían el emprendimiento desistieron de ser parte del primer frigorífico uruguayo. El diario El Siglo, arquetípico vocero de la clase alta rural, lamentó desde sus páginas la ausencia de varios de los nombres relevantes del quehacer agropecuario. Ante la creciente dificultad para cubrir la totalidad del capital societario proyectado, los promotores del frigorífico resolvieron entonces emitir acciones de $ 5.000. La idea original preveía una sociedad de pocos socios que estuvieran fuertemente involucrados en la marcha y destino de la empresa. La importante inversión individual requerida tenía como propósito evitar que las responsabilidades se diluyeran, un riesgo implícito en las compañías de capital atomizado.(54) 
Los iniciadores de La Frigorífica Uruguaya S.A. fueron Julio Olivera Calamet, que acercó un grupo de inversores vinculados a él, y Manuel Lessa, a quien vimos anteriormente estableciendo en Brasil un “saladero de frontera”. Persona con importantes contactos en las finanzas y el medio rural, Lessa interesó a su vez en el proyecto a Luis Ignacio García, fortísimo estanciero invernador de no menos de 15 mil novillos anuales, que junto a Joaquín Illarráz, otro importante hacendado, serán los socios más importantes al suscribir $ 20.000 en acciones cada uno de ellos. 
Aproximadamente el 60% del capital societario original fue cubierto por accionistas provenientes del medio rural y el 40% restante por inversores allegados a otros sectores, finanzas, comercio, barraqueros, importadores y exportadores.(55) 
Además de los nombrados Lessa y García, presidente y vicepresidente respectivamente, integró el primer directorio de La Frigorífica Uruguaya S.A. Francisco Haedo Suárez, poderoso hacendado que desempeñó el cargo de secretario. 
Dónde radicar el frigorífico constituyó uno de los primeros temas controversiales a resolver. Las mismas razones que por estos años fortificaron la supremacía de los saladeros de Montevideo sobre los establecidos en el Litoral, primaron al momento de decidir el emplazamiento de la nueva industria. Al buen puerto de Fray Bentos y la abundancia de hacienda que ofrecía la región litoral oeste se oponían los ganados mejores mestizados de los departamentos del litoral sur (Soriano y Colonia) y centro sur (Durazno, Florida, Canelones y San José), el trazado de las líneas de ferrocarril convergentes en la capital del país y las facilidades portuarias, financieras y administrativas, localizadas casi todas en Montevideo. Además, el litoral norte y centro del país constituía la zona de acción de la sólida Liebig’s Extract of Meat Company Limited, que imponía allí la ley del más fuerte, sumatoria resultante de la portentosa capacidad de faena instalada en su planta industrial de Fray Bentos y de sus cuantiosos recursos económicos y financieros. 
Decidida la ubicación, en febrero de 1903 la novel empresa adquiere terrenos e instalaciones del viejo saladero Sayago, sito en el Cerro de Montevideo en la zona conocida como Punta del Tigre.(56) Las obras civiles dan comienzo en abril de ese mismo año pero sufren dilaciones por la guerra civil de 1904; pese a los contratiempos, a principios de diciembre todo queda pronto. 
El equipamiento provisto por la fábrica suiza de maquinaria industrial Sulzer -cámaras frigoríficas, compresores de frío, motores eléctricos, calderas, sierras- era de dudosa última generación pese a los unívocos elogios que en el momento recibió de autoridades y prensa, algo que el devenir del tiempo se encargó de corroborar.(57) En efecto, las instalaciones de La Frigorífica Uruguaya S.A. únicamente permitían el congelado -no el enfriado-(58) y la capacidad de almacenamiento de las cámaras resultaba pequeña en función de los volúmenes en que podía operar la playa de faena. Mientras los depósitos de frío sólo admitían almacenar 50.000 carcasas ovinas (más o menos 1.000 toneladas de carne en gancho, o su equivalente en medias vacunas), la jornada de 8 horas de trabajo admitía el sacrificio de hasta 2.500 lanares. Este verdadero cuello de botella acotó la operativa de la empresa al imponerle límites a la faena bajo riesgo de no poder almacenar el producto, u obligarla a embarcar cuando quizás comercialmente era preferible dilatar los envíos. 
Durante el mes de diciembre de 1904 se realizaron faenas de ensayo a los efectos de probar y ajustar máquinas, al tiempo que el personal se interiorizaba con la nueva modalidad de trabajo, por cierto muy disímil a la imperante en el saladero.(59) 
A comienzos de 1905 se da inicio formal a las actividades, faenándose capones con destino a la exportación. Por fin, el 8 de marzo de 1905 se embarcan en el buque de bandera británica Sussex las primeras 800 toneladas de carne ovina congelada con destino al puerto de Londres. 


LA FRIGORÍFICA URUGUAYA S.A. 

La empresa desarrolló las zafras comprendidas entre 1905 y 1911 en propiedad de capitales nacionales. En ese lapso vivió diferentes alternativas económicas, difíciles y con resultados negativos hasta 1907, prósperas a partir de allí. 
A diferencia de los frigoríficos porteños de la primera época que se volcaron en exclusividad a la faena de lanares, el uruguayo salteó esa fase dedicándose desde el principio a ovinos y bovinos en proporciones similares. 

La Frigorífica Uruguaya S.A. 
Exportación de carne (en quilos) 

1905 - 2.133.000 (ovina); 1.186.000 (vacuna) 
1906 - 1.390.000 (ovina); 1.158.000 (vacuna) 
1907 - 2.915.000 (ovina); 4.084.000 (vacuna)  
1908 - 2.643.000 (ovina); 6.270.000 (vacuna)
1909 - 3.236.000 (ovina); 7.587.000 (vacuna)
1910 - 5.372.000 (ovina); 8.674.000 (vacuna)
1911 - 5.968.000 (ovina); 5.732.000 (vacuna)

El cuadro permite advertir la evolución que tuvieron los diferentes tipos de carne. En los dos primeros años de actividad primó el lanar, entre 1907 y 1910 el vacuno y en el último año volvió, levemente, la supremacía de la carne ovina. 


VICISITUDES COMERCIALES 

Un cúmulo de acontecimientos externos desfavorables, la deficiente calidad del ganado uruguayo y una gestión empresarial mediocre e inexperiente, motivaron los balances deficitarios de nuestro primer frigorífico en el trienio 1905-1907. 

1 - Finalizada en 1904 la guerra anglo-boer, la producción ganadera sudafricana inicia una fase de expansión. En 1905 se podía considerar que los aspectos más adversos de la sequía que había sufrido Australia estaban superados, comenzando a recuperarse a partir de ese año los volúmenes de exportación de carne. Desvanecida la demanda agregada generada por el conflicto bélico, acrecida la oferta por la reaparición de las carnes procedentes de Oceanía y el mayor tonelaje embarcado desde el Río de la Plata, los precios de Smithfield descendieron un 15% en promedio. 
2 - A consecuencia de la baja calidad y poco peso que presentaba la mercadería embarcada desde Montevideo, derivación a su vez del insatisfactorio e inconcluso proceso de mestización del rodeo nacional, la carne uruguaya cotizaba en último puesto en el mercado británico, detrás de la fresca de Escocia e Inglaterra, la refrigerada o “chilled” de EEUU y Canadá y la congelada o “frozen” de Argentina, Nueva Zelanda y Australia. 
3 - Faltos de formación e idoneidad, los directores y gerentes de La Frigorífica Uruguaya S.A. desconocían aspectos básicos del negocio, su complejidad comercial, técnica y logística, además de carecer de los imprescindibles contactos personales o directos en el mercado londinense. Estas falencias condujeron a que la empresa adoptara una actitud un tanto ingenua en lo atinente a la comercialización de sus carnes en Gran Bretaña, consignando toda su producción a una sola compañía de sugestivo nombre, The Colonial Consignement & Distributing Company Limited, que operaba en el mercado de Smithfield.(60) 

La inopia gerencial se agravó por los menguados recursos financieros que dispuso en relación al resto de la industria frigorífica establecida en la región y por la pequeña participación porcentual que representaba su producción, no ya sobre el total del mercado de Smithfield que resultaba ínfima, sino respecto a la oferta proveniente del Río de la Plata.(61) Pero además, la horizontalidad que exhibió la operativa de La Frigorífica Uruguaya S.A. durante su período en manos nacionales generó una cadena con numerosos intermediarios, asemejándola en este aspecto a los establecimientos australianos. 
Los balances de los primeros años reflejaron con fidelidad los problemas que afrontaba la empresa, arrojando pérdidas de $ 27.000 el de 1905, $ 28.000 el de 1906 y $ 7.000 el de 1907. 
Estos resultados adversos, sumados a una complejidad de la actividad que no se esperaba, sembraron dudas respecto al futuro de la sociedad. Ante esta realidad varios hacendados tenedores de acciones se desprendieron de ellas por debajo de su valor de lámina a favor de los inversionistas de origen urbano, más habituados a los vaivenes de la actividad comercial e industrial. 
En 1908 la situación de la empresa experimentó un giro de ciento ochenta grados. La carne en el mercado inglés recuperó posiciones, aumentando el precio de la vacuna un 25% y 10% la ovina. Sin embargo el directorio del frigorífico no trasladó la suba a los hacendados, y continuó pagando los novillos y capones a precio de 1907.(62) Por otra parte, a los efectos de mejorar el control de la venta de sus carnes en Gran Bretaña también dejó de lado el sistema de consignatario único, designando dos empresas para comercializar sus productos. 
La nueva relación precio-insumo y la rectificación de la política comercial pronto se expresó en los libros de La Frigorífica Uruguaya S.A. En 1908 los accionistas recibieron su primer dividendo, 6% en efectivo sobre el capital integrado; en los años posteriores crecieron: 9% en 1909 y 12% en 1910. Las utilidades fueron en realidad mayores ya que previo a la distribución de los dividendos en efectivo entre la masa societaria, el directorio decidió asignar partidas para gratificar el personal, amortizar equipos, máquinas y material flotante y para sí. Al mismo tiempo conformó un fondo especial de reserva que permitió, en 1910, ampliar las instalaciones de las cámaras frigoríficas posibilitando la duplicación de la capacidad de almacenamiento. 


LOS CAMBIOS PROVOCADOS POR EL FRIGORIFICO 

Para sus faenas de lanares el primer frigorífico uruguayo sólo tuvo competencia en los departamentos del Litoral -Paysandú, Río Negro, Soriano y Colonia-, región donde se advertía la presencia de compradores de los establecimientos radicados en la provincia de Buenos Aires.(63) En el centro sur del país, la otra zona con abundancia de ovinos mestizados, el accionar de La Frigorífica Uruguaya fue monopólico. 
El gobierno de la época colaboró para que los buenos capones de cruzas carniceras no escaparan de las manos del frigorífico nacional, aunque fueran las únicas. El 12 de mayo de 1905 el presidente de la República, José Batlle y Ordóñez, y su ministro de Hacienda, José Serrato, firman un decreto prototípico de su ideología industrializadora, elevando el aforo de los lanares por el que se tributaba el 8% de derechos de exportación, que pasó de $ 0,50 a $ 2 por animal. 
Respecto al vacuno, el frigorífico solamente se interesó en los buenos mestizos, pagando por los novillos de 500 quilos $ 25, es decir $ 0,05 por quilogramo en pie, mientras que los saladeros y Liebig’s abonaron por la hacienda “mestizona” y criolla de 400 quilos entre $ 17 y $ 18,50 por animal, en promedio $ 0,044 por unidad en pie. 
El mayor precio por quilo en pie que pagó la nueva industria significó un 13% más que el abonado por los saladeristas y Liebig’s, pero esta diferencia relativamente exigua los excluyó de la competencia por el ganado mestizo. Veamos la causa. De un novillo mestizo de 500 quilos en relación a un criollo de 400, se lograban 70 quilos más de carne fresca, equivalente a 35 quilos de tasajo; pero mientras el frigorífico vendía los 70 quilos en Londres a $ 0,15 el quilo, lo que significaba $ 10,50, los 35 quilos de tasajo vendidos a $ 0,12 el quilo en Brasil o La Habana apenas representaron para el saladerista $ 4,20. 
En tanto nuestra ganadería siguiera produciendo vacunos de calidad inferior e inadecuados para el frigorífico, y por tal razón baratos, el negocio del saladero se podía sostener; el lento proceso de mestización de nuestra hacienda parecía augurarle aún muchos años de vida. Inversamente, el exiguo volumen de hacienda vacuna apta para el frigorífico explica, en parte, la escasa magnitud que tuvieron las faenas de La Frigorífica Uruguaya S.A. entre 1905 y 1911, su período en manos del capital fundacional. 

Faena de vacunos 

1905 -   4.051 (La Frigorífica Uruguaya); 609.000 (Saladeros + Liebig’s)    
1906 -   4.102 (La Frigorífica Uruguaya); 737.000 (Saladeros + Liebig’s)
1907 - 14.002 (La Frigorífica Uruguaya); 672.000 (Saladeros + Liebig’s)
1908 - 20.898 (La Frigorífica Uruguaya); 582.338 (Saladeros + Liebig’s)
1909 - 25.895 (La Frigorífica Uruguaya); 664.700 (Saladeros + Liebig’s)
1910 - 33.957 (La Frigorífica Uruguaya); 761.564 (Saladeros + Liebig’s)
1911 - 23.231 (La Frigorífica Uruguaya); 558.200 (Saladeros + Liebig’s)

Sobre el total de animales sacrificados en Uruguay con destino a la exportación, la participación de La Frigorífica Uruguaya S.A. fue del 0,66% en 1905; 0,55% en 1906; 2,04% en 1907; 3,46% en 1908; 3,75% en 1909; 4,26% en 1910 y 4% en 1911. 
Aunque muy lentamente, la faena del frigorífico crecía año tras año. Las proyecciones de futuro preveían la continuidad de la tendencia, acompasando la parsimoniosa evolución de la ganadería. Por estos lares nadie parecía suponer lo contrario. 


EL CONFLICTO INTERFRIGORIFICO CRUZA EL RÍO DE LA PLATA 

Veíamos en el capítulo anterior cómo los grandes mataderos de EEUU con sede en Chicago hacían pie en la República Argentina. En 1907 Swift & Company adquiría The La Plata Cold Storage y en 1909 Armour hacía lo propio con el Frigorífico La Blanca de Avellaneda.(64) 
A principios de 1910 se observaron en la Argentina las primeras escaramuzas entre los establecimientos de capital norteamericano e inglés, tendientes a acaparar la mayor cantidad de hacienda apta para la faena y embarcar a Gran Bretaña toda la carne posible. Las reyertas evolucionaron y a fin de año ambos estaban enfrascados en una verdadera lucha. 
En junio de 1910, en los prolegómenos del conflicto interfrigorífico en tierras argentinas, llegó a Montevideo Arthur Mecker -alto directivo de la compañía Armour de Chicago- con el propósito de contactar autoridades e interiorizarse sobre las condiciones que ofrecía Uruguay como posible lugar de emplazamiento de un establecimiento frigorífico. 
Fuera de los rumores que con regular insistencia aparecían, la visita del ejecutivo norteamericano significó la primera expresión concreta de interés por parte del capital extranjero. 


LOS BRITÁNICOS ADQUIEREN LA FRIGORÍFICA URUGUAYA S.A. 

Cuando el transcurrir de los meses parecía haber diluido las expectativas creadas por el enviado de la importante firma de Chicago, a principios de 1911 con los frigoríficos británicos y norteamericanos lanzados a la faena de cuanto novillo argentino pudieran adquirir, se hizo pública la pugna por comprar La Frigorífica Uruguaya S.A. Los interesados eran dos, uno de cada bando: la norteamericana Swift & Company y la anglo-argentina Sociedad Anónima Compañía Sansinena de Carnes Congeladas. Al tanto de la nueva realidad que presentaba el mercado que auguraba dificultades a las firmas independientes, estimulados ante la posibilidad de obtener beneficios extras y sabedores de ser poseedores de un bien coyunturalmente indispensable para las partes en pugna, los dueños del frigorífico uruguayo revelaron sus condiciones: 300.000 libras esterlinas pagaderas al contado, algo más de un millón cuatrocientos mil pesos oro, y entrega de la planta a fin de junio, una vez finalizada la zafra en curso y levantados los beneficios. Mientras Swift efectúa una contraoferta de 290.000 libras, Sansinena acepta todas las pretensiones de los accionistas uruguayos.(65) 
Tras haber realizado 7 zafras en propiedad del capital nacional fundador, el 1 de julio de 1911 las acciones de La Frigorífica Uruguaya S.A. cambian de dueño: la anglo-argentina Sociedad Anónima Compañía Sansinena de Carnes Congeladas se hace cargo ese día del único frigorífico instalado en suelo uruguayo. 


LOS NORTEAMERICANOS FUNDAN EL FRIGORÍFICO MONTEVIDEO S.A. 

A último momento con las manos vacías al habérsele escapado por escaso margen el establecimiento de Punta de Sayago, la firma de Chicago reafirma de manera inequívoca su voluntad de establecerse en Uruguay. Con el dinamismo que en esta primera fase de expansión global identificó al joven e impetuoso capitalismo norteamericano que ante nada se amedrentaba, en julio de 1911, al mismo tiempo que los nuevos accionistas anglo-argentinos tomaban posesión de La Frigorífica Uruguaya S.A., Swift & Company establece la sociedad Frigorífico Montevideo S.A.(66) 
Sin perder un instante, ese mismo mes la novel empresa adquiere en la zona del Cerro el saladero Cibils y los lindantes San Miguel y 18 de Julio, pagando en conjunto por ellos 400 mil pesos oro. En agosto de 1911, apenas un mes después de adquirir los terrenos, comienzan las obras civiles del imponente edificio principal, 3.300 metros cuadrados desarrollados en tres pisos, y de las construcciones anexas, galpones y muelles, labor en la que se empeñaron más de mil operarios. Pasados 14 meses, en octubre de 1912 se realiza la primera faena de prueba con el sacrificio de 200 lanares. 
Este vertiginoso proceso de algo menos de un año y medio transcurrido entre la constitución de la sociedad en julio de 1911 y la faena inaugural en octubre de 1912, unido a la magnificencia de las construcciones y el equipamiento industrial con que Swift dotó la nueva planta, colmó de admiración a los contemporáneos que asistían sorprendidos a ese grandioso despliegue de técnica y eficiencia. Ese asombro, prontamente devenido en orgullo, se exteriorizó en las páginas de todos los diarios capitalinos cooptando incluso a El Día, órgano de prensa fundado por José Batlle y Ordóñez -ahora ejerciendo su segunda presidencia- y vocero de su ideología, habitualmente con posturas críticas hacia el capital extranjero y los monopolios privados. 


Referencias:

(48) Se verificó un emprendimiento anterior. Los hermanos Drabble, propietarios del primer frigorífico establecido en Argentina, construyeron en su estancia San Pedro, ubicada sobre la costa del Río de la Plata, pocos quilómetros al norte de la ciudad de Colonia, un pequeño establecimiento destinado a la faena de ovinos. Establecido en 1886, su irregular actividad cesó tres o cuatro años más tarde. Por su breve existencia y por el hecho de funcionar como un anexo del The River Plate Fresh Meat Company cuya planta industrial se hallaba en Campana, en la cercana costa argentina, no constituyó un elemento gravitante en el desarrollo pecuario e industrial del Uruguay. 

(49) Los inversionistas ingleses que consultaron a Carlos Nery, cónsul general de nuestro país en Gran Bretaña, seguramente estaban en conocimiento de las ventajosas franquicias impositivas que otorgaba la legislación argentina a la industria frigorífica. La tardía aparición del frigorífico en Uruguay no debe adjudicarse a la inexistencia de normativas similares -aprobadas recién a fines de 1902-, sino a nuestra pequeñez territorial y a las singulares características del desarrollo económico nacional. 

(50) La ley 2402 del gobierno argentino, aprobada en 1888, concedió una garantía del 5% anual sobre las inversiones realizadas en la industria frigorífica, un régimen similar al otorgado a las compañías de ferrocarril en ambas márgenes del Plata. Por tal razón era práctica corriente en la contabilidad de las empresas sobrevalorar las inversiones realizadas a los efectos de recibir una subvención mayor. 

(51) Ante el curso desfavorable que tomaba la guerra, en octubre de 1905 el gobierno del zar Nicolás II decide enviar a la zona de conflicto la flota del mar Báltico, compuesta por 45 navíos de combate. Para la extensísima (y extravagante) travesía, baste decir que arribó al mar de China a principios de mayo de 1905 tras casi 7 meses de navegación, la flota se avitualló con carne argentina. 

(52) Administrador escrupuloso, casi maniático, el presidente Juan L. Cuestas (1837-1905) hizo de la construcción del puerto de Montevideo su gran tarea de gobierno. Por ello las exoneraciones impositivas otorgadas a los frigoríficos no incluían las patentes adjuntas creadas para financiar la obra de la terminal marítima.  

(53) Ningún legislador o integrante del Poder Ejecutivo ignoraba que los promotores de la iniciativa esperaban la sanción de la ley que otorgaba exenciones tributarias para formalizar la nueva sociedad. Promulgada el 17 de octubre de 1902, era una ley con nombre y apellido, hecha a la medida de los accionistas de La Frigorífica Uruguaya S.A. 

(54) En diversos aspectos el Uruguay de 1900 era una sociedad precapitalista, por lo que la prevención adoptada aparecía como un tanto inútil. Revela, no obstante, el espíritu timorato, pacato y conservador que exhibía el capital nacional. 

(55) Muchos integrantes de las clases altas tenían actividades que lo vinculaban a más de un sector. Comerciantes importadores y/o exportadores eran a menudo accionistas -o incluso directores- de algún banco de plaza o poseedores de estancias. Aunque más inusual, también sucedió a la inversa: estancieros con actividad comercial, generalmente en rubros afines como el barracaje de frutos del país, o en las finanzas. 

(56) En la actualidad Punta de Sayago. 

(57) A fines de 1912 cuando se ponga en marcha el Frigorífico Montevideo, segundo establecimiento radicado en el país, ingenieros, técnicos y prensa definirán como antiguas las instalaciones de La Frigorífica Uruguaya S.A. 

(58) La carne congelada o “frozen beef” fue el sistema de conservación que adoptaron los británicos en los primeros años de la industria. Los norteamericanos perfeccionaron el método de Tellier para producir carne enfriada o “chilled beef”, producto que exportaron desde EEUU a Gran Bretaña a partir de 1898, y que obtenía más aceptación y mejor cotización que la congelada en el mercado de Smithfield. En 1908 comenzaron los embarques de este tipo de carnes desde Argentina. Atrasadas como siempre, las uruguayas recién llegarán a Londres tras la finalización de la Primera Guerra Mundial. 

(59) La modalidad de trabajo que imperó en el frigorífico desterró los últimos resabios de “fiesta bárbara” de sangre y cuchillo que aún perduraban en el saladero. Ahora el animal era muerto mediante un golpe y no a cuchillo, como ocurría en la vieja industria; no se hería el cuero, se aprovechaba mejor la sangre, y la playa de faena ofrecía un aspecto más aseado e higiénico. Cada operario trabajando en silencio -cambio trascendente de apariencia nimia- repetía una y otra vez la misma operación sin moverse de su puesto; la cadena de transmisión conducía el animal colgado hasta su lugar para realizar allí la operación correspondiente a esa estación, cuereada, evisceración, lavado, etc.

(60) Al no poseer puesto de venta propio, contactos directos con los compradores londinenses ni participar de “pool” alguno, situaciones que le hubieran permitido embarcar la carne con condiciones de precio y plazo establecidas de antemano, La Frigorífica Uruguaya S.A. no tuvo más alternativa que consignar sus productos, un sistema de comercialización plagado de incertidumbre similar al de los saladeristas en Brasil. 

(61) Una solución frente a tanto desamparo hubiese consistido en copiar la pragmática actitud adoptada por los frigoríficos de capital argentino. Ante una situación similar buscaron acuerdos de sobrevivencia con los grandes establecimientos británicos. 

(62) La medida de la empresa se sostiene en la necesidad de resarcirse de las pérdidas sufridas en los ejercicios anteriores y en la mayor injerencia lograda por los accionistas de origen urbano. 

(63) Los frigoríficos porteños pagaban mejores precios por los capones orientales que su congénere uruguayo, pero mientras aquellos daban ganancia éste generaba pérdida. La explicación de tan disímil resultado es tan sencilla como reveladora de la mediocre naturaleza de nuestra hacienda. Los argentinos que actuaron en el litoral uruguayo compraron únicamente animales de categoría muy buena y excepcional, y al exportarlos como propios lograban una cotización que el conjunto del ganado oriental no podía aspirar por bajo peso y escasa calidad. 

(64) En el capítulo VII señalamos que el Frigorífico La Blanca había sido adquirido a sus originales propietarios argentinos por la National Packing Company, una suerte de temprano “joint venture” integrado por Armour, Swift y Morris. Por acuerdo interno de los socios, a fines de 1911 la primera de las firmas quedó como única propietaria. 

(65) Los capitalistas uruguayos que invirtieron en La Frigorífica Uruguaya S.A. y no se desprendieron anticipadamente de las acciones, obtuvieron beneficios excelentes. Superados los balances negativos del período 1905-1907, los siguientes cuatro ejercicios, 1908-1911, distribuyeron utilidades siempre crecientes. Además, la venta del establecimiento en 300.000 libras esterlinas significó en sólo 8 años un 173% de ganancia respecto a las 110.000 libras constitutivas del capital original.

(66) Habiendo vencido en 1910 las exoneraciones tributarias otorgadas a la industria frigorífica por la ley aprobada el 17 de octubre de 1902, fueron ese mismo año renovadas sin plazo. En julio de 1911 el presidente Batlle y Ordóñez, en acuerdo con Eduardo Acevedo, su ministro de Hacienda, acuerdan ampliar la gama de productos exonerados incluyendo desde entonces la importación de materiales de construcción libre de todo gravamen. La primera ley tenía nombre y apellido, ésta también. Beneficiario exclusivo de gran parte de las nuevas disposiciones, la empresa norteamericana propietaria del Frigorífico Montevideo S.A. no ocultó haber alentado su aprobación.  


__________________________________________________________

Rodrigo Morales Bartaburu
Paysandú (Uruguay), diciembre de 2010.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

__________________________________________________________